miércoles, diciembre 05, 2007

Queridos amigos: Paz y Bien
Finalizamos en el día de hoy con el tema: LA MISA VIVIENTE
Fuente: JESUS EUCARISTIA, EL AMIGO QUE SIEMPRE TE ESPERA
Autor: P. Angel Peña Benito, O.A.R.
Tema: LA MISA VIVIENTE

Reflexiona en el cuento de aquel hombre pobre, que iba muy triste por los senderos de la vida. Un buen día, pasó por su camino la carroza real y el rey, al verlo, se bajó a saludarlo y le dijo: ¿qué puedes darme? Aquel pobre hombre, asombrado, sólo atinó a darle un granito de trigo. Por la noche, al ir a descansar, se dio cuenta de que tenía en su alforja un granito de oro. Y entonces, lo comprendió todo. Si El hubiera sido generoso y le hubiera dado todo su trigo, ahora sería inmensamente rico. ¿Y si se hubiera ofrecido a sí mismo para servir al rey? ¿No hubiera cambiado su vida errante por una vida más feliz? Pues bien, Dios no se deja ganar en generosidad. ¿Por qué te contentas con darle pequeñas cosas, cuando El quiere todo tu corazón? “Dame, hijo mío, tu corazón (Prov 23,26). “El que da (siembra) poco, poco recibirá; el que da en abundancia, en abundancia recibirá... Dios ama al que da con alegría y es poderoso para llenaros de todo género de gracias, para que teniendo siempre y en todo lo bastante, abundéis en todo lo bueno” (2 C 9,6-8). ¿Estás dispuesto a darle todo... a darte TODO, sin condición.Una religiosa contemplativa, víctima de amor, me contaba un caso concreto de cómo vive su entrega total: “Un día supe que iba a venir a nuestra ciudad un grupo rockero de mucha fama y que fomentaba cosas diabólicas. Yo sentí mucho dolor interior y, pensando en cómo ofenderían a Jesús y en cuántos pecados se iban a cometer sentí dentro de mi una gran necesidad de consolar a Jesús y acompañarle en su dolor y renovar el ofrecimiento de mi vida para evitar tanto pecado. Era en el momento de la comunión, cuando me ofrecí para consolarlo y le dije que me diera lo que quisiera, que lo aceptaba todo por su amor. En ese momento, nos amábamos mucho los dos.A las dos horas, más o menos, de pedírselo, empecé a sentirme muy mal, con mucho frío, me subieron a mi cama y ardía en fiebre. Parecía como si me mordiesen por dentro, pero al mismo tiempo, sentía una alegría interior y una paz inmensa. Me sabían los dolores a amor no sé describir lo que me pasaba, pero mi alma estaba envuelta en un amor tan grande que parecía fuego. Me sentí muy feliz de haberme ofrecido para consolar a Jesús... Otro día, estaba sola en el coro, y me sentía abrumada ante el amor desbordante de un Dios, que se ha entre gado por nosotros y no ha regateado ningún sacrificio para salvarnos. Me perdí en su amor y, en ese momento sublime, sentí con qué ternura infinita el Padre acogía el sacrificio de su Hijo. Mira, yo no sé expresarlo con palabras. Era un amor tan grande... y en ese amor del Padre al Hijo, también me amaba a mí y aceptaba mi victimación en Cristo. ¡Qué sublime es esto! El Padre nos ama en Cristo y quiere que vivamos nuestra misa con El”Y es que vivir la misa es un morir a nosotros mismos en cada momento y ponernos sin condiciones en las manos de Jesús. Pero esto Solamente lo llegan a comprender las almas víctimas y, sin embargo, debería ser normal en la vida de todo auténtico cristiano y, sobre todo, de los religiosos. Deberíamos ser todos hostias, que se dejan consagrar y transformar con Jesús en cada misa. Deberíamos decir en cada misa Como Sto. Tomás: “Vayamos también nosotros para morir con El” (Jn 11,16). Pero hay almas que nunca serán hostias, que no se dejarán consagrar jamás, aunque sean oficialmente “consagradas”. Y es que hay almas que se contentan con la mediocridad y no quieren verdaderamente ser santas y prefieren seguir una vida cristiana cómoda y sin compromisos. Jesús te dice en la Imitación de Cristo: “Si buscas pertenecerte a ti mismo y no te ofreces espontáneamente a mi voluntad, entonces, serás una ofrenda completa ni se podrá dar una perfecta unión entre nosotros... Tú también debes ofrecerte a Mí cada día en la misa en ofrenda pura y santa” (IV, 9).Cuando no puedas asistir personalmente a la misa “adora a Jesús con los ojos del espíritu y envía allí tu corazón para asistir espiritualmente y renovar así tu ofrecimiento” (S. Francisco de Sales).A fin de cuentas, tu sacrificio y el de Jesús son UNO. Tu misa y la de Jesús son UNA. Une tu misa a la de Jesús, pues la misa que se celebra ante el trono de Dios, donde está Cristo con su cuerpo glorifica la que se celebra en nuestras Iglesias y la misa de tu vida es una sola. Y esta misa debes celebrarla a lo largo de todo el día por tu ofrecimiento permanente, siendo una misa viviente. Por eso, decía Orígenes que e alma cristiana “es un altar; donde se ofrece un sacrificio de alabanza. Dios día y noche”. Piensa y medita que “nuestra entrega personal, con la de Cristo y en cuanto unida a ella, no será inútil, sino ciertamente fecunda para la salvación del mundo” (Juan Pablo II, Sol. rei Socialis N° 48). Abre las puertas de tu corazón a Jesucristo. No tengas miedo de lanzarte a sus brazos divinos y dejarte llevar. Confía en El. Es tu amigo y tu Dios, tu Dios amigo. Un saludo cordial en Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera, y en María, Medianera de todas las gracias,
José Luis Elizalde

No hay comentarios.: