Padre Pio de Pietrelcina quiere mucho al Niño Jesús, y muchas veces está consolado por Él, especialmente en las dificultades y en el sufrimiento. Así escribe, el Padre, el 28 junio del 1912, a padre Agostino:
"Por fin vino el pargoletto Jesús al que dije de querer sólo hacer su voluntad. Me consoló y me aseguró los sufrimientos de la noche. Ay Dios, como palpitó mi corazón, como ardieron mis mejillas cerca de este celeste Niño".
Siempre a su aficionado padre Agostino, el 19 diciembre del 1913, así padre Pio escribe:
"¡Acoge, el Niño Jesús, qué está a punto de nacer, mis pobres y flacos ruegos que a él levantaré con más viva fe, en este días, para vosotros, para todos los superiores, para el mundo entero! Todavía quiera acoger, este Celeste Infante, mis deseos, que son los de quererlo cuánto es capaz de ello una criatura de quererlo aquí en tierra y verlo del par querido por todo!".
El 17 diciembre del 1914 Padre Pio escribe a Raffaelina Cerase, su hija espiritual:
"Al empezarse de la sagrada novena en honor del santo Niño Jesús mi espíritu se ha sentido cómo renacer a nueva vida; el corazón se siente como bastante pequeñito para contener los bienes celestes; el alma siente todo deshacerse a la presencia de este nuestro Dios hechos carne para nosotros. Cómo hacer a resistir a no quererlo siempre con ardor?! Ay nos acercamos al Niño Jesús con corazón inmaculado de culpa, que gustaremos cuánta sea dulce y suave el quererlo".
Feliz es para padre Pio la noche de Navidad. Sentimientos intensos que él expresará, después, a Padre Agostino, el 28 diciembre del 1917, cuando desde San Giovanni Redondo le escribirá:
"¡Mi querido padre, el Celeste Niño haga también sentir a vuestro corazón todas aquellas santas emociones que fè sentirme en la beata noche, cuando fue depuesto en la pequeña y pobre choza! Ay Dios, padre, no sabría expresarvos todo lo que sentí en el corazón en esta feliz noche. Me sentí el corazón rebosante de un santo amor hacia nuestro Dios encarnado".
El burgo de Pietrelcina hace de dulce marco, en el pensamiento de padre Piadoso, al pesepre espiritual que él construye con su corazón y con la mente. Y a Pietrelcina, Nueva Belén, Padre Pio vivirá momentos privilegiados, de celestiales apariciones del Divino Niño.
Una vida para el amor
"Por fin vino el pargoletto Jesús al que dije de querer sólo hacer su voluntad. Me consoló y me aseguró los sufrimientos de la noche. Ay Dios, como palpitó mi corazón, como ardieron mis mejillas cerca de este celeste Niño".
Siempre a su aficionado padre Agostino, el 19 diciembre del 1913, así padre Pio escribe:
"¡Acoge, el Niño Jesús, qué está a punto de nacer, mis pobres y flacos ruegos que a él levantaré con más viva fe, en este días, para vosotros, para todos los superiores, para el mundo entero! Todavía quiera acoger, este Celeste Infante, mis deseos, que son los de quererlo cuánto es capaz de ello una criatura de quererlo aquí en tierra y verlo del par querido por todo!".
El 17 diciembre del 1914 Padre Pio escribe a Raffaelina Cerase, su hija espiritual:
"Al empezarse de la sagrada novena en honor del santo Niño Jesús mi espíritu se ha sentido cómo renacer a nueva vida; el corazón se siente como bastante pequeñito para contener los bienes celestes; el alma siente todo deshacerse a la presencia de este nuestro Dios hechos carne para nosotros. Cómo hacer a resistir a no quererlo siempre con ardor?! Ay nos acercamos al Niño Jesús con corazón inmaculado de culpa, que gustaremos cuánta sea dulce y suave el quererlo".
Feliz es para padre Pio la noche de Navidad. Sentimientos intensos que él expresará, después, a Padre Agostino, el 28 diciembre del 1917, cuando desde San Giovanni Redondo le escribirá:
"¡Mi querido padre, el Celeste Niño haga también sentir a vuestro corazón todas aquellas santas emociones que fè sentirme en la beata noche, cuando fue depuesto en la pequeña y pobre choza! Ay Dios, padre, no sabría expresarvos todo lo que sentí en el corazón en esta feliz noche. Me sentí el corazón rebosante de un santo amor hacia nuestro Dios encarnado".
El burgo de Pietrelcina hace de dulce marco, en el pensamiento de padre Piadoso, al pesepre espiritual que él construye con su corazón y con la mente. Y a Pietrelcina, Nueva Belén, Padre Pio vivirá momentos privilegiados, de celestiales apariciones del Divino Niño.
Una vida para el amor
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