Queridos amigos: Paz y Bien.
Hoy, siguiendo con las enseñanzas de la Iglesia sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía, comenzamos con el libro sobre:
LA SANTA MISA.
Fuente: LA MISA, UNA FIESTA CON JESUS.
Autor: P. Angel Peña Benito, misionero agustino recoleto, con sede en Lima (Perú)
PRIMERA PARTE:
Tema: LA MISA.
En esta primera parte, queremos hacer unas reflexiones sobre lo que es la misa y la importancia de la misa dominical en la vida de cada cristiano. Igualmente, la comunión es sumamente importante, pues la misa sin comunión quedaría incompleta.
LA MISA
La misa es el memorial de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Memorial es hacer vivo y real entre nosotros, ahora, un acontecimiento salvífico que tuvo lugar en tiempos pasados. El sacerdote en la misa actualiza, renueva y realiza eficazmente la obra de la Redención: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Por eso, decimos que la misa es el memorial de la Redención. Pero ¿cuál es la esencia de la Redención? El ofrecimiento que Jesús hizo de sí mismo al Padre desde el primer momento de su existencia y que tuvo su punto clave y culminante en la cruz. Por eso, en sentido estricto, podemos decir que la misa es el ofrecimiento que Jesús hizo de sí mismo en la cruz, derramando su sangre por nosotros. Pero de modo más amplio, podemos decir que la misa es el ofrecimiento que Jesús hizo de sí mismo en cada momento de su vida y que sigue haciendo hasta el fin del mundo.
Un momento trascendental de este ofrecimiento tuvo lugar en la Última cena, que fue un ofrecimiento total con la transustanciación del pan y del vino, que representaban a su cuerpo y a su sangre. Por eso, nuestras misas, celebradas por un sacerdote, son incruentas como la Última cena, pero en las que también hay un ofrecimiento total de Cristo con la transustanciación del pan y del vino.
La misa de la Última cena se celebró en el contexto de una cena familiar. Por eso, nuestras misas deben ser también familiares como una cena familiar entre hermanos para disfrutar de la alegría de la presencia viva de Jesús vivo y resucitado. Pero para que nuestra misa sea realmente bien vivida y no seamos meros espectadores, debemos ofrecernos con Jesús al Padre por la salvación del mundo.
Vivir la misa es vivir íntimamente la unión con Jesús, amarlo hasta hacernos UNO con Él, especialmente en el momento de la comunión. Vivir la misa es hacer de nuestra vida entera una misa de amor por el continuo ofrecimiento de todo lo que somos y tenemos a Jesús, empezando por nuestra propia voluntad.
Jesús y la misa son dos realidades íntimamente unidas. La misa es Jesús, ofreciéndose al Padre. Jesús, en cuanto tal, como hombre y como Dios, tiene que ofrecerse constantemente al Padre para cumplir su misión. De ahí que Jesús y la misa no pueden separarse. Podemos decir que no hay más que una sola misa, la misa de Jesús. La misa celebrada por los sacerdotes no es más que la actualización, aquí y ahora, de la misa permanente de Jesús. (Continuará)
Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.
domingo, septiembre 28, 2008
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