domingo, enero 27, 2008

Queridos amigos: Paz y Bien
Continuamos con nuetro tema: TESTIMONIOS
Fuente: JESUS EUCARISTÍA, EL AMIGO QUE SIEMPRE TE ESPERA
Autor: P. Ángel Peña Benito, O.A.R.
Tema: TESTIMONIOS (continuación)

El P. Antón Luli, jesuita albanés, manifestaba en el Encuentro mundial de sacerdotes, celebrado en Fátima en 1996, su testimonio personal: "Apenas terminada mi formación, me arrestaron en 1947 tras un proceso falso e injusto. He vivido 17 años como prisionero y otros tantos en trabajos forzados. Prácticamente, he conocido la libertad a los 80 años, cuando en 1989 pude celebrar por primera vez la misa con la gente. Mi vida ha sido un milagro de la gracia de Dios y me sorprendo de haber podido sufrir tanto con una fuerza que no era la mía, sino de Dios. Me han oprimido con toda clase de torturas... Pero, cuando podía, celebraba la misa clandestinamente. No podía confiar en nadie, pues si me descubrían, me fusilaban. Así estuve 11 años.

En una ocasión, tuve una experiencia extraordinaria, que me recordaba la transfiguración de Jesús. La desolación dio paso a una maravillosa experiencia de Jesús. Era como si estuviera allí presente, frente a mí y yo le pudiera hablar. Aquel momento fue determinante, pues comenzaron de nuevo las torturas. Sin aquel amor de Jesús, hubiera muerto, quizás desesperado".

Así relata él su experiencia y cómo la celebración de la misa y la comunión, cuando le era posible, clandestinamente, era su fuerza en medio de tanto sufrimiento y soledad. Y tú ¿a qué esperas para ir a Jesús? Ojalá que lo ames tanto que seas como aquel campesino que todos los días iba temprano a la iglesia y le decía a su familia: "Voy a dar los buenos días a Dios, voy a visitar a mi amigo Jesús". O como aquél que decía: "Voy a calentar mi corazón al sol". Pues sentía su amor tan grande a Jesús que, a veces, en su corazón sentía el fuego de su amor. Seamos como aquel campesino del que habla el cura de Ars, que iba todos los días a la iglesia y se quedaba mirando al sagrario bastante tiempo. Y al preguntarle qué hacía respondió: "Yo lo miro y El me mira". Eso es lo que debemos hacer también nosotros: mirar y dejarnos mirar. Amar y dejarnos amar. No hace falta hablar mucho, pues la mejor oración es la oración de contemplación, que es un silencio amoroso o un amor silencioso ante la grandeza y el amor de un Dios que se ha quedado por amor en este maravilloso sacramento.

Ahora, repitiendo las palabras de Carlo Carretto, quisiera decir a todos aquéllos que dejan en solitario el sagrario: "Imaginad que es cierto lo que dice la Iglesia de que, bajo el signo sacramental del pan, se halla la presencia viva de Jesús... ¿No sentiréis necesidad de ir a quedaros junto a El y hacerle compañía? Yo creo que Jesús está presente en la Eucaristía. ¡Cuánto me ha ayudado esta fe! ¡Cuánto debo a esta presencia! Es aquí delante donde aprendí a orar. Cuando en el desierto de África me pasaba ocho días sin ver a nadie entre las dunas, cuando en una ocasión me pasé cuarenta días solo entre la tierra y el cielo estrellado del Sahara... me habría vuelto loco sin esta presencia de Jesús a mi lado, sin este amor atento siempre a las muestras de tu amor. Es allí en el desierto con Jesús Eucaristía, donde sentí más intensamente la presencia de Dios".

Algo parecido le ocurrió a un sacerdote jesuita italiano, prisionero de los rusos en la segunda guerra mundial y que estuvo varios años solo en una celda de la famosa prisión de Moscú "Lubianka". Decía:"Si no hubiera sido por la presencia de Jesús Eucaristía a mi lado, me hubiera vuelto loco". Él, siempre que podía, celebraba la misa con un poco de pan y un poco de vino, y guardaba la Eucaristía para sentir la presencia y la compañía de Jesús a su lado y no sentirse solo. ¡Qué maravilla! Jesús viene a una pequeña celda carcelaria a celebrar el gran misterio de la Redención ante el llamado de un humilde sacerdote, recluido en el lugar más infernal del mundo.

Y El sigue manifestándose como a aquel sencillo campesino de Pimpicos (Provincia de Cutervo, en el Perú), que los primeros viernes acudía a la parroquia, después de haber caminado varias horas, a veces, con barro, lluvia, frío, pero con alegría para recibir a Jesús, y sentía su amor en lo más íntimo de su ser. O como se manifestó también a aquellos universitarios católicos en la capilla de una casa de retiros, el año 1967, en los que derramó su Espíritu, dando comienzo a la Renovación carismática católica en el mundo. Ellos hablaban de haber sentido sensiblemente el amor y la presencia de Jesús, descubriendo por primera vez en su vida lo que era amarlo y adorarlo. Y tú ¿nunca has sentido paz al adorar a Jesús Eucaristía? Haz la prueba, vete a visitarlo. Jesús siempre te ama y te espera. (fin del tema)

Un saludo cordial en Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera, y en María, Madre de Dios y Madre nuestra.
José Luis Elizalde

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