V. La Iglesia
La comunidad mesiánica se ordena en las cartas de Pablo como –> Iglesia. Su manera de entenderse y su riqueza se expresan bajo muchas denominaciones. Los cristianos se llaman a sí mismos los «santos» (Rom 1, 7, etc.), lo cual designa la vocación y consagración, e igualmente «hermanos» (Rom 16, 14; 1 Cor 16, 20; 1 Tes 5, 26), palabra que indica la limitación de la comunidad. La Iglesia es pueblo propio de Díos (Rom 9, 25ss; 1 Cor 10, 11; 2 Cor 6, 16). Así es llamada ya por los profetas (Os 2, 23; Dt 7, 6) la comunidad mesiánica y así se cumple la esperanza de Israel. La Iglesia es el nuevo y verdadero Israel (Gál 6, 16; Flp 3, 3), la Jerusalén espiritual (Gál 4, 26). Es la nueva alianza fundada por Dios (1 Cor 11, 25; 2 Cor 3, 6).
El nombre de la comunidad es en Pablo sobre todo
ecclesia, Iglesia de Dios (unas 100 veces). Por cuanto la palabra recoge la designación de la comunidad de la antigua alianza, a su vez llama a la nueva comunidad el verdadero Israel. Iglesia designa por de pronto «toda la comunidad ecuménica de los elegidos y santificados», no las comunidades particulares. En la Iglesia particular local se manifiesta y hace presente la «Iglesia universal» (1 Cor 1, 2). Pero los cristianos no están en la Iglesia, ni mucho menos es la Iglesia una magnitud contrapuesta a los creyentes, sino que los creyentes son la Iglesia. El gran empeño de Pablo es mantener y fortalecer la unidad de la Iglesia (Rom 12, 5; 1 Cor 10, 17; 12, 9-20; Ef 4, 4ss).Mediante una imagen no bíblica, la Iglesia es llamada en las cartas de Pablo «cuerpo de Cristo» (Rom 12, 5; 1 Cor 12, 27). El cuerpo real del Señor crucificado, el cuerpo sacramental de la cena del Señor y el cuerpo que es la Iglesia guardan relaciones profundas y forman una unidad (1 Cor 10, 16). Esos conceptos siguen desplegándose en cartas posteriores (Col 1, 24; Ef 4, 16: Cristo es la cabeza del cuerpo). La exégesis se pregunta si no repercuten aquí ideas gnósticas sobre el primer hombre cósmico, si bien tales ideas sólo después del NT se han expresado con verdadera claridad.
En la comunidad hay muchos servicios y ministerios (Rom 12, 6ss; 1 Cor 12, 7-11, 28; Flp 1, 1). Éstos son carismas, entendidos como creaciones de Dios (1 Cor 12, 28-31), como dones de Cristo (Ef 4, 11ss), como operaciones del Espíritu (Rom 12, 6; 1 Cor 12, 11). Por esos ministerios en la Iglesia se predica la palabra, en la que puede oírse y se hace eficaz la palabra de Dios (1 Tes 2, 13; 2 Cor 5, 18ss; Flp 2, 16). Esta palabra no sólo habla de la salvación acontecida, sino que la salvación misma acontece en la predicación. Así, la palabra de la reconciliación (2 Cor 5, 18ss), de la salvación (Act 13, 26), de la gracia (Act 14, 3; 20, 32), de la vida (Flp 2,16) opera lo que ella anuncia. La palabra tiene fuerza sacramental (recordemos cómo también el concilio Vaticano II habla de este modo sobre el poder de la palabra; así en la Constitución sobre la liturgia, n.° 7). La palabra se pronuncia también en los ritos sagrados del bautismo (Ef 5, 26) y de la cena (1 Cor 11, 26). La comunidad es Iglesia de la -> palabra y de los -> sacramentos.
VI. La consumación
Pablo emplea también, aunque raras veces, la expresión -> reino de Dios, que es esencial en la predicación sinóptica. Este reino de Dios está ya presente en la Iglesia (1 Cor 4, 20; Col 1, 13), pero es también futuro como meta de la fe y de la vida (1 Cor 6, 9ss; 15, 50; Gál 5, 21; 2 Tes 1, 5). La predicación sinóptica del reino de Dios estaba orientada al futuro de la salvación. Ahora ésta es ya real en Cristo. Por eso el mensaje sobre el reino de Dios pasa a segundo término frente al evangelio sobre Cristo.
