sábado, diciembre 22, 2007

IV. Atropellos a los Derechos Humanos
La Dignidad de la Persona fuente de los Derechos Humanos

20. En vísperas del Adviento de 2005, en la carta pastoral sobre la Doctrina Social de la Iglesia, “Una luz para reconstruir la Nación” (11.11.05), los Obispos argentinos relacionamos la dignidad humana con el misterio de la Encarnación, y desde ella damos el paso a los derechos humanos: “De esta dignidad brotan los derechos fundamentales e inalienables de todo ser humano, que no lo abandonan nunca, desde su concepción hasta su muerte natural. Y esto, no importa su condición: varón o mujer, rico o pobre, sabio o ignorante, inocente o reo, y cualquiera sea su color. Esta dignidad es la clave y el centro del misterio del hombre y de todo lo que lo atañe. Desde ella todo problema humano puede ser iluminado y hallar solución. Esta dignidad nos ilumina también para apreciar la grandeza sublime de la vida terrena y de los esfuerzos con que el hombre procura hacerla más plenamente humana. No por ser peregrino del cielo, el cristiano descuida la construcción de la patria terrena” (2).Es un paso natural. Si tanta es la dignidad de la persona humana, le corresponden por su misma naturaleza todos los derechos que faciliten su desarrollo. De lo contrario hablar de su dignidad sería una declamación puramente retórica.El atropello a las personas y la conciencia de los Derechos humanos
21. Juan Pablo II, en vísperas del Gran Jubileo de los dos mil años del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, hizo un camino en cierto modo al revés del que hicimos los Obispos: desde esa inminente celebración miró hacia atrás y, contemplando la historia vivida, en especial durante el segundo milenio, y constatando los atropellos cometidos contra la dignidad del hombre y sus derechos inalienables, dedujo cuánto los cristianos hemos olvidado el sentido del misterio de Navidad. Permanecerá para siempre memorable su carta apostólica Tertio Millenio Adveniente (10-11-1994), y la exhortación que en ella hace a que “la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio, ofreciendo al mundo, en vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe, el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y escándalo” (n. 33) . Un renglón que el Papa señala especialmente es el atropello a los derechos humanos: “Y sobre el testimonio de la Iglesia en nuestro tiempo, ¿cómo no sentir dolor por la falta de discernimiento, que a veces llega a ser aprobación, de no pocos cristianos, frente a la violación de fundamentales derechos humanos por parte de regímenes totalitarios?”Y con ésta asocia dos claudicaciones más: la injusticia social y el desconocimiento de la DSI: “¿Y no es acaso de lamentar, entre las sombras del presente, la corresponsabilidad de tantos cristianos en graves formas de injusticia y de marginación social? Hay que preguntarse cuántos, entre ellos, conocen a fondo y practican coherentemente las directrices de la doctrina social de la Iglesia” (n.36) . Auschwitz: monumento a las consecuencias del totalitarismo
22. Los dos caminos mencionados no son contrarios, sino complementarios. El primero, el de los Obispos argentinos, es lógico, pues apunta a presentar a los fieles la Doctrina Social de la Iglesia y el Compendio de la misma. El otro, el del Papa, es directamente pastoral, pues quería ayudar a los fieles cristianos a preparar el corazón para la celebración del Gran Jubileo.Conviene, sin embargo, que, por un instante, rehagamos el camino del Papa. Porque ha sido el atropello ejercido contra el hombre en una medida nunca antes imaginada lo que ha llevado modernamente a poner de relieve el valor de su Dignidad y de sus Derechos. Sin negar la maldad del colonialismo británico, que se impuso al mundo durante dos siglos, y duró hasta la Segunda Guerra Mundial, y sin negar tampoco la demencia de la guerra nueva inventada por Busch contra el terrorismo, que desde hace cuatro años desangra a Irak, no cabe duda que los regímenes totalitarios surgidos después de la Primera Guerra Mundial, en especial el comunismo soviético y el nazismo, son las expresiones máximas del desprecio al hombre que jamás hayan surgido. A falta de un breve estudio sobre la Segunda Guerra Mundial, les recomiendo a ustedes los jóvenes que lean el Mensaje de Juan Pablo II “Cinquanta anni fa” , en ocasión del 50° aniversario del final de la segunda guerra mundial en Europa (8-5-1995). Y que se formulen algunas preguntas: ¿Cómo fueron posibles tales regímenes totalitarios en Alemania y la URSS, países de cultura muy avanzada y con un cristianismo enraizado desde siglos? ¿Cómo se perpetraron en ellos masacres tan horribles contra los propios conciudadanos? ¿Cómo el antisemitismo alcanzó un grado inimaginable de paranoia que apenas se puede adivinar visitando los lager? Como dice Juan Pablo II, “Auschwitz, junto a otros lager, permanece como el símbolo dramáticamente elocuente de las consecuencias del totalitarismo” (ib.5). La crueldad contra el hombre: en el mundo y en la Argentina
23. Ya van sesenta y dos años desde la terminación de la Segunda Guerra. Es muchísimo tiempo. La mayoría de ustedes podría pensar que el nazismo y comunismo son realidades muy antiguas cuyas atrocidades ya no pueden volver a suceder. Por ello conviene que recuerden otros hechos terribles, muy dolorosos y más cercanos a ustedes: la llamada “guerra de limpieza étnica” de los Balcanes en la década del 90, y el genocidio de Ruanda en 1994. Y para no patear la pelota al corner, como si la Argentina fuese un país beatífico, conviene que recuerden “el terror de Estado” instaurado en la Argentina en la década del 70, desde los tiempos de la presidencia de Isabel Perón, proseguido y perfeccionado con crueldad inimaginada por el gobierno de la Junta militar. Y con esto no niego “el estado de terror” instaurado por la guerrilla, ni adhiero a la tesis de que las atrocidades cometidas por ella no configuren también crímenes de lesa humanidad. No creo en absoluto en la llamada teoría de los “Dos demonios”, pero tampoco en la teoría de “Ángeles y demonios” .
24. A pesar del “¡Nunca Más!”, que decimos con tanto ardor, y aunque a ustedes los jóvenes pueda resultarles angustiante lo que les voy a decir: lo que sucedió en la Argentina puede volver a suceder, y peor aún, si como ciudadanos no nos educamos en el respeto absoluto de la dignidad del hombre y de los derechos humanos. Y esto de manera concreta y cotidiana. Las catástrofes estallan de golpe, pero tienen una larga preparación a través de pequeños pasos que, sumados, se tornan irresistibles. Y por si esto les pareciere exceso de pesimismo: ¿recuerdan los sucesos de hace un año, un día como hoy, 17 de octubre, cuando el traslado a San Vicente de los restos del general Perón? ¿Son sólo ramalazos de viejos rencores? ¿O preludios de nuevas discordias? Jesús nos enseña a mirar los sucesos como signos de los tiempos (cf. LC 12,54-56), no como anécdotas para llenar los noticieros. Algo nos dicen. Hemos de saberlos ver e interpretar.

La crueldad de la guerra contra Irak

25. Y hablando de atropellos de los que ustedes son testigos contemporáneos, pregunto: ¿sesionará alguna vez un tribunal internacional donde George W. Busch, presidente de los EE.UU., rinda cuenta de la guerra contra Irak? ¿Ésta, iniciada con una mentira solemne a los oídos de todo el mundo, no es acaso un crimen de lesa humanidad? Por mucho menos el Presidente Nixon tuvo que renunciar. En cambio, la ciudadanía norteamericana lo confirmó a Busch por un segundo mandato. ¿No conocía ésta su mentira sobre las armas de destrucción masiva? ¿Se ha vuelto cómplice de esa mentira y de las atrocidades del ejército norteamericano? Ya no se podrá decir que éste combate los totalitarismos para sembrar la democracia.Corre por cuenta de quien lo diga que, con esta apreciación, yo avalaría la tiranía de Sadan Husein y los crímenes de lesa humanidad cometidos por él. Pero es preciso afirmar con claridad que un mal no se combate con otro.La Declaración Universal de los Derechos del Hombre
26. Volvamos a las crueldades de la Segunda Guerra Mundial. Concluida ésta, y mejor conocido el horror de los campos nazis de exterminio, y luego descubiertas las masacres cometidas por el régimen soviético, la humanidad despertó por un momento. Fue así que las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, votaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “uno de los documentos más preciosos y más significativos de la historia del derecho”, como lo calificó Juan Pablo II en el 50ª aniversario de su publicación.Sin embargo, el Papa lamenta que “estos derechos fundamentales, proclamados, codificados y celebrados, son todavía objeto de graves y continuas violaciones”. Que “con mucha frecuencia, se afirma la tendencia de algunos a elegir a gusto de sus conveniencias tal o cual derecho dejando de lado aquellos que contradicen sus intereses del momento. Otros no dudan en aislar de su contexto los derechos particulares para mejor obrar a su gusto, confundiendo libertad con licencia, o para asegurarse ventajas que poco tienen que ver con la solidaridad humana… Evitemos que con los años que pasan este texto fundador no sea más que un monumento que se admira, o, peor, un documento de archivos” .

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