jueves, mayo 01, 2008

Vive hoy feliz

Despiertas hoy a un nuevo día,
resucitando de la muerte, que encerrada
como signo en el sueño, cada noche te convoca.

Que tu pensamiento primero no sea
para las preocupaciones, los sabores
o sinsabores que en este día te aguardan,
sino que, con una gran cruz, envuelve
todo tu ser, de tu frente a tu pecho,
y de un hombro al otro, poniendo tu día
y tu vida en las manos del Padre de los Cielos,
pidiéndole te proteja y te ayude
para ser fiel testigo de la resurrección de su Hijo
y dócil a su Espíritu de Amor.

Hoy tiene que ser el mejor día,
vívelo en la presencia del Señor;
busca disfrutar de las pequeñas cosas de cada día;
saluda con amor a tus seres queridos,
y sal a la calle con la alegría en tu rostro,
llenando tu mente y tu corazón de optimismo.
Y transmite esa alegría, esa energía de vida,
a todos los que hoy se crucen en tu camino.

Es posible que a lo largo de tu jornada
no todo sea flores y alegría, sino también
duras y dolorosas espinas;
pero si lo afrontas junto con Dios,
verás cómo nada te será insuperable
y todo tendrá un distinto color.

Olvida todo lo que pueda molestarte
y condicionarte para mantener la alegría,
y no permitas que nada ni nadie te impida
hoy ser verdaderamente feliz.
Recuerda que el ayer ya pasó
y el mañana aún no llega,
a cada día le basta con su propio afán.

Confíale al Señor todos tus asuntos,
poniendo todo tu empeño en resolverlos,
como si todo dependiera únicamente de ti,
pero en la certeza que, finalmente, todo depende de Dios.
Vive hoy, vive feliz, Dios está contigo.

Y cuando ya caiga la tarde y finalice tu día,
agradece a Dios con los versos
de ese hermoso himno de Vísperas:

“Hora de la tarde, fin de las labores,
Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores.
Al romper el día nos apalabraste.
Cuidamos tu viña del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas, nos lo das de balde,
que a jornal de gloria no hay trabajo grande.
Das al de la tarde lo que al mañanero.
Son tuyas las horas y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos dale crecimiento.
Tú que eres la viña, cuida los sarmientos.”

Miguel A. Osimani

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