sábado, octubre 11, 2008

Sta Teresita del Niño Jesús Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios.


Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.

1 de octubre
Santa Teresita del Niño Jesús


Aquel día, 20 de noviembre de 1887, León XIII había recibido la visita de peregrinos franceses. Con los peregrinos venía Teresita Martin, casi una niña, llegada de Alezón (Normandía). En silencio se acercaron al Sumo Pontífice y le tributaron el beso ritual.

La niña necesitaba con urgencia hablar con él.

-Santísimo Padre, en honor de vuestro jubileo, permitidme ingresar en la orden del Carmelo a los quince años.

El venerable León XIII, con más de cuarenta años de sacerdocio, miró a la muchachita extrañado. Sus ojos negros se posaron sobre ella, indagando. Afirmaron los que la acompañaban que se sintieron como sumergidos en algo mágico.

El tiempo corrió. Cuatro décadas transcurrieron. Y la niña aquella, llegada al Vaticano con los peregrinos franceses, fue primero beatificada en 1923 y después elevada a los altares, en 1925, por el papa Pío XI, con el nombre de santa Teresita de Lisieux. Desde 1928 ejerce el patronato sobre todas las misiones.

Había nacido el 2 de enero de 1873 y se llamaba María Francisca Teresa.

En la navidad de 1886 tuvo una visión en que le sonrió la Virgen María alumbrando la noche de su alma.

Decían los que la conocieron que se la veía sentada cerca de la maestra de novicias; contaba a sus compañeras cómo era la tierra de Normandía y ella recordaba sus paseos por esa campiña tan verde.

Su misión providencial consistió en dirigir almas por el camino de la infancia espiritual, según la doctrina del evangelio, con particularidad a las novicias, de las que por obediencia fue maestra, encargada de hacerles conocer en la práctica fervorosa las virtudes de la orden.

"Ante Dios, nuestro Padre -insistía Teresita-, debemos reconocernos como niños y, por lo tanto, ser humildes y sencillos, y confiar en su bondad y su misericordia, que son infinitas". Había profesado el 8 de setiembre de 1890. La llamaban la niña de la casa del verdor, la casa del relojero Martin, su padre, vendedor de encajes, relojes, flores y las más exóticas plantas.

En Lisieux, en el convento, se quebranta su