miércoles, abril 15, 2009

25 de Marzo: La Encarnacion del Señor:Día del Niño por Nacer: "RECIBIR CON AMOR Y GRATITUD EL DON DE LA VIDA".- Oremos juntos. LuisMaria

“RECIBIR CON AMOR Y GRATITUD EL DON DE LA VIDA”

 

Mensaje de monseñor Martín de Elizalde OSB, obispo de Nueve de Julio con motivo del Día del Niño por Nacer

(25 de marzo de 2009)

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

El misterio de la Encarnación del Verbo ilumina, desde la perspectiva de la fe revelada, la facultad que Dios otorgó al hombre y la mujer de engendrar una vida nueva. Participan así de la obra creadora de Dios, y preparan la incorporación de este nuevo ser, a quien Dios infundió el alma espiritual, a la familia de los hijos. El Hijo de Dios, en efecto, tomó nuestra naturaleza, en todo semejante a nosotros menos en el pecado, y la hizo suya, y nos confió la llamada a ser hijos de Dios. Por la venida del Salvador, el don precioso de la vida es el comienzo de la dignidad de la persona, y también de la vocación a la eternidad, al ser vencida la muerte y derrotado el pecado.

 

1. En esta solemnidad de la Anunciación del Señor damos gracias a Dios por la Encarnación de su Hijo, con que se inicia el camino de nuestra redención, y unimos en el mismo gesto la gratitud por toda vida nueva, por cada pequeño ser que está albergado en el vientre materno. Damos gracias por la vida, damos gracias por la alegría y la esperanza que ella procura a los padres, a la familia y a la comunidad toda; pedimos por una feliz gestación, por el nacimiento de un hermano nuestro que iluminará ese hogar y que, una vez incorporado a la Iglesia por el bautismo, ha de ser testigo de Cristo, partícipe de su vida en el Espíritu y llamado a irradiar con sus obras y sus acciones el Evangelio.

 

Por eso, invitamos a las madres embarazadas que se acerquen en este día a las parroquias y capillas, para participar de la Eucaristía y, al mismo tiempo, recibir una especial bendición que las aliente y fortalezca en su espera. De esta manera podrán anticipar, en la fe y en la oración, el nacimiento de sus hijos, confiándoselos a Dios, y comprometiéndose, como verdaderos fieles, al bautismo y a la educación cristiana de los mismos.

 

2. Las cuestiones relativas a la procreación y a la conservación y unidad de la vida engendrada en el seno materno son cada vez más complejas. El Magisterio de la Iglesia ha acompañado este desarrollo, provocado por el avance de la ciencia y el estímulo de la búsqueda de mayores conocimientos y su eventual aplicación, actualizando la expresión de su doctrina, en un ámbito que afecta tanto a las conciencias y alcanza niveles muy profundos de la sensibilidad y de la reflexión humana. La intervención de la ciencia permite conocer mejor estos delicados procesos, contribuye a que la misma vida incipiente sea asistida y protegida, resuelve casos dolorosos y contribuye a que muchas parejas logren concebir los hijos tan deseados. Pero también ha aumentado el riesgo de la manipulación, determinando efectos que son producto del egoísmo, de intereses, de ideologías. Como creyentes en el Dios de la Vida no podemos aceptar estos criterios, que encierran además un peligro para las conciencias y para la misma familia humana, en todos sus aspectos.

 

3. La reciente Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones de bioética Dignitas personae, fechada el pasado 8 de septiembre de 2008, es un instrumento necesario, muy bienvenido, para formar la conciencia de los cristianos, y recordar, incluso fuera del ámbito de los católicos, para quienes poseen el sentido más amplio del respeto por el ser humano, los principios fundamentales que a menudo son silenciados cuando no abiertamente contrariados por las autoridades civiles, los agentes sanitarios y los educadores de la sociedad. Leemos en el citado documento: “Juzgando desde el punto de vista ético algunos resultados de las recientes investigaciones de la medicina sobre el hombre y sus orígenes, la Iglesia no interviene en el ámbito de la ciencia médica como tal, sino invita a los interesados a actuar con responsabilidad ética y social. Les recuerda que el valor ético de la ciencia biomédica se mide tanto con referencia al respeto incondicional debido a cada ser humano, en todos los momentos de su existencia, como a la tutela de la especificidad de los actos personales que transmiten la vida” (n. 10).

 

4. En el marco litúrgico de la solemnidad de la Anunciación, queremos reafirmar cuanto la Iglesia nos enseña sobre el respeto a la vida, especialmente la de los niños en el seno materno, y agregar algunas consideraciones cuya aplicación será de ayuda en estas cuestiones delicadas:

 

A. La vida es un don de Dios, y por ello la recibimos con gratitud y la cuidamos con amor. Ello se expresa finalmente en el respeto por la vida de los niños no nacidos, desde los primeros momentos de su concepción. Hay métodos y procedimientos con embriones, que son francamente inmorales, aunque la legislación vigente los admita y alguna corriente científica los justifique. Recomiendo la lectura y el estudio de la Instrucción que hemos mencionado, especialmente a las autoridades sanitarias y científicas y a los profesionales de la salud, pero también a los fieles que necesitan formarse en estas cuestiones y a todos aquellos que puedan encontrarse en situación de participar, sin el debido conocimiento, en prácticas de este tipo. Nos encontramos frente a propuestas sofisticadas, producto de investigaciones y experimentos de gran complejidad, y que pueden atraer como una promesa de mejor calidad de vida y una solución para determinados problemas. Tienen sin embargo el riesgo de procurar sus fines a un costo altísimo, que es la vida inocente, y de abrir la puerta a políticas eugenésicas y a proyectos de dominación que se apoyan en el empobrecimiento demográfico, en el debilitamiento moral y en la pérdida del sentido de familia. El mal del aborto se encuentra oculto en estas prácticas, como se encuentra en otras maneras más evidentes y directas, que constituyen un flagelo moral de nuestro tiempo. La conciencia del cristiano no puede consentir a ellas.

 

B. No podemos dejar de lamentar el incremento y la promoción de las prácticas abortivas y la publicidad con que se difunden esas propuestas. Corresponde en primer lugar señalar el uso de eufemismos, como interrupción de embarazo, aborto terapéutico, despenalización, tanto que el mismo término “aborto” se ha vuelto una expresión casi banal, anodina, de una práctica médica, sin atender a lo que es en verdad: el asesinato de una vida indefensa.

 

C. Las costumbres promiscuas y permisivas, la influencia del alcohol y las drogas, la indiferencia por los vínculos estables y por la misma santidad del sacramento, producen los efectos no queridos de embarazos de adolescentes o extramatrimoniales, sin una perspectiva de vida digna. Al no contar con el necesario afecto paterno y materno, condición habitual para un desarrollo logrado, aparecen graves carencias físicas y síquicas. Es esta situación la que induce a recurrir al aborto en muchos casos, como si la supresión del fruto de esa unión pudiera hacer olvidar la fragilidad de esa misma relación que no se funda en el amor ni tiene la estabilidad del compromiso personal. Sin una conversión de los espíritus y una transformación de las costumbres, que trascienda la genitalidad para centrarse en las condiciones humanas de la relación con una apertura a la vocación sobrenatural de hombres y mujeres, no podrán evitarse los efectos destructivos de una conducta hedonista y permisiva.

 

Por todo ello, la solemnidad de la Anunciación,- que nos coloca frente al misterio de la Vida que salva y de nuestra propia vida que es salvada por el Señor de la Vida -, es ocasión para renovarnos en la alegría y confianza con que acogemos el nacimiento de toda vida, y para comprometernos en la defensa de tantos inocentes que son sacrificados por comodidad, por egoísmo o por la fría e implacable voluntad de obtener resultados inmediatos. Unidos en la acción de gracias por este don tan grande, pedimos por una mayor conciencia de las realidades y situaciones que están en juego, y por las soluciones más justas y dignas.

