Queridos amigos: Paz y Bien.
En el día de hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, continuamos con
el libro sobre: LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
SEGUNDA PARTE. (Continuación)
f) PLEGARIA EUCARISTICA - (Continuación)
Después de esta aclamación, el sacerdote ofrece al Padre, como ministro de Cristo y de la Iglesia, el pan y el vino consagrados. Como dice la plegaria IV: Te ofrecemos su cuerpo y su sangre, sacrificio agradable a Ti y salvación para todo el mundo.
Después, viene la segunda epiclesis o segunda invocación al Espíritu Santo. Se dice en la segunda plegaria: Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del cuerpo y sangre de Cristo.
También se pide, de modo especial, por el Papa, por el obispo, por todos los sacerdotes y por toda la Iglesia. Y se ora por todos los difuntos y, en concreto, por aquellos por quienes se estuviera celebrando la misa. Se invoca a María, a los apóstoles y a los santos para que vengan e nuestra ayuda. En la primera plegaria se menciona especialmente a san José en unión de los mártires.
Y la plegaria eucarística termina con el Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios, Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.
El por Cristo lo reza solo el sacerdote, pero todos debemos asentir diciendo con fuerza y con aceptación total Amén, es decir, así es y que así sea. Es conveniente cantar todos los días este Amén pues todos debemos, en ese momento, decir con fuerza y verdad: Todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
En algunas parroquias los sacerdotes cantan todos los días en la misa el Amén, mientras sostienen en alto con sus manos la patena y el cáliz. Es un momento muy importante, el del verdadero ofertorio, en el que el sacerdote no ofrece simplemente el pan y el vino, sino al mismo Jesús en persona con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Es un momento en que el sacerdote y todos los presentes pueden ofrecerse con Jesús, mientras se van diciendo las palabras con Cristo, con Él y en Él. Vivamos ese momento con fe, entrega y generosidad, y digamos con fuerza, cantando: Amén.Para mí, personalmente, este momento es muy especial y, mientras tengo levantados la hostia y el cáliz, me voy ofreciendo con Jesús al Padre. Son momentos solemnes muy significativos y expresivos. (Continuará).
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
miércoles, octubre 22, 2008
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