domingo, abril 27, 2008

."Dame tu mano y ten la seguridad que si alguna vez hay oscuridad encontrarás una luz que te ilumine. Camina siempre con paso seguro por que tienes un

Escribe San Josemaría en Camino diversas consideraciones de Jesús como Amigo:

Un amigo es un tesoro.

-Pues... ¡un Amigo!..., que donde está tu tesoro allí está tu corazón. (n. 421)
Buscas la compañía de amigos que con su conversación y su afecto, con su trato, te hacen más llevadero el destierro de este mundo..., aunque los amigos a veces traicionan.

-No me parece mal.

Pero... ¿cómo no frecuentas cada día con mayor intensidad la compañía, la conversación con el Gran Amigo, que nunca traiciona?(n. 88)

Jesús es tu amigo. -El Amigo. -Con corazón de carne, como el tuyo. -Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti. ( n. 422.)

Dolor de Amor. -Porque El es bueno. -Porque es tu Amigo, que dio por ti su Vida. -Porque todo lo bueno que tienes es suyo. -Porque le has ofendido tanto... Porque te ha perdonado... ¡El!... ¡¡a ti!!- Llora, hijo mío, de dolor de Amor.(n. 436).

Cristo, nuestro Gran Amigo, nos enseña con su vida y su ejemplo cómo debemos tratar a nuestros amigos

Cristo es nuestro modelo.

El cristiano debe tratar a todos, amigos o no, como los trató Cristo, con la caridad de Cristo, sin hacer “clasificaciones” o “etiquetaciones” interiores, que no son cristianas. Cada una de las personas que nos rodean son personas por las que ha muerto Cristo en la Cruz.
Cristo fue amigo de todos, sin excluir a los publicanos y pecadores (Lucas, 7, 34).
Cristo quería profundamente a sus amigos. El Evangelio pone de relieve su amor por Lázaro, y cuenta cómo lloró por él cuando le dijeron que había fallecido.
San Juan 11. Había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro había enfermado. Entonces las hermanas le enviaron este recado: Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo. Al oírlo, dijo Jesús: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó que estaba enfermo, se quedó aún dos días en el mismo lugar. Después, pasados éstos, dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. Le dijeron los discípulos: Rabbí, hace poco te buscaban los judíos para lapidarte, y ¿vas a volver allí? Respondió Jesús: ¿Acaso no son doce las horas del día? Si alguien camina de día no tropieza porque ve la luz de este mundo; pero si alguien camina de noche tropieza porque no tiene luz. Dicho esto, añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero voy a despertarle. Le dijeron entonces sus discípulos: Señor, si está dormido se salvará. Jesús había hablado de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vayamos a donde está él. Tomás, llamado también Dídimo, dijo a sus compañeros: Vayamos también nosotros y muramos con él.
Jesús, al llegar, encontró que estaba sepultado ya desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén como quince estadios. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por su hermano.
En cuanto Marta oyó que Jesús venía, salió a recibirle; María, en cambio, se quedó sentada en casa. Dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano, pero incluso ahora sé que cuanto pidieres a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le respondió: Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día. Le dijo Jesús: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? Le contestó: Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo.
Y dicho esto fue y llamó a su hermana María diciéndole en voz baja: El Maestro está aquí y te llama. Cuando ésta lo oyó, se levantó en seguida y fue hacia élTodavía no había llegado Jesús a la aldea, sino que estaba aún en el lugar en que Marta le había salido al encuentro. Los judíos que estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantó de repente y se marchó, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Entonces María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle se postró a sus pies y le dijo: Señor, si hubieses estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció en su interior, se conmovió y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Le contestaron: Señor, ven y lo verás. Jesús comenzó a llorar. Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Pero algunos de ellos dijeron: Este, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber impedido que muriese?
Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le dijo: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. Le dijo Jesús: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Quitaron entonces la piedra. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste. Y después de decir esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, sal afuera! Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle andar. Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él.

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