miércoles, abril 15, 2009


La Divina Providencia a cada uno le señala el camino en el que mejor puede realizar su vida y mediante ello alcanzar la meta de la salvación. Repasando las vidas de los Santos encontramos que la mayor parte de los hombres han tenido una misión más bien hacia fuera: misioneros, fundadores, obispos y papas, escritores, mártires...     De las Santas no se puede afirmar lo mismo. La mayor parte de ellas han llevado una vida más bien escondida, entregada a la oración y penitencia y han alcanzado la meta de la perfección mediante el apostolado de la inmolación, ejercido de una o de otra forma. Un caso bien conocido y muy famoso es el de la Santa de hoy.Nació por el 1380 en una villa no lejana de La Haya - Holanda - llamada Schiedam. Su padre era el sereno de la ciudad. Familia normal sin llamar la atención ni por su apellido, ni por su dinero, ni por otra cualidad.    La hora de Dios la esperaba en una fiesta de la Virgen María. Era el 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor y Purificación de la Virgen María, cuando unas amigas la invitaron a ir a patinar con ellas sobre la nieve. Por darles gusto aceptó, se cayó y se hizo un mal terrible en el pecho que ya nunca le desapareció Más aún, fue origen de otros muchos males que la aquejaron durante toda su vida. Es casi imposible cómo el cuerpo humano puede resistir tantas y tan crueles enfermedades como desde esta fecha se cebaron sobre el cuerpo de Liduvina.

A los atroces tormentos físicos vinieron a añadirse los morales, ya que pasó por terribles tentaciones de falta de fe, de miedo a condenarse, de noches oscuras de su espíritu. Y así no sólo un año o dos, sino hasta cuarenta años entregada a los dolores de todo tipo, que todos comprendían era imposible soportarlos a no haber sido ayudada de la Divina gracia.A la humilde casita de la hija del sereno de Schiedam llegaban noticias nada halagüeñas sobre el estado de la Iglesia. Nunca sufrió tanto, ya que estuvo en su tiempo dividida en dos y tres obediencias, con dos y tres Papas a la vez. Por ella, por la Iglesia, por el Papa y por los Obispos y Príncipes cristianos ofrecía generosa sus muchos dolores. Al verla sufrir tan horrendos padecimientos había para todos los gustos: Unos la tenían como santa y acudían a su poderosa intercesión ya que obraba muchos milagros. Y otros la consideraban una histérica y hasta loca y poseída del demonio. Ella oía sin replicar y ofreciendo al Señor cuanto le pasaba.

Liduvina sabía que el dolor, unido al de Cristo, tiene valor redentor. En el museo de arte de Viena hay un hermoso lienzo titulado "Jesús en la Cruz". El autor es un pintor flamenco, Brueghel el Viejo. Sorprende el título, pues lo que el cuadro representa es un ramillete de hojas. Cada hoja es un medallón, donde se muestra un dolor humano. Allí están todos los dolores humanos. En uno de los medallones está Jesús en la Cruz. Ese medallón da sentido a todos. Todo dolor, unido a la Cruz, tiene valor redentor. Liduvina partió para unirse al Divino Crucificado el año 1432.

Oremos Tú, Señor, que te complaces en habitar en los limpios y sinceros de corazón, por intercesión de Santa Liduvina, virgen, concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre entre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

No hay comentarios.: