Queridos amigos: Paz y Bien.
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con
el libro sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
SEGUNDA PARTE. (Continuación)
De la misma manera, al decir el sacerdote Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre…, el sacerdote y el fiel comprometido debe entender que está renovando su entrega de dar su sangre y su vida por los demás (será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados).
Y dice que es sangre de la alianza nueva y eterna. La sangre que representa nuestra vida es la sangre de Cristo que nos alimenta en la comunión y que, al comulgar, realiza una alianza nueva y eterna entre Cristo y nosotros.¡Qué importante es renovar cada día, en la misa y comunión, esta alianza con Jesús! Esto deben hacerlo de modo especial los sacerdotes y religiosas, que están comprometidos de por vida por su compromiso radical con Dios.
Por último, se dice: Haced esto en conmemoración mía. El texto griego dice touto poiei eis ton emen anmnesin.
La misa no es un simple recuerdo, sino una realidad. Jesús se ha hecho realmente presente, el mismo Jesús de Nazaret que nació en Belén y murió en la cruz.
Cuando Jesús dijo esas palabras en la última cena, los apóstoles entendieron que podían celebrar lo mismo que él había celebrado y hacer realidad su cuerpo y sangre al consagrar el pan y el vino.
¿Estás tú hermano unido íntimamente a Cristo?
¿Tu vida y la de Cristo están unidas?
¿Estás totalmente disponible para hacer siempre y en todo su santa voluntad?
Eso es lo que espera Jesús de ti. Haz una consagración de tu vida a Jesús. Ofrécele todo lo que tienes y todo lo que eres por medio de María y vive la misa como una renovación diaria de tu compromiso vital con Cristo.
Después de la consagración, el sacerdote canta o recita: Este es el sacramento de nuestra fe. El Papa Juan Pablo II, en la carta a los sacerdotes para el jueves Santo del 2005, les decía: Al decir "Este es el sacramento de nuestra fe", el sacerdote manifiesta después de la consagración del pan y el vino el estupor siempre nuevo por el prodigio extraordinario que ha tenido lugar entre sus manos. Un prodigio que sólo los ojos de la fe pueden percibir. Los elementos naturales no pierden sus características externas, ya que las especies siguen siendo las del pan y del vino, pero su sustancia por el poder de la palabra de Cristo y la acción del Espíritu Santo se convierte en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo. Por eso, sobre el altar está presente verdadera, real y sustancialmente, Cristo, muerto y resucitado, en toda su humanidad y divinidad.Y el pueblo responde gozoso, si fuera posible cantando: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor, Jesús!También puede decirse: Aclamen el misterio de la redención.Y responden: Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.O bien se puede decir: Cristo se entregó por nosotros.Y se responde: Por tu cruz y tu resurrección nos has salvado, Señor.
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
miércoles, octubre 22, 2008
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