 

María, Madre de Dios y madre nuestra, que llevó en su seno con esperanza a Jesús, acompañe y guíe a todas las madres, y sostenga con su intercesión a los padres, para que con amor y responsabilidad acompañen a sus esposas, y sea siempre protegida la vida de cada niño. 

Mons. Martín de Elizalde OSB, obispo de Nueve de Julio, Buenos Aires, Argentina


 

 

 Que donde haya odio ponga yo amor.

Un testimonio de amor que nos llega desde la guerra de Bosnia-Herzegovina.

Sor Lucy Vertrusc

 

Soy Lucy, una de las jóvenes religiosas que ha sido violada por los soldados serbios. Le escribo, Madre, después de lo que nos ha sucedió a mis hermanas Tatiana, Sandria y a Mí

Permítame no entrar en detalles del hecho, hay en la vida experiencias tan atroces que no pueden confiarse a nadie más que a Dios, a cuyo servicio, hace apenas un año, me consagré.

            

Mi drama no es tanto la humillación que padecí como mujer, ni la ofensa incurable hecha a mi vocación de consagrada, sino la dificultad de incorporar a mi fe un evento que ciertamente forma parte de la misteriosa voluntad de Aquél, a quien siempre consideraré mi Esposo divino.

            

Hace pocos días que había leído "Diálogos de Carmelitas", y espontáneamente pedí al Señor la gracia de poder también yo morir mártir. Dios me tomó la palabra, pero ¡de qué manera! Ahora me encuentro en una angustiosa oscuridad interior. Él ha destruido el proyecto de mi vida, que consideraba definitivo y exultante para mí y me ha introducido de improviso en un nuevo designio suyo que, en este momento, me siento incapaz de descubrir.

            

Cuando adolescente escribí en mi Diario: Nada es mío, yo no soy de nadie, nadie me pertenece. Alguien, en cambio, me apresó una noche, que jamás quisiera recordar, me arrancó de mi misma, queriendo hacerme suya...

            

Era ya de día cuando desperté y mi primer pensamiento fue el de la agonía de Cristo en el Huerto. Dentro de mí se desencadenó una lucha terrible. Me preguntaba por qué Dios permitió qué yo fuese desgarrada, destruida precisamente en lo que era la razón de mi vida; pero, también me preguntaba a qué nueva vocación Él quería llamarme.

            

Me levanté con esfuerzo y mientras ayudada por Josefina me enderezaba, me llegó el sonido de la campana del convento de las Agustinas, cercano al nuestro, que llamaba a la oración de las nueve de la mañana.

            

Hice la señal de la cruz y recité mentalmente el himno litúrgico: En esta hora sobre el Gólgota, / Cristo, verdadero Cordero Pascual, paga el rescate de nuestra salvación.

            

¿Qué es, Madre, mi sufrimiento y la ofensa recibida, comparados con el sufrimiento y la ofensa de Aquél por quien había jurado mil veces dar la vida?  Dije despacio, muy despacio: Que se cumpla tu voluntad, sobre todo ahora que no tengo dónde aferrarme y que mi única certeza es saber que Tú, Señor, estás conmigo.

            

Madre, le escribo no para buscar consuelo, sino para que me ayude a dar gracias a Dios por haberme asociado a millares de compatriotas ofendidas en su honor y obligadas a una maternidad indeseada. Mi humillación se añade a la de ellas, y porque no tengo otra cosa que ofrecer en expiación por los pecados cometidos por los anónimos violadores y para reconciliación de las dos etnias enemigas, acepto la deshonra sufrida y la entrego a la misericordia de Dios.

            

No se sorprenda, Madre, si le pido que comparta conmigo un "gracias" que podría parecer absurdo. En estos meses he llorado un mar de lágrimas por mis dos hermanos asesinados por los mismos agresores que van aterrorizando nuestras ciudades, y pensaba que no podría sufrir más, qué tan lejos estaba de imaginar lo que me habría de suceder!