Pablo espera con la Iglesia primitiva el pronto advenimiento del Señor, que traerá el tiempo final y la consumación (los cuales comienzan con la resurrección de los muertos). Pablo describe la escatología con las imágenes y representaciones apocalípticas de su tiempo (Rom 13, 11ss; 1 Cor 15, 23-28, 35-53; 1 Tes 4, 14-18). Para la expectación próxima no es esencial el día del calendario, sino la disposición constante (1 Cor 16, 13) y la distancia frente al mundo (1 Cor 7, 29). Pablo se da cuenta de que, en la descripción escatológica, el conocimiento humano llega al límite de sus posibilidades. Porque aquel mundo es invisible e inimaginable (Rom 8, 24ss; 2 Cor 4, 18). Aquí comienza el misterio de Dios (1 Cor15, 51). El preguntar puede ser necedad (1 Cor 15, 36). La tradición judaica del AT es referida por Pablo a Cristo, en quien queda fundada nuevamente. La resurrección de Jesús es garantía de la esperanza en la resurrección (Rom 8, 11; 1 Cor 15, 22; 2 Cor 4, 14; 1 Tes 4, 14). El cristiano está unido con Cristo en la vida y en la muerte (Rom 8, 38; 1 Tes 4, 17). También los muertos están «en Cristo» (1 Cor 15, 18; 1 Tes 4, 16). Morir significa ir hacia el Señor (Flp 1, 21-24) y estar con el Señor (2 Cor 5, 8). El cristocentrismo desemboca en el teocentrismo. Dios, que es la plenitud de la vida, no permite que todo acabe en la muerte. «Confiamos en Dios que resucita a los muertos» (2 Cor 1, 9). Finalmente, «Dios será todo en todos» (1 Cor 15, 28).
Es sorprendente el contraste entre 2 Cor 4, 7-18 y 5, 1-10. La última perícopa presenta el teatro apocalíptico del mundo en forma tradicional; en la primera, la escatología es concebida de manera personal y mística, y es interpretada como una realidad presente. Si Pablo dijo primero que en el presente morir cotidiano se refuerza y se hace más íntima la unión con Cristo Señor (2 Cor 4, 11-16), luego dice que la vida en el cuerpo implica la separación del Señor (2 Cor 5, 6-10). En la primera perícopa Pablo habla lleno de confianza de la victoria ya ahora cierta e incluso ya realizada sobre la muerte (2 Cor 4, 16ss); en la otra, empero, habla con temor del morir que está aún por superar (2 Cor 5, 2-5). En torno a un mismo contenido son posibles para Pablo modos de considerar y enseñar completamente distintos.
VII. Dios
También el concepto de Dios en Pablo se define a la postre cristológicamente. Dios es el revelado en Jesús. Es el «Padre de Jesucristo» (Rom 15, 6; 2 Cor 1, 3; Col 1, 3). La gloria de Dios ha aparecido en la faz de Cristo Jesús (2 Cor 4, 6). La fe en el Dios uno es para Pablo una certeza firme por la historia de Israel. «Sabemos que no hay más que un Dios» (1 Cor 8, 4 = Dt 6, 4; Rom 16, 27; Gál 3, 20). Pablo comparte el agradecimiento de su pueblo por esta fe. Partiendo de la fe judía en Dios condena la idolatría gentil (Rom 1, 18-32). Pero la fe en Dios no es una confesión teórica, sino que es esencial su «ser para nosotros» (1 Cor 8, 4ss). Los que confiesan al Dios uno no pueden tener junto a él otros dioses, ni, claro está, ídolos (1 Cor 10, 21; 2 Cor 6, 16); pero tampoco es posible reconocer poderes extraños, ora por miedo (Col 2, 8-20), ora por culto secreto
(Rom 1, 25; 1 Cor 8, 5).De acuerdo con el acontecer singular y permanente de la salvación, la confesión estrictamente monoteísta de Dios se une con la confesión de Cristo, de suerte que se forman fórmulas bimembres: «Gracia y paz a vosotros de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Rom 1, 7; 1 Tes 1, 1). La fórmula bimembre es completada y ampliada en otra trimembre: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo, y el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sea con vosotros» (2 Cor 13, 13; de modo semejante Rom 15, 30; 1 Cor 12, 4ss; Gál 4, 6; 2 Tes 2, 13; además Mt 28, 19; 1 Pe 1, 2). Tales frases constituyen la base para la posterior dogmática trinitaria de la Iglesia, que acabó de formarse con ayuda de la filosofía griega. Las frases del NT no son enunciados sobre una esencia metafísica de Dios que descansa en sí misma, sino que han de entenderse en forma histórico-salvífica. El -> Dios eterno se manifestó y manifiesta en su Hijo -> Jesucristo, que está presente en la Iglesia por la virtud del Espíritu Santo.
La teología del apóstol Pablo es esencialmente cristología. Puede resumirse en esta frase: «El que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo» (Ef 4, 10).
¡Oh glorioso San Pablo!, |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario