domingo, septiembre 28, 2008

1173 - 23/09/2008

Queridos amigos: Paz y Bien.

Hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, comenzamos con el libro sobre: LA SANTA MISA.

Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.

Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)

PRIMERA PARTE:

Tema: LA MISA.



En esta primera parte, queremos hacer unas reflexiones sobre lo que es la misa y la importancia de la misa dominical en la vida de cada cristiano. Igualmente, la comunión es sumamente importante, pues la misa sin comunión quedaría incompleta.



LA MISA (Continuación)



Algunos autores, en vez de decir que el sacerdote hace presente o actualiza el sacrificio de Cristo, prefieren decir que el sacerdote se hace presente aquí y ahora al único sacrificio de Cristo que se prolonga a lo largo de los siglos.



Para poner un ejemplo, nosotros solemos decir que el sol sale todos los días, pero el sol no sale, está aquí, es la tierra la que va a su encuentro, la que se hace presente a él y así participa cada día de sus beneficios. De la misma manera, podemos decir que el sacerdote en cada misa nos lleva, nos hace presentes a ese único sacrificio de Cristo, que ya está ahí permanentemente, al igual que el sol, pero que no podemos disfrutarlo hasta que se celebra la misa aquí y ahora por medio del sacerdote.



Muchos autores dicen que la misa es el memorial del infinito amor de Dios. Una hermosa definición que quiere decir que el amor infinito de Dios se hace presente entre nosotros en el momento de la celebración de la misa por el sacerdote, de modo que Dios derrama su infinito amor sobre nosotros por medio del Espíritu Santo. El Espíritu Santo realiza en la misa la transformación del sacerdote en Cristo. Durante la misa, el sacerdote podría decir: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2, 20). Entre los dos hay una especie de transustanciación, pues Cristo se apodera de todo su ser para poder celebrar con él y en él.



El Papa Juan Pablo II decía que el sacerdote celebra la misa "in persona Christi" (en la persona de Cristo), que quiere decir más que en nombre de o en vez de Cristo. En persona quiere decir, en la identificación específica sacramental con el sumo y eterno sacerdote que es el autor y el sujeto principal de su propio sacrificio en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie.



El sacerdote en la misa es ministro de Cristo y le presta a Jesús su cuerpo, sus manos, su voz, para celebrarla. De aquí se comprende cuán santo debe ser el sacerdote al celebrar la misa y cuán puro debe ser de alma y cuerpo para unirse a la víctima divina y ser UNO con Él. ¿Podemos imaginar cómo se sentirá Jesús al unirse a un sacerdote que está muerto por dentro por el pecado y es un cadáver ambulante? ¿O a un sacerdote indiferente que no es consciente de lo que hace, celebrando sin fe y sin amor?

También los fieles deben vivir su misa, uniéndose a Jesús y ofreciéndose con Él por la salvación del mundo. Deben asistir participando con Jesús y uniéndose a Jesús para ser UNO con Él en la comunión. Y deben vivir esta unión, siendo lo más puros posible en cuerpo y alma. Jesús en cada misa se acerca a nosotros humilde y sencillo bajo la apariencia de un pequeño pedazo de pan. En la primera Navidad se presentó bajo la apariencia de un niño pequeñito, que lloraba y tenía frío. Y quiere que lo recibamos con mucho amor, como María y José, y como los pastores y los magos hace dos mil años.

Jesús viene a nosotros en cada misa, y con Él viene el Padre y el Espíritu Santo. También le acompaña María y José como aquella noche de Navidad. Incluso, se hacen presentes para adorar a Jesús todos los santos y ángeles del universo. Y también toda la humanidad y toda la creación. (Continuará)

Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias. José Luis Elizalde Esparza.

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