            

A diario llamaban a la puerta de nuestro convento centenares de criaturas hambrientas, tiritando de frío, con la desesperación en los ojos.  Hace unas semanas un muchacho de dieciocho años me dijo: Dichosas ustedes que han elegido un lugar donde la maldad no puede entrar. El chico tenía en la mano el rosario de las alabanzas del Profeta. Y añadió en voz baja: Ustedes no sabrán nunca lo que es la deshonra.

            

Pensé largamente sobre ello y me convencí de que había una parte secreta del dolor de mi gente que se me escapaba y casi me avergoncé de haber sido excluida.  Ahora soy una de ellas, una de las tantas mujeres anónimas de mi pueblo, con el cuerpo desbastado y el alma saqueada.  El señor me admitió a su misterio de vergüenza.  Es más, a mí, religiosa, me concedió el privilegio de conocer hasta el fondo la fuerza diabólica del mal.

            

Sé que de hoy en adelante, las palabras de ánimo y de consuelo que podré arrancar de mi pobre corazón, ciertamente serán creíbles, porque mi historia es su historia, y mi resignación, sostenida por la fe, podrá servir si no de ejemplo, por lo menos de referencia de sus reacciones morales y afectivas.

             

Basta un signo, una vocecita, una señal fraterna para poner en movimiento la esperanza de tantas criaturas desconocidas.

            

Dios me ha elegido -que Él me perdone esta presunción- para guiar a las más humilladas de mi pueblo hacia un alba de redención y de libertad.  Ya no podrán dudar de la sinceridad de mis palabras, porque vengo, como ellas, de la frontera del envilecimiento y la profanación.

             

Recuerdo que cuando frecuentaba en Roma la universidad para la Licenciatura en Letras, una anciana eslava, profesora de literatura, me recitaba estos versos del poeta Alexej Mislovic: Tú no debes morir porque has elegido estar/ de la parte del día.

            

Ahora ya todo pasó y al volver hacia atrás tengo la impresión de haber sufrido una terrible pesadilla.Todo ha pasado, Madre, pero, todo empieza. En su llamada telefónica, después de sus palabras de aliento, que le agradeceré toda la vida, usted me hizo una pregunta concreta: ¿Qué harás de la vida que te han impuesto en tu seno?  Sentí que su voz temblaba al hacerme esa pregunta, pregunta a la que no creí oportuno responder de inmediato; no porque no hubiese reflexionado sobre el cambio a seguir, sino para no turbar sus eventuales proyectos respecto de mí.  Yo ya decidí.  Seré madre.  El niño será mío y de nadie más.  Sé que podría confiarlo a otras personas, pero él - aunque yo no lo quería ni lo esperaba- tiene el derecho a mi amor de madre.  No se puede arrancar una planta con sus raíces.  El grano de trigo caído en el surco tiene necesidad de crecer allí, donde el misterioso, aunque inicuo sembrador le echó para crecer.

            

Realizaré mi vocación religiosa de otra manera. Nada pediré a mi congregación que me ha dado ya todo. Estoy muy agradecida por la fraterna solidaridad de las hermanas, que en este tiempo me han llenado de delicadezas y atenciones, y particularmente por no haberme importunado con preguntas indiscretas.

Me iré con mi hijo, no sé adonde; pero Dios, que rompió de improviso mi mayor alegría, me indicará el camino a recorrer para hacer su voluntad.

            

Volveré pobre, retomaré el viejo delantal y los zuecos que usan las mujeres los días de trabajo y me iré con mi madre a recoger en nuestros bosques la resina de la corteza de los árboles...

Alquien tiene que empezar a romper la cadena de odio que destruye desde siempre nuestros países. Por eso, al hijo que vendrá le enseñaré sólo el amor. Este mi hijo, nacido de la violencia, testimoniará junto a mí la única grandeza que honra al ser humano que es el perdón.

            

Revista de Espiritualidad

Número 7-Año 2-Junio 11; Agosto 2000


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