viernes, octubre 31, 2008
1202 - 22/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con
el libro sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS, tomado de la página webwww.libros católicos.org (con permiso del autor, P. Angel Peña Benito, O.A.R. para copiar sus textos).
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú).
TERCERA PARTE REFLEXIONES - TESTIMONIOS (Continuación)
e) PADRE GIOVANNI SALERNO
El padre Giovanni es el fundador del Movimiento de los siervos de los pobres del tercer mundo y afirma: No logro comprender al sacerdote que deja de celebrar la santa misa, aunque sea un solo día. Ese día será para él un día sin sol. En mis viajes por toda Europa y por América del Norte y del Sur, Dios me ha hecho la gracia de no dejar jamás ni un solo día la celebración de la misa, que constituye para mí la única fuente de energía y me hace sentir siempre joven. La santa misa es como el sol de mi vida. Cuando no pueda celebrarla, querrá decir que mi tiempo sobre esta tierra ha terminado.
* * * * * * *Al leer estos testimonios, quizás podamos entender mejor a los mártires de Abitene, del año 304. Fueron presentados al procónsul por los oficiales del tribunal. Se le informó que se trataba de un grupo de cristianos que habían sido sorprendidos, celebrando una reunión de culto de sus misterios.
El primero de los mártires torturados, Télica, grito: Somos cristianos; por eso, nos hemos reunido. Saturnino, lleno del Espíritu Santo, respondió: "Hemos celebrado el día del Señor, porque la celebración del día del Señor no puede omitirse".
Mientras atormentaban al sacerdote Emérito, un lector, dijo:" nosotros no podemos vivir sin la misa del domingo".
El gran historiador eclesiástico san Eusebio de Cesarea escribió: Cada lugar donde se sufre es para nosotros un sitio para celebrar la misa, ya sea en un campo, en un desierto, en un barco, una posada o una prisión.Ojala que, al valorar más la santa misa como una fiesta de encuentro con Jesús, podamos estar dispuestos a cualquier sacrificio para no perder ninguna misa ni comunión ni siquiera los días ordinarios.
Y, cuando no podamos asistir personalmente, hagamos muchas visitas y comuniones espirituales a Jesús Eucaristía y enviemos a nuestro ángel a visitar las iglesias del mundo y adorar en nuestro nombre a Jesús Sacramentado. Amén. (Continuará).
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
1201 - 21/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con
el libro sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS,
tomado de la página webwww.libros católicos.org (con permiso del autor, P. Angel Peña Benito, O.A.R. para copiar sus textos).
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú).
TERCERA PARTE REFLEXIONES - TESTIMONIOS
d) NGUYEN VAN THUAN
Su proceso de beatificación está en marcha. Cuando era obispo de Saigón, en Vietnam, los comunistas lo metieron en la cárcel, donde estuvo 13 años.
Y dice: Nunca podré expresar mi gran alegría al celebrar diariamente la misa con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de mi mano; ¡Este era mi altar y ésta era mi catedral!
Cada día, al recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma, un nuevo pacto de amor, un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han sido las misas más hermosas de mi vida!
La Eucaristía se convirtió para mí y para los demás cristianos prisioneros en una presencia escondida y alentadora en medio de todas las dificultades; A las 21:30 había que apagar la luz y todos tenían que irse a dormir. En aquel momento, me encogía en la cama para celebrar la misa de memoria y repartía la comunión, pasando la mano por debajo de la mosquitera.
Incluso fabricamos bolsitas con el papel de los paquetes de los cigarrillos para conservar el Santísimo Sacramento y llevarlo a los demás.
Jesús Eucaristía estaba siempre conmigo en el bolsillo de la camisa; Por la noche, los prisioneros católicos se alternaban en turnos de adoración. Jesús eucarístico ayudaba de un modo inimaginable con su presencia silenciosa.
Muchos cristianos volvían al fervor de la fe. Su testimonio de servicio y amor producía un impacto cada vez mayor en los demás prisioneros. Budistas y otros no cristianos alcanzaban la fe. La fuerza del amor de Jesús era irresistible.
La prisión se convirtió en escuela de catecismo. Los católicos bautizaron s sus compañeros; eran sus padrinos; Así Jesús se convirtió en el verdadero compañero nuestro en el Santísimo Sacramento.
Ojala que, al valorar más la santa misa como una fiesta de encuentro con Jesús, podamos estar dispuestos a cualquier sacrificio para no perder ninguna misa ni comunión ni siquiera los días ordinarios.
Y, cuando no podamos asistir personalmente, hagamos muchas visitas y comuniones espirituales a Jesús Eucaristía y enviemos a nuestro ángel a visitar las iglesias del mundo y adorar en nuestro nombre a Jesús Sacramentado. Amén.
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
1200 - 20/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con
el libro sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS, tomado de la página web
www.libros católicos.org (con permiso del autor, P. Angel Peña Benito,
O.A.R. para copiar sus textos).
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú).
TERCERA PARTE REFLEXIONES -
TESTIMONIOS (Continuación)
c) PADRE CISZEK
Este sacerdote norteamericano fue misionero voluntario a Rusia durante la segunda guerra mundial, pero lo tomaron preso y pasó cinco años en la famosa cárcel Lubianka de Moscú. En su libro With God in Rusia, traducido al español como Espía del Vaticano, va narrando sus aventuras y su deseo inmenso de celebrar la misa. Dice así: En el campo de trabajos forzados número 5, volví a celebrar la misa que no había podido celebrar desde los tiempos de Dubinka. Era en un taller. Disponía de un pequeño cáliz y de una patena de níquel que había hecho uno de los presos; el vino era de uvas que sacaban de no sé dónde y el pan lo cocían especialmente algunos estonianos católicos que trabajaban en la cocina. Era peligroso que asistiesen muchos por el peligro de llamar la atención; pero, a medida que corrió la voz, ya eran más los que deseaban asistir a la misa. Al cabo de cierto tiempo, el padre Gasper y yo fuimos más atrevidos y empecé a celebrar la misa en uno de los bar racones donde la mayoría eran polacos y lituanos, y el brigada tenía sentimientos religiosos... Me cambiaron de alojamiento y mis antiguos feligreses venían a mi nuevo alojamiento por la noche y, entre juegos de cartas y dominó, confundidos entre las conversaciones de los demás, los confesaba y les daba la comunión… Otras veces, daba la comunión por la noche después de la misa y era lo que yo prefería, pues se corría el riesgo de perder los santos sacramentos en un registro nocturno... Después, cambiamos de táctica, yendo a barracas distintas a celebrar la misa y así evitábamos sospechas. Celebraba en algún barracón donde el jefe de la brigada era amigo, mientras él vigilaba desde la puerta para que no entrase ningún extraño.
Yo sé los sacrificios que hacíamos para celebrar en aquellas condiciones, estando hambrientos. Yo he visto sacerdotes que estaban en ayunas todo el día y trabajar con el estómago vacío para tener la posibilidad de celebrar la misa (en aquel tiempo había que guardar ayuno desde las doce de la noche del día anterior). Yo lo hice con frecuencia. Y, algunas veces, si no podíamos celebrar la misa al mediodía en el descanso para comer, debíamos esperar hasta la noche. A veces, en verano, debíamos quitarnos tiempo al sueño para levantarnos temprano antes de ir a trabajar, para celebrar la misa en algún lugar escondido. Vivíamos como en las catacumbas, con nuestras misas secretas. Si nos descubrían, éramos severamente castigados y siempre había informantes. Pero valía la pena correr todos los riesgos y sacrificios para celebrar la misa. La misa era un tesoro para nosotros. La anhelábamos y hacíamos cualquier sacrificio con tal de poder celebrarla o asistir a ella.
Cuando no podíamos celebrar la misa, teníamos hostias consagradas escondidas para poder, al menos, comulgar cada día y celebrar la misa espiritual sin pan ni vino, recitando todas las oraciones. Pero por las tardes, cuando los demás estaban jugando cartas o leyendo o conversando, yo y el padre Víctor, como si estuviéramos conversando, celebrábamos la misa de memoria. En algunas oportunidades, podíamos internarnos en el bosque durante los trabajos y allí celebrábamos la misa sobre un tronco de un árbol. Nunca olvidaré aquellas misas celebradas en los bosques de los Urales. ¡Cuánto significaba para nosotros el celebrar la misa y tener el cuerpo y la sangre de Jesús con nosotros!
Para nosotros era una necesidad celebrar la misa. La celebrábamos sin ayudantes, sin velas, sin flores, sin música ni manteles blancos; simplemente con un vaso corriente para echar unas gotas de vino; y un pedazo de pan con levadura. En estas condiciones, la misa nos acercaba a Dios más de lo que nadie podría imaginar. Conscientes de lo que estaba sucediendo, penetraba en nuestra alma el amor de Dios. Y, a pesar de las distracciones causadas por el miedo a ser descubiertos, permanecía en nosotros la alegría que producía el pequeño pedazo de pan y algunas gotas de vino consagrados por Jesús… Nada ni nadie podría haber hecho profundizar más mi fe que la celebración de la misa. Mi primera preocupación cada día era poder celebrar la misa. Ningún día la dejé de celebrar mientras pude.(Continuará)
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
1199 - 19/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con
el libro sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
TERCERA PARTE REFLEXIONES - TESTIMONIOS
a) PADRE PIETRO ALAGIANI
Era capellán del ejército italiano durante la segunda guerra mundial y fue hecho prisionero el 19 de diciembre de 1942. Él dice: Desde los primeros días de cautiverio, la nostalgia por la santa misa me atormentaba más de lo que podía imaginar. Pero también en esto vino a mi encuentro Jesús, inspirándome una devoción "sui generis". Recortando lo mejor que pude una gran hostia de papel, cada mañana, después de la meditación, celebraba dos misas, decía todas las oraciones de la misa con todas la ceremonias como si realmente estuviera en el altar. Debo reconocer que aquellas misas "secas" las celebraba con devoción y consuelo como raramente cuando tenía la suerte de celebrar las verdaderas misas. A partir del 5 de marzo de 1953, pude celebrar diariamente la misa. Desde aquel día, hasta el gran deseo de libertad se me volvió menos acuciante y menos atormentador; porque, en el fondo, había deseado e invocado la libertad y suspirado por ella, principalmente, por est ar privado de celebrar la misa.
El padre Alagiani tuvo la gran suerte de tener permanentemente consigo en una bolsita colgada en el cuello a Jesús Eucaristía y esto le dio una fortaleza inmensa en medio de las torturas y de los sufrimientos de la vida carcelaria. Y dice: A pesar de las continuas dolencias, del hambre terrible, del frío extremo en invierno, nada lograba disminuir la íntima alegría que experimentaba al pensar que estaba en compañía de Jesús sacramentado.
b) PADRE SEGUNDO LLORENTE
Este misionero de Alaska, cuyos libros leía con sumo agrado en mis años de seminarista, era un sacerdote muy fervoroso. Dice: Celebraba la misa muy despacio, rodeado de varias legiones de ángeles, que me envidiaban a mí y yo les envidiaba a ellos. Me envidiaban, porque ellos no podían consagrar ni sufrir por Cristo y yo les envidiaba, porque ellos eran ángeles y yo una miseria. Él se pasaba muchas horas en oración ante Jesús sacramentado y, por eso, podía hablar por experiencia que la misa para él era un cielo en la tierra en unión con los ángeles. (Continuará).
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
1198 - 18/10/2008
Queridos amigos: Paz y Bien.
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con
el libro sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
TERCERA PARTE REFLEXIONES (Continuación)
Los cristianos de los primeros siglos asistían a misa antes del alba, porque tenían que ir a trabajar al salir el sol, ya que el domingo no era día de fiesta. Cuando, a partir del año 321, el domingo se convirtió en día festivo y la misa pudo celebrarse a media mañana, muchos siguieron asistiendo a la misa antes del canto del gallo, porque era la hora en que las mujeres se reunieron para ir al sepulcro, constatando la resurrección. A lo largo de los siglos, la importancia del domingo llegó a la prohibición del trabajo manual para darle más significado al sentido de fiesta. En la actualidad, muchos deben trabajar el domingo por obligación, pero los que no tengan esa obligación, deberían respetar el domingo como un día de descanso, un día para estar con la familia y un día sagrado para ir a misa.
El Papa Benedicto XVI en su exhortación apostólica Sacramento de amor, afirma que cristiano es el que vive según el domingo. Y dice: Vivir el domingo quiere decir ser conscientes de la liberación traída por Cristo y hacer de nuestra vida una ofrenda a Dios (No. 72).
La fe peligra cuando no se siente deseo de participar en la misa dominical. Perder el sentido del domingo como día del Señor para santificarlo es síntoma de una pérdida del sentido auténtico de la libertad de los hijos de Dios.
Y aunque esté permitido cumplir el precepto dominical el sábado por la tarde es preciso recordar que el domingo merece ser santificado en sí mismo para que no termine siendo un día vacío de Dios (No. 73).
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
jueves, octubre 30, 2008
1197 - 17/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con el libro
sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
TERCERA PARTE REFLEXIONES
Todo lo que hemos dicho sobre la grandeza admirable del misterio de la misa como fuente de inmensa alegría, no lo entienden muchos católicos que van a misa por cumplir, distraídos y con poca fe. Y, cuando falta la fe en lo que se celebra y no estamos seguros de que es realmente el mismo Jesucristo, nuestro Dios y Señor, el que viene a nuestro encuentro para celebrar una fiesta con nosotros, entonces la misa parece un espectáculo.
Un espectáculo no muy divertido y quizás aburrido, porque no se entiende nada. Algunos van a misa pensando en que termine pronto y les molesta si el sermón u homilía se alarga un poco. Y es que, cuando falta fe y no hay amor por Jesús, la misa aprovecha muy poco o nada.
Pero si comprendiéramos que todos los ángeles y santos nos acompañan, que el cielo entero está presente, actuaríamos de otra manera. Iríamos bien vestidos como a una fiesta celestial, y nunca llegaríamos tarde a la cita con Jesús.
Recordemos que, en cada misa, está presente María con san José. La sagrada familia estaba unida en la tierra y lo está también en el cielo y en cada misa. Por otra parte, la acción del Espíritu Santo es indispensable para la realización del gran milagro de la consagración del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Jesús.
Lamentablemente, muchos católicos no son practicantes y para ellos la misa dominical no tiene ninguna importancia. Al alejarse de la Eucaristía, su vida espiritual está vacía o raquítica. Por eso, es preciso que los católicos tomen conciencia de la importancia de la misa del domingo. Los primeros cristianos arriesgaban su vida por asistir a misa y nosotros preferimos ir de paseo antes que ir a misa. No nos damos cuenta de cuántas bendiciones y alegrías nos perdemos para esta vida y para la eternidad. (Continuará).
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
miércoles, octubre 29, 2008
042 - Benedicto XVI: "Pablo conocía a Cristo verdaderamente, con el corazón"
en las últimas catequesis sobre san Pablo hablé de su encuentro con Cristo resucitado, que cambió profundamente su vida, y después de su relación con los Doce apóstoles llamados por Jesús -particularmente con Santiago, Pedro y Juan- y de su relación con la Iglesia de Jerusalén. Queda ahora la cuestión de qué sabía san Pablo del Jesús terreno, de su vida, de sus enseñanzas, de su pasión. Antes de entrar en esta cuestión puede ser útil tener presente que el mismo san Pablo distingue dos maneras de conocer a Jesús y, más en general, dos maneras de conocer a una persona. Escribe en la Segunda Carta a los Corintios: "Así que en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así" (5, 16). Conocer "según la carne", de forma carnal, quiere decir conocer sólo exteriormente, con criterios externos: se puede haber visto a una persona muchas veces, conocer sus facciones y los diversos detalles de su comportamiento: cómo habla, c&oacu te;mo se mueve, etc. Y sin embargo, aun conociendo a alguien de esta forma, no se le conoce realmente, no se conoce el núcleo de la persona. Solo con el corazón se conoce verdaderamente a una persona. De hecho los fariseos, los saduceos, conocieron a Jesús externamente, escucharon su enseñanza, muchos detalles de él, pero no le conocieron en su verdad. Hay una distinción análoga en una palabra de Jesús. Después de la Transfiguración, él pregunta a los apóstoles: "¿Quién dice la gente que soy yo?" y "¿quién decís vosotros que soy yo?". La gente le conoce, pero superficialmente; sabe muchas cosas de él, pero no le ha conocido realmente. En cambio los Doce, gracias a la amistad que llama a su causa al corazón, al menos habían entendido sustancialmente y empezaban a saber quién era Jesús. También hoy exi ste esta forma distinta de conocer: hay personas doctas que conocen a Jesús en muchos de sus detalles y personas sencillas que no conocen estos detalles, pero que lo conocen en su verdad: "el corazón habla al corazón". Y Pablo quiere decir esencialmente que conoce a Jesús así, con el corazón, y que conoce así esencialmente a la persona en su verdad; y después, en un segundo momento, que conoce los detalles.
Dicho esto queda aún la cuestión: ¿qué supo san Pablo sobre la vida concreta, las palabras, la pasión, los milagros de Jesús? Parece seguro que nunca lo encontró durante su vida terrena. A través de los Apóstoles y la Iglesia naciente, conoció seguramente los detalles de la vida terrena de Jesús. En sus Cartas encontramos tres formas de referencia al Jesús pre-pascual. En primer lugar, hay referencias explícitas y directas. Pablo habla de la descendencia davídica de Jesús (cfr Rm 1,3), conoce la existencia de sus "hermanos" o consanguíneos (1 Cor 9,5; Ga 1, 19), conoce el desarrollo de la Última Cena (cfr 1 Cor 11,23), conoce otras palabras de Jesús, por ejemplo sobre la indisolubilidad del matrimonio (cfr 1 Cor 7, 10 con Mc 10, 11-12), sobre la necesidad de que quien anuncia el Evangelio sea sostenido por la comunidad en cuanto que el obrero merece su salario (cfr 1 Cor 9, 14 con Lc 10, 7); Pablo conoce las palabras pronunciadas por Jesús en la Última Cena (cfr 1 Cor 11, 24-25 co Lc 22, 19-20) y conoce también la cruz de Jesús. Estas son referencias directas a palabras y hechos de la vida de Jesús.
En segundo lugar, podemos entrever en algunas frases de las cartas paulinas varias alusiones a la tradición confirmada en los Evangelios Sinópticos. Por ejemplo, las palabras que leemos en la primera Carta a los Tesalonicenses, según la cual "el Día del Señor vendrá como un ladrón en la noche" (5,2), no se explicarían remitiéndonos a las profecías veterotestamentarias, porque la comparación con el ladrón nocturno sólo se encuentra en el Evangelio de Mateo y de Lucas, por tanto está tomado de la tradición sinóptica. Así, cuando leemos que Dios "ha escogido más bien lo necio del mundo" (1 Cor 1, 27-28) se nota el eco fiel de las enseñanzas de Jesús sobre los sencillos y los pobres (cfr Mt 5,3; 11, 25; 19, 30). Están también las palabras pronunciadas por Jesús en el júbilo mesiánico: "Te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabi os e inteligentes y se las has revelado a los pequeños". Pablo sabe -es su experiencia misionera- que estas palabras son ciertas, que precisamente los sencillos tienen el corazón abierto al conocimiento de Jesús. También la alusión a la obediencia de Jesús "hasta la mueerte", que se lee en Fil 2,8, no puede dejar de señalar a la total disponibilidad del Jesús terreno a cumplir la voluntad de su Padre (cfr Mc 3, 35; Jn 4, 34). Pablo por tanto conoce la pasión de Jesús, su cruz, el modo en que vivió los últimos momentos de su vida. La cruz de Jesús y la tradición sobre este hecho de la cruz está en el centro del kerygma paulino. Otro pilar de la vida de Jesús conocido por san Pablo era el Discurso de la Montaña, del que cita algunos elementos casi literalmente, cuando escribe a los Romanos: "Amaos unos a otros... B endecid a los que os persiguen... vivid en paz con todos... Venced al mal con el bien..." Por tanto en sus cartas hay un reflejo fiel del Discurso de la Montaña (cfr Mt 5-7).
Finalmente, es posible hallar un tercer modo de presencia de las palabras de Jesús en las Cartas de Pablo: es cuando realiza una forma de transposición de la tradición pre pascual a la situación después de la Pascua. Un caso típico es el tema del Reino de Dios. Éste está seguramente en el centro de la predicación del Jesús histórico (cfr Mt 3,2; Mc 1,15; Lc 4, 43). En Pablo se revela una transposición de este tema, pues tras la resurrección es evidente que Jesús en persona, el Resucitado, es el Reino de Dios. El reino por tanto llega allí a donde llega Jesús. Y así necesariamente el tema del Reino de Dios, en que se había anticipado el mis terio de Jesús, se transforma en cristología. Y sin embargo las mismas disposiciones exigidas por Jesús para entrar en el Reino de Dios valen para Pablo a propósito de la justificación por la fe: tanto la entrada ene l Reino como la justificación requieren una actitud de gran humildad y disponibilidad, libre de presunciones, para acoger la gracia de Dios. Por ejemplo, la parábola del fariseo y del publicano (cfr Lc 18, 9-14) imparte una enseñanza que se encuentra tal cual en san Pablo, cuando insiste en que nadie debe gloriarse en presencia de Dios. También las frases de Jesús sobre los publicanos y las prostitutas, más dispuestos que los fariseos a acoger el Evangelio (cfr Mt 21,31; Lc 7, 36-50) y sus elecciones de compartir la mesa con ellos (cfr Mt 9, 10-13; Lc 15, 1-2) encuentran pleno seguimiento en la doctrina de Pablo sobre el amor misericordioso de Dios hacia los pecadores (cfr Rm 5, 8-10); y también Ef 2, 3-5). Así el tema del reino de Dios se propone de una forma nueva, pero siempre llena de fidelidad a la tradición del Jesús histórico.
Otro ejemplo de transformación fiel del núcleo doctrinal de Jesús se encuentra en los "títulos" referidos a él. Antes de Pascua él mismo se califica como Hijo del ho,bre; tras la Pascua se hace evidente que el Hijo del hombre es también el Hijo de Dios. Por tanto, el título preferido por Pablo para calificar a Jesús es Kyrios, "Señor" (cfr Fil 2, 9-11) que indica la divinidad de Jesús. El Señor Jesús, con este título, aparece en la plena luz de la resurrección. En el Monte de los Olivos, en el momento de la extrema angustia de Jesús (cfr Mc 14,36), los discípulos antes de dormirse habían oído cómo hablaba con el Padre y le llamaba "Abbà-Padre". Es una palabra muy familiar equivalente a nuestro "papá", usada solo por los niños en comunión con su padre. Hasta aquel momento era impensable que un hebreo utilizase una palabra semejante para dirigirse a Dios; pero Jesús, siendo verdadero hijo, en esta hora de intimidad habla así y dice "Abbà, Padre". En las Cartas de san Pablo a los Romanos y a los Gálatas sorprendentemente esta palabra "Abbà", que expresa la exclusividad de la filiación de Jesús, aparece en la boca de los bautizados (cfr Rm 8,15; Ga 4,6), porque han recibido el "Espíritu del Hijo" y ahora llevan en ellos este Espíritu y pueden hablar como Jesús y con Jesús como verdaderos hijos a su Padre, pueden decir "Abbà" porque se han convertido en hijos en el Hijo.
Y finalmente quisiera señalar la dimensión salvífica de la muerte de Jesús, como lla encontramos en el dicho evangélico según el cual "el Hijo del hombre no ha venido para ser servido sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45; Mt 20,28). El reflejo fiel de esta palabra de Jesús aparece en la doctrina paulina sobre la muerte de Jesús como rescate (cfr 1 Cor 6,20), como redención (cfr Rm 3,24), como liberación (cfr Ga 5,1) y como reconciliación (cfr Rm 5,10; 2 Cor 5,18-20). Aquí está el centro de la teología paulina, que se basa en esta palabra de Jesús.
En conclusión, san Pablo no pensaba en Jesús como algo histórico, como una persona del pasado. Conoce ciertamente la gran tradición sobre la vida, las palabras, la muerte y la resurrección de Jesús, pero no los trata como algo del pasado; lo propone como realidad del Jesús vivo. Las palabras y las acciones de Jesús para Pablo no pertenecen al tiempo histórico, al pasado. Jesús vive ahora y habla ahora con nosotros y vive para nosotros. Esta es la verdadera forma de conocer a Jesús y de acoger la tradición sobre él. Debemos también nosotros aprender a conocer a Jesús, no según la carne, como una persona del pasado, sino como nuestro Señor y Hermano, que hoy está con nosotros y nos muestra cómo vivir y como morir.
Benedicto XVI, audiencia general miércoles 8 de octubre de 2008 [Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]
Queridos hermanos y hermanas:
Aunque San Pablo sólo se encontró con Cristo resucitado en el camino de Damasco, consideramos hoy su relación con el llamado "Jesús histórico". Cuando dice en la Segunda carta a los Corintios que conoció a Cristo "según la carne" (5,16), no se refiere a que hubiera estado con Él en la tierra, sino que lo había considerado con criterios humanos. Al Jesús histórico, Pablo lo conoció a través de la primera comunidad cristiana, es decir, por la mediación de la Iglesia. En los escritos paulinos hay numerosas referencias directas y explícitas de lo que él había oído sobre la figura y la predicación del Maestro, que ahora, como dice Pablo, es el "Señor". Además, hay también otras alusiones claras a enseñanzas de Jesús transmitidas por los Evangelios sinópticos, así como temas que remiten a la predicación de Jesús, cambiando a veces el contexto para aplicarlos a quienes, sin haber conocido al Jesús terreno, reconocen al Señor resucitado como nuestro Redentor y Salvador. Más que contar muchas cosas de Jesús como alguien del pasado, Pablo las presupone, y proclama que Él es para cada uno, ahora y siempre, la vida de nuestra vida. Este es su magnífico mensaje para nosotros.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, y a los grupos de Argentina, Ecuador, España, México y otros Países latinoamericanos. Os invito, con san Pablo, a tener los sentimientos de una vida en Cristo. Muchas gracias.
040 - 4. Hombre Pastor
Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío». Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío». Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. (1Co 11,23–26).
– Sacrificado:
Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre (He 9,16).
…fortaleciendo el ánimo de los discípulos y exhortándoles a perseverar fieles en la fe. Les decían, "Es preciso que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" (He 14,22).
También todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos (2Tim 3,12).
Tribulaciones que son su gloria:
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce perseverancia (Rom 5,3).
Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable (2Cor 4,17).
Tengo mucha confianza en vosotros; mucho me glorío en vosotros; lleno estoy de consolación; sobreabundo de gozo en toda nuestra aflicción (2Cor 7,4).
– El apóstol:
Sin embargo, de muy buena gana gastaré yo de lo mío, y me desgastaré a mí mismo por vuestras almas. Si os amo más, ¿seré amado menos? (2Cor 12,15).
Porque si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio! (1Cor 9,16).
Y así nosotros, como colaboradores, os exhortamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios, porque dice: «En tiempo favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí». ¡He aquí ahora el tiempo más favorable! ¡He aquí ahora el día de salvación! No damos a nadie ocasión de tropiezo en nada, para que nuestro ministerio no sea desacreditado (2Cor 6,1).
Con todo, tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; abatidos, pero no destruidos (2Cor 4,7).
Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y completo en mi propia carne lo que falta de las tribulaciones de Cristo a favor de su cuerpo, que es la iglesia (Col 1,24).
– Exorcista:
Dios hacía milagros extraordinarios por medio de las manos de Pablo; de tal manera que hasta llevaban pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo para ponerlos sobre los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían de ellos (He 19,11).
– El viajero incansable: tres viajes misionales; cinco visitas a Jerusalén.
– El misionero:
Las ciudades recorridas, las comunidades fundadas, los sermones de misión: «Aquí viene bien una palabra sobre el método exterior de misión de Pablo. Aunque no tenía preparado de antemano un mapa de misión, con todo no se puede creer que hubiese procedido sin plan. Dos miras determinan muchas veces su camino. Pablo sigue comúnmente el surco que había hecho la emigración judía desde largo tiempo. Los judíos helenizados de la diáspora habían cubierto el Imperio romano de una red de sinagogas. Además, Pablo eligió sitios donde, al mismo tiempo, podía ejercer su oficio de tejedor. Esto requería bastante tiempo, pero con ello tuvo ocasión de conocer mejor a la gente y conservar la independencia económica, aunque defendía el principio evangélico de que el predicador de la fe tiene derecho a vivir también del Evangelio. Pero está orgulloso de poder decir que ningún gasto ocasionaba a la comunidad. Así pensaba también Bernabé. Este método imprime a la vida de misión de Pablo cierta regularidad y uniformidad: llega a una ciudad, va al barrio de los judíos, busca y halla un taller donde, conforme a la costumbre oriental, es admitido en la comunidad de familia, y comienza inmediatamente el trabajo en el telar»[9].
– Predicador:
Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en vosotros los que creéis (1Tes 2,13).
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Rom 10,14).
Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría (He 17,16).
– Fundador de comunidades
De Galacia, de Corinto...
– No blandengue:
¿O menosprecias las riquezas de su bondad, paciencia y magnanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? (Rom 2,4).
– Militante:
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Destruimos los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo (2Cor 10,3).
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis hacer frente a las intrigas del diablo (Ef 6,11).
Siendo que vuestra muerte con Cristo os separó de los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivieseis en el mundo, os sometéis a ordenanzas…? (Col 2,20).
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe; quien por el gozo que tenía por delante sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Considerad, pues, al que soportó tanta hostilidad de pecadores contra sí mismo, para que no decaiga vuestro ánimo ni desmayéis (Heb 12,1ss).
– El perseguido:
Otra vez digo, que nadie me tome por loco. Pero si no, recibidme aunque sea como a loco, para que me gloríe siquiera un poquito. Lo que ahora digo, no lo digo según el Señor, sino como en locura, con esta base de jactancia. Ya que muchos se jactan según la carne, también yo me jactaré (2Cor 11,16).
– El preso de Cristo:
Dos prisiones romanas. Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados (Ef 4,1).
– El obispo…
Aprovechemos en este su año conmemorativo, a conocerlo más, para imitarlo mejor. ¡Es un grande!
[9] J. Holzner, San Pablo, 114.
038 - 2. Hombre Intelectual
Cuando ya iba a ser metido en la fortaleza, Pablo dijo al tribuno, – ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo, – ¿Sabes griego? […] Como él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Hecho un profundo silencio, comenzó a hablar en hebreo diciendo… (He 21,37.40).
– Las muchas letras:
Mientras él decía estas cosas en su defensa, Festo le dijo a gran voz, –¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te vuelven loco! (He 26,24).
– Libros:
Trae, cuando vengas, el manto que dejé en Troas en casa de Carpo, y los rollos, especialmente los pergaminos (2Tim 4,13).
– Conoce muy bien el Antiguo Testamento:
Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: «El justo vivirá por la fe»[2] (Rom 1,17).
Dice la Escritura: «el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre los gentiles»[3] (Rom 2,24).
Como dice la Escritura: «Te he constituido padre de muchas naciones»[4] (Rom 3,4).
– El hombre culto, conoce muy bien a los autores profanos, y los cita:
– a Epiménides de Creta: porque «en él vivimos, nos movemos y somos» (He 17,28).
– Y a Arato de Solori, en el Himno a Zeus: Como también han dicho algunos de vuestros poetas, «porque también somos linaje de él» (He 17,28).
– El escritor: catorce cartas
– El teólogo:
¡Oh la profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos! (Rom 11,33).
– El moralista:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. Digo, pues, a cada uno de vosotros, por la gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener; más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno (Rom 12,1ss).
Más bien, quisiera que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don procedente de Dios, uno de cierta manera, y otro de otra manera (1Cor 7,7).
– El apologeta:
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no os pongáis otra vez bajo el yugo de la esclavitud (Gal 5,1).
[2] Cf. Hab 2,4.
[3] Cf. Is 52,5.
[4] Cf. Gen 17,5.
San Pablo y la libertad.
Dice un autor[1]: Pablo no es un cualquiera, sino una personalidad histórico-universal. «Quien quiera ocuparse de él debe saber que tiene que habérselas con uno de los mayores factores propulsores de la historia». Toda la cultura occidental descansa sobre sus hombros. (No sólo la cultura religiosa, sino la cultura cívica, la cultura social...) Él ha comprendido lo más profundo de las palabras pronunciadas y sin pronunciar de Jesucristo, su Maestro. Ha roto las cadenas del particularismo del Antiguo Testamento. Ha predicado la libertad de la cristiandad respecto de la «Ley» no como una componenda derivada de consideraciones utilitarias misionales, sino como principio y meollo de la nueva religión. También los antiguos apóstoles de Jesús eran libres, pero no sabían que lo eran ni por qué lo eran. Pablo ha sido el primero que ha dado la fundamentación teológica de esta libertad, esto es, «el significado sagrado y trascendental de la Cruz»[2]. Por ello ni aún el mismo Jesús, el Divino Maestro había predicado todavía la libertad de la ley ni había allanado el camino a los paganos, ya que la Cruz no había sido aún erigida. La libertad y el universalismo del cristianismo estaban latentes e implícitos en la doctrina de Jesús. Pero primeramente tenía que ser creado el hecho de la Cruz, y sólo después podía ser llamado el hombre que había de predicar la universalidad de la religión de la Cruz por encima de todos los límites nacionales y raciales. Así ha dado realidad Pablo, mediante su Evangelio de la libertad, a la misión universal del cristianismo y al encargo del Resucitado.
«La libertad auténtica se identifica con la santidad, es la libertad... de los hijos de Dios (Rom 8,21). Tiene como fundamento la verdad, como lo mostró Nuestro Señor al enseñarnos que la verdad os hará libres (Jn 8,32). Es propia de los que se dejan guiar por el Espíritu Santo: El Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor está la libertad (2 Cor 3,17). Por eso enseña San Agustín: "Ama y haz lo que quieras"[3], y San Juan de la Cruz coloca en la cima del monte de la perfección: "Ya por aquí no hay camino que para el justo no hay ley"[4]»[5].
Es por eso que San Pablo hasta el día de hoy despierta tanta enemistad porque él es un hombre auténticamente libre y porque la gente habla de la libertad pero vive esclavizada al consumismo, al dinero, al qué dirán, a la T.V., y a tantas cosas que no son Dios.
Ha liberado para lo sucesivo a la Biblia de las cadenas del judaísmo, de forma que pudo convertirse en base esencial de todas las culturas nacionales de Occidente. Finalmente, para Pablo, Jesús no fue un mero Revelador de las verdades divinas y un fundador de religión, sino, ante todo, el Redentor. En la Epístola a los Gálatas ha planteado y resuelto la cuestión religiosa central de la humanidad: ha mostrado, de una vez para siempre, como ilusión de soberbia, por medio de su doctrina cristocéntrica de la gracia, la autosalvación de hombre, en todas sus formas, ya que por el ejercicio de la ley, si es judío; ya por el encanto de los misterios, la magia y el delirio extático, si es gentil; ya en la forma más refinada de la ética autónoma kantiana de los deberes, o en la de la superhumanidad de Nietzsche, o en cualquiera de las modernas manifestaciones del psicoanálisis. «Por eso se rebela contra Pablo todo el autonomismo religioso, todo el despotismo del hombre, toda la vanidad y la obstinación, y el cabecilla de esta subversión en los tiempos modernos ha sido, ante todo, Nietzsche»[6].
«Yo considero al cristianismo -escribe Nietzsche- como la más nociva de todas las seducciones y mentiras, como la gran mentira y la blasfemia por excelencia. Perseguiré todas las manifestaciones de su ideal bajo todos los disfraces, combatiré todas sus posiciones... Induciré a la guerra contra él... Mientras no se considere la moral del cristianismo como el crimen capital contra la vida, sus partidarios tienen un juego fácil. Una concepción del mundo que tiene la osadía de anular la voluntad de poder con una teoría de la gracia es una mentira». ¡Pobre espíritu extraviado! «La Europa contemporánea no tiene todavía la menor idea de las terribles decisiones a las que se inclina todo mi ser, ni de la envergadura del problema al que estoy ligado. No sospecha que gracias a ella se me prepara una catástrofe, cuyo nombre yo conozco sin que necesite decirlo».
Como hemos vivido las últimas consecuencias de la teoría de Nietzsche en la noche de aquelarre del nacionalsocialismo -y en la otra manifestación satánica que ha invadido Europa del Este-, el comunismo, hoy creemos vislumbrar algo de la naturaleza de esta catástrofe y de su origen satánico. Es el más profundo envilecimiento del espíritu humano y de su aspiración a la verdad inculcada en él por Dios. Es la «enfermedad mortal» de que habla Kierkegaard, la enfermedad del espíritu occidental: la despersonalización de la verdad, la entronización de la verdad impersonal, sin faz, de una ciencia autónoma que ya no está sometida a la ley de Dios, en lugar de la verdad viviente, provista de rostro, hecha persona en Cristo. Es la «muerte de Dios» en el sentido de Nietzsche. Comprendemos por ello toda la furia diabólica que se vierte contra Pablo en las rencorosas calumnias de Nietzsche y de sus émulos los pangermanistas. Porque «nunca, desde que existe el hombre, se han lanzado contra la soberbia humana palabras tan atrevidas, ni se le ha declarado una guerra tan enérgica como la que le ha movido la palabra del Apóstol» (2Cor 10,5). «Derribamos baluartes, destruimos sofismas y toda Fortaleza (espiritual) que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivamos todo pensamiento para someterlo a Cristo»[7]. ¿Deberían las personalidades de tan alto rango espiritual como Pablo o Agustín merecer en sus Confesiones, si informan sobre los más íntimos secretos de su alma y sus experiencias religiosas, menos confianza que los arrebatos pasionales de un psicópata?
Nietzsche, que se vanagloria de «filosofar con el martillo», la ha emprendido a martillazos con el soberbio edificio de nuestra cultura occidental moderna, y he aquí que lo ha encontrado podrido. Él y Kierkegaard han sido «los dos petreles que se han adelantado a nuestra catástrofe espiritual contemporánea y la han anunciado. Una de las características esenciales de nuestro tiempo es la desvalorización de la palabra, la desespiritualización del espíritu, la ilegitimidad en todas sus formas.
Nuestra joven generación exige, más que en ningún tiempo, la prueba de autenticidad. Todo pensar y sentir y hablar «humano», «propio del hombre», es, según Pablo, falso e ilegítimo. Auténtico es tan sólo lo que «ha nacido de Dios». Todas nuestras pruebas teóricas de Dios y de Cristo son menos ejercicios y juegos mentales, construcciones de papel, si no están apoyadas y respaldadas por la vida, si no se sienten como verdades existenciales. Solamente un hombre conmovido por Dios y por Cristo es una prueba viva de Dios y de Cristo en la que el mundo puede creer. Tan solo una religión vivida convence. De ahí la gran fuerza persuasiva que emana de Pablo. Un personaje como él, que recorre el mundo en cumplimiento de un «deber» sagrado, en libertad soberana de su propio ser; que, obedeciendo en todo el poder imperativo de Dios, lucha, padece y muere con el alma serena, es un fenómeno inexplicable por razones naturales, una prueba única de Cristo. Que el judaísmo de entonces haya producido un hombre tal demuestra que aún no se apresuraba a su fin, que era una tierra madre sagrada la tierra de la cual surgieron Jesús y sus paladines. Parecía como si este pueblo milenario se hubiese agotado en un último esfuerzo como aquella planta oriental legendaria que, después de largos años de crecer, dio una flor maravillosa, para morir a continuación. Sin embargo, el que el cristianismo pudiera ganar y conservar este genio es un poderoso argumento de su fuerza educativa y de su verdad dominadora del mundo.
Por eso queremos recordar al Apóstol Pablo, esta gran figura que ha llenado los siglos y los sigue llenando porque «debemos ser y debemos saber formar hombres y mujeres: "Libres... libres... libres... libres... libres... libres con tu libertad... que vayan por todas partes con... el santo Evangelio en la boca y el santo Rosario en la mano, a ladrar como perros, a quemar como brasas e iluminar las tinieblas del mundo como soles"[8]»[9].
R.P. Carlos M. Buela
[1] Seguimos sustancialmente a J. HOLZNER, El mundo de San Pablo. Visiones sobre el mundo interior y exterior del Apóstol (Libros de Espiritualidad 12; Madrid – México – Pamplona 41965) 34-39.
[2] J. GRESHAM MACHEN, The Origin of Paul's Religion (New York 1936).
[3] In Epistola Ioannis ad Parthos, VII, 8.
[4] Monte de perfección, Vida y obras de San Juan de la Cruz (BAC; Madrid 1982) 71.
[5] Directorio de Espiritualidad del Instituto del Verbo Encarnado, 195.
[6] Cf. FRIEDRICH BÜCHSEL, Theologie des Neuen Testamentes (Gütersloch 1937).
[7] Cf. FRIEDRICH BÜCHSEL, Theologie des Neuen Testamentes (Gütersloch 1937).
[8] SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT, Oración abrasada.
[9] Directorio de Espiritualidad del Instituto del Verbo Encarnado, 197.
Señor ayúdame en mi discapacidad
porque sólo reservo mi capacidad de amar a los que acepto,
cuando debiera estar dispuesto a querer siempre.
Señor, ayúdame en mi discapacidad de entender,
porque sólo entiendo lo que me conviene
y muchas veces discuto aunque no tenga la razón.
Señor, ayúdame en mi discapacidad de hablar,
porque creo que sólo lo mío es importante,
cuando hay tanto que escuchar.
Señor, ayúdame en mi discapacidad de ver,
porque sólo le presto atención a lo que no me gusta,
aún sabiendo que todo tiene su lado bueno.
Señor, ayúdame en mi discapacidad de esperar,
porque quiero que todo sea al instante
sin tener siquiera un poquito de paciencia.
Señor, ayúdame en mi discapacidad de cambiar,
porque me aferro a lo que soy y tengo,
sin ver la riqueza de lo que eres y tienes para mí.
Señor, ayúdame en mi discapacidad de aceptar mis defectos,
porque me avergüenza reconocerlos
sin darme cuenta que es el camino para poderlos corregir.
Señor, ayúdame en mi discapacidad de reconocerme así "discpacitado".
San Mateo
Queridos hermanos y hermanas:
Continuando con la serie de retratos de los doce Apóstoles, que comenzamos hace algunas semanas, hoy reflexionamos sobre san Mateo. A decir verdad, es casi imposible delinear completamente su figura, pues las noticias que tenemos sobre él son pocas e incompletas. Más que esbozar su biografía, lo que podemos hacer es trazar el perfil que nos ofrece el Evangelio. Mateo está siempre presente en las listas de los Doce elegidos por Jesús (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13).
En hebreo, su nombre significa "don de Dios".
El primer Evangelio canónico, que lleva su nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con un apelativo muy preciso: "el publicano" (Mt 10, 3). De este modo se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos, a quien Jesús llama a su seguimiento: "Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él se levantó y le siguió" (Mt 9, 9).
También san Marcos (cf. Mc 2, 13-17) y san Lucas (cf. Lc 5, 27-30) narran la llamada del hombre sentado en el despacho de impuestos, pero lo llaman "Leví". Para imaginar la escena descrita en Mt 9, 9 basta recordar el magnífico lienzo de Caravaggio, que se conserva aquí, en Roma, en la iglesia de San Luis de los Franceses.
Los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico: en el pasaje que precede a la narración de la llamada se refiere un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm (cf. Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12), y se alude a la cercanía del Mar de Galilea, es decir, el Lago de Tiberíades (cf. Mc 2, 13-14).
De ahí se puede deducir que Mateo desempeñaba la función de recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente "junto al mar" (Mt 4, 13), donde Jesús era huésped fijo en la casa de Pedro. Basándonos en estas sencillas constataciones que encontramos en el Evangelio, podemos hacer un par de reflexiones.
La primera es que Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de "publicanos y pecadores" (Mt 9, 10; Lc 15, 1), de "publicanos y prostitutas" (Mt 21, 31).
Además, ven en los publicanos un ejemplo de avaricia (cf. Mt 5, 46: sólo aman a los que les aman) y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como "jefe de publicanos, y rico" (Lc 19, 2), mientras que la opinión popular los tenía por "hombres ladrones, injustos, adúlteros" (Lc 18, 11). Ante estas referencias, salta a la vista un dato: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración: "No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mc 2, 17). La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador. En otro pasaje, con la famosa parábola del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar, Jesús llega a poner a un publicano anónimo como ejemplo de humilde confianza en la misericordia divina: mientras el fariseo hacía alarde de su perfección moral, "el publicano (...) no se atrevía ni a elevar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!"". Y Jesús comenta: "Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado" (Lc 18, 13-14). Por tanto, con la figura de Mateo, los Evangelios nos presentan una auténtica paradoja: quien se encuentra aparentemente más lejos de la santidad puede convertirse incluso en un modelo de acogida de la misericordia de Dios, permitiéndole mostrar sus maravillosos efectos en su existencia.
A este respecto, san Juan Crisóstomo hace un comentario significativo: observa que sólo en la narración de algunas llamadas se menciona el trabajo que estaban realizando esas personas. Pedro, Andrés, Santiago y Juan fueron llamados mientras estaban pescando; y Mateo precisamente mientras recaudaba impuestos.
Se trata de oficios de poca importancia —comenta el Crisóstomo—, "pues no hay nada más detestable que el recaudador y nada más común que la pesca" (In Matth. Hom.: PL 57, 363). Así pues, la llamada de Jesús llega también a personas de bajo nivel social, mientras realizan su trabajo ordinario. Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica: Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús: "Él se levantó y lo siguió". La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios. Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente: tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo tajantemente: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19, 21). Esto es precisamente lo que hizo Mateo: se levantó y lo siguió. En este "levantarse" se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una existencia nueva, recta, en comunión con Jesús. Recordemos, por último, que la tradición de la Iglesia antigua concuerda en atribuir a san Mateo la paternidad del primer Evangelio. Esto sucedió ya a partir de Papías, obispo de Gerápolis, en Frigia, alrededor del año 130. Escribe Papías: "Mateo recogió las palabras (del Señor) en hebreo, y cada quien las interpretó como pudo" (en Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. III, 39, 16). El historiador Eusebio añade este dato: "Mateo, que antes había predicado a los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos, escribió en su lengua materna el Evangelio que anunciaba; de este modo trató de sustituir con un texto escrito lo que perdían con su partida aquellos de los que se separaba" (ib., III, 24, 6). Ya no tenemos el Evangelio escrito por san Mateo en hebreo o arameo, pero en el Evangelio griego que nos ha llegado seguimos escuchando todavía, en cierto sentido, la voz persuasiva del publicano Mateo que, al convertirse en Apóstol, sigue anunciándonos la misericordia salvadora de Dios. Escuchemos este mensaje de san Mateo, meditémoslo siempre de nuevo, para aprender también nosotros a levantarnos y a seguir a Jesús con decisión.
Papa Benedicto XVI Audiencia general del 30•08•06
Himno ( laudes )
Vosotros, que escuchasteis la llamada
De viva voz que Cristo os dirigía,
Abrid nuestro vivir y nuestra alma
Al mensaje de amor que él nos envía.
Vosotros, que invitados al banquete
Gustasteis el sabor del nuevo vino,
Llenad el vaso, del amor que ofrece,
Al sediento de Dios en su camino
-Vosotros, que tuvisteis tan gran suerte
De verle dar a muertos nueva vida,
No dejéis que el pecado y que la muerte
Nos priven de la vida recibida.
Vosotros, que lo visteis ya glorioso,
Hecho Señor de gloria sempiterna,
Haced que nuestro amor conozca el gozo
De vivir junto a él la vida eterna. Amén
ORACIÓN.
Dios nuestro, que, en tu inefable misericordia,
elegiste a San Mateo,
para transformarlo de recaudador de impuestos en un apóstol,
haz que también nosotros,
imitando su ejemplo y apoyados por su intercesión,
te sigamos con fidelidad,
cualesquiera que sean las circunstancias de nuestra vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
- Himno ( II vísperas )
¡Columnas de la Iglesia, piedras vivas!
¡Apóstoles de Dios, grito del Verbo!
Benditos vuestros pies, porque han llegado
Para anunciar la paz del mundo entero.
De pie en la encrucijada de la vida,
Del hombre peregrino y de los pueblos,
Lleváis agua de Dios a los cansados,
Hambre de Dios lleváis a los hambrientos.
De puerta en puerta va vuestro mensaje,
Que es verdad y es amor y es Evangelio.
No temáis, pecadores, que sus manos
Son caricias de paz y de consuelo.
Gracias, Señor, que el pan de tu palabra
Nos llega por tu amor, pan verdadero;
Gracias, Señor, que el pan de vida nueva
Nos llega por tu amor, partido y tierno. Amén
1196 - 16/10/08
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con el libro
sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
SEGUNDA PARTE (Final)
ORACION DESPUES DE LA COMUNION
Después de comulgar, mientras el sacerdote limpia el cáliz y recoge las cosas del altar, es recomendable guardar silencio para motivar la oración personal de agradecimiento al Señor. Los que no han comulgado, también deben orar y podrían decirle a Jesús muchas veces: Jesús, yo te amo.Cuando se ha terminado de distribuir la comunión, el sacerdote y los fieles, si se juzga oportuno, pueden orar un espacio de tiempo en secreto. Si se prefiere, toda la asamblea puede también cantar un salmo o algún otro canto de alabanza o himno (OGMR 88).A continuación, viene la oración después de la comunión en la que el sacerdote se une a toda la Iglesia y manifiesta su agradecimiento al Padre por los dones recibidos, pidiendo que los frutos de la Eucaristía sean eficaces para llevarnos a vivir siempre con Él en el cielo.
Los fieles responden:
AMEN. Si hay avisos parroquiales este es el momento, pero deben ser breves.
BENDICION FINAL
El sacerdote continúa: El Señor esté con vosotros.
Responden: Y con tu espíritu.
Y el sacerdote, bendice al pueblo con una fórmula solemne, si lo desea, en los días de fiestas, o sencillamente diciendo:La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Todos responden: Amén.- Podéis ir en paz.- Demos gracias a Dios.
El sacerdote que ha bendecido al pueblo en nombre de Dios trino, se retira, besando el altar como al principio, dejándole un beso a Jesús como agradecimiento por haberle permitido celebrar la gran maravilla de la Eucaristía.
CANTO DE DESPEDIDA
Termina la celebración con el canto de despedida, mientras se retira el sacerdote del altar, aunque es bueno que el sacerdote permanezca en el altar hasta que se termine la canción. En algunos lugares, los sacerdotes tienen la buena costumbre de salir a la puerta, durante la última canción, para saludar a los feligreses. En algunos días especiales, es conveniente tener una pequeña recepción para tomar unas bebidas con galletas y así compartir juntos la alegría de la misa y conocerse mejor.
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
1195 - 15/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con el libro
sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
SEGUNDA PARTE. (Continuación)
d) COMUNION DEL SACERDOTE Y DEL PUEBLO (Continuación)
ORACIONES ANTES O DESPUES DE LA COMUNION:Señor Jesús, creo que estás
realmente presente en la Eucaristía
con tu cuerpo, sangre, alma y divinidad.
Oigo tu invitación: Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.Tomen y coman:
Esto es mi Cuerpo.Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
* * * * * * *Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad.
Todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis:a Vos, Señor, lo torno. Todo es Vuestro.
Disponed a toda vuestra voluntad, dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta. Amén.
* * * * * * *Alma de Cristo, santifícame.Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús!, óyeme.Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo malo, defiéndeme.En la hora de mi muerte,
llámame
y mándame ir a Ti
para que con tus santos te alabe
por los siglos de los siglos. Amén.
COMUNION ESPIRITUAL
¡Oh Jesús mío!,yo creo que estás presente en el Santísimo sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte dentro de mi alma.
Pero, como ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven, al menos, espiritualmente a mi corazón.
Y, como si ya te hubiera recibido, te abrazo y me uno a Ti.
No permitas, Señor,que me aparte de tí.
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
1194 - 14/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con el libro
sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
SEGUNDA PARTE. (Continuación)
d) COMUNION DEL SACERDOTE Y DEL PUEBLO (Continuación)
Decía santa Teresa de Jesús: Cuando no podáis comulgar ni oír misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho. El mismo concilio de Trento afirmaba: Aquellos que comen en deseo aquel celeste pan eucarístico, experimentan su fruto y provecho por la fe viva que obra por la caridad (Denz 881).De todos modos, quienes pueden comulgar deberían hacerlo todos los días a ser posible. La Iglesia recomienda comulgar siempre que se asista a la misa, pero especialmente los domingos, cuando hay obligación de asistir. Venir a misa y no comulgar es como ir a un banquete y no comer.
Y eso será un pecado de omisión del que Dios nos pedirá cuentas.Desde el concilio IV de Letrán (1215) es obligación grave comulgar, al menos, una vez al año (canon 920).
Además, el que ha recibido la comunión, puede recibirla de nuevo el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística que participe (canon 917). Se puede, pues, comulgar dos veces al día, normalmente en la mañana y otra en la tarde. Para comulgar, es preciso abstenerse de tomar alimento y bebida (excepto agua y medicina) al menos una hora antes de comulgar (canon 919). Y, si alguno es consciente de estar en pecado grave, no debe comulgar sin antes confesarse sacramentalmente.
La comunión es algo tan sublime que hay que darle la máxima importancia. No puede recibirse por costumbre o por un compromiso social. Hay que prepararse lo mejor posible y, después dar gracias durante un tiempo prudencial. Decía santa Magdalena de Pazzi: Los minutos que siguen a la comunión son los más preciosos de nuestra vida. Son los minutos más propicios de nuestra parte para tratar con Dios y, de su parte, para comunicarnos su amor.
La comunión es el mejor alimento espiritual y el mejor medio de santificación. Pero no olvidemos que la misa y la comunión están íntimamente unidas. Se puede comulgar fuera de la misa, pero como algo excepcional.
También es importante que, durante el día, podamos hacer algunas visitas a Jesús Eucaristía. Y, si no podemos, por estar enfermos o por vivir en lugares distantes, al menos, hagamos visitas y comuniones espirituales frecuentes a Jesús sacramentado.
Como aquellos cristianos de las islas de Kiribati, que se reunían los domingos a orar en la playa y el catequista les decía: Ahora vamos a adorar a Jesús, que está en las iglesias de Tahití a 5.000 Kms de distancia. Ciertamente para Jesús no hay distancia. El amor es la distancia más corta entre dos personas y, sobre todo, entre Jesús y nosotros. Por eso, la comunión es el medio más sublime que Dios nos ha dado para unirnos a Él.
Comulgar debe ser una verdadera fiesta para nosotros. Comulgar con Jesús es una fiesta que ni los ángeles pueden tener, porque no pueden comulgar. Hagamos de cada misa una fiesta, viviéndola intensamente y recibiendo a Jesús en la comunión.
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
1193 - 13/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con el libro
sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
SEGUNDA PARTE. (Continuación)
d) COMUNION DEL SACERDOTE Y DEL PUEBLO (Continuación)
El sacerdote se prepara con una oración en secreto para recibir con fruto el cuerpo y la sangre de Cristo. Los fieles hacen lo mismo, orando en silencio (OGMR 84).
A continuación, el sacerdote presenta la hostia partida sobre la patena o sobre el cáliz, diciendo: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor (u otras parecidas palabras).
Al decir Cordero de Dios, está refiriéndose a Jesús como Cordero pascual. Y nosotros celebramos la gran fiesta de la Pascua, es decir, de su resurrección, comiendo el Cordero pascual, que es Cristo.
El pueblo responde con las palabras del centurión (Mt 8,8): Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.A continuación, comulga el sacerdote. Mientras comulga, comienza el canto de comunión. El canto se prolonga mientras el sacerdote administra la comunión a los fieles, diciendo: El cuerpo de Cristo.
Al decir El cuerpo de Cristo, está recalcando que Jesús, no sólo está como Dios en unión con el Padre y el Espíritu Santo en la hostia consagrada, sino que está también como hombre, con su cuerpo humano. Y todos responden: AMÉN.
Todos deben responder con voz clara el Amén antes de recibir la hostia para reafirmar su fe en la presencia viva y real de Jesús en la Eucaristía. Pero todos deben tener en cuenta lo que dice san Pablo: El que come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, se hace reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese pues, el hombre a sí mismo y, entonces, coma del pan y beba del cáliz pues el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación (1 Co 11, 27-29).
Pero si lo recibe dignamente, será para él el mejor alimento espiritual y la mayor fuente de bendiciones en su vida.Ya hemos, dicho anteriormente, que la comunión es el momento más importante y sublime de cada día, porque es el momento de mayor unión con Dios por medio de la humanidad de Jesús. Por Jesús llegamos al Padre en unión con el Espíritu Santo. María siempre nos acompaña con nuestro ángel, cuando vamos a comulgar. Y sería muy conveniente invitar expresamente a todos los ángeles y santos para que nos ayuden a recibir y agradecer dignamente a Jesús sacramentado.Suele decirse que las especies sacramentales permanecen en nosotros durante unos diez o quince minutos. Es decir, que nuestra unión sacramental con Jesús dura unos diez o quince minutos. Por ello, durante este tiempo, no debemos distraernos ni salir del templo. Debemos estar en oración con Jesús en nuestro corazón.
Si alguna persona no puede comulgar por algún motivo especial, por no tener regularizado su matrimonio o por estar en pecado grave, puede arrepentirse y comulgar espiritualmente. La comunión espiritual es una buena práctica que podemos renovar muchas veces al día. Consiste en desear ardientemente recibir sacramentalmente a Jesús; pero, al no poder hacerlo, le manifestamos nuestro deseo lleno de amor, porque queremos unirnos a Él y ser Uno con Él.Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
jueves, octubre 23, 2008
1192 -12/10/2008
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con el libro sobre:
LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
SEGUNDA PARTE. (Continuación)
RITO DE LA COMUNION
a) PADRE NUESTRO
Comienza la última parte de la misa con la oración dominical u oración del Señor, que es el padrenuestro. Después, continúa el sacerdote con otra oración que es como ampliación de la última petición: líbranos del mal. Y comienza: Líbranos, Señor de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.Y todos responden: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor. b) RITO DE LA PAZ
A continuación, el sacerdote con las manos extendidas y en voz alta dice la oración:
"Señor Jesucristo, que dijiste" y,
al terminarla, extendiendo y juntando las manos, anuncia la paz, vuelto al pueblo, mientras dice: "La paz del Señor esté siempre con vosotros", y
el pueblo responde:
"Y con tu espíritu".
Luego el sacerdote, si se juzga oportuno, añade:
"Daos fraternalmente la paz" (OGMR 154).
En ese momento, conviene que cada uno exprese sobriamente la paz sólo a quienes tiene más cerca (OGMR 82), lo que debe hacerse sin moverse de su lugar.
c) FRACCION DEL PAN
En la liturgia de la Iglesia primitiva la fracción del pan (partir la hostia para consumirla) revestía mucha importancia. Entonces usaban panes grandes fermentados que los fieles habían presentado en el Ofertorio con el vino. Cuando se sustituyó el pan fermentado por el ácimo y se usaron las hostias actuales, se fue perdiendo el simbolismo de este gesto de partir el pan. Cristo es el pan partido para la salvación del mundo. Por eso, san Pablo dice: El pan es uno y somos muchos en un solo Cuerpo, pues todos participamos del mismo pan (1 Co 10,17).
Y porque participamos todos del mismo pan, que es Cristo, todos estamos unidos en Cristo por la comunión. La comunión eucarística debe ser también común unión con los hermanos. De ahí que la misa dominical debe llevarnos a algunas acciones concretas de caridad para que nuestra fiesta eucarística sea compartida también con otros, a quienes podamos llevar la alegría que Cristo nos ha dado.Este gesto de partir los panes era tan importarte en los primeros siglos que, desde el principio, se llamaba fracción del pan a la misa. Porque sin fracción del pan no habría comunión y sin comunión la misa sería un banquete sin comida.
En el libro de los Hechos de los apóstoles se nos dice que aquellos primeros cristianos perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles y en la unión, en la fracción del pan (misa) y en la oración (Hech 2,42).
Y diariamente acudían al templo, partían el pan en las casas (celebraban la misa en las casas), tomaban su alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios en medio del general favor del pueblo (Hech 2, 46-47).Este gesto de la fracción del pan resume un poco la vida de Cristo y lo que debe ser también la nuestra: un romperse por los demás, un entregarse totalmente a su servicio. Este gesto debería ser más visible y expresivo.
En las catacumbas de Roma, los cristianos pintaban al sacerdote, partiendo el pan eucarístico para simbolizar la celebración de la misa.El sacerdote realiza la fracción del pan y deposita una partícula de la hostia en el cáliz, para significar la unidad del cuerpo y de la sangre del Señor en la obra salvadora, es decir, del cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso.
El coro o cantor canta normalmente la súplica "Cordero de Dios" con la respuesta del pueblo; o lo dicen al menos en voz alta. Esta invocación acompaña a la fracción del pan y, por eso, puede repetirse cuantas veces sea necesario hasta que concluye el rito. La última vez se concluye con las palabras: "danos la paz" (OGMR 83). (Continuará)
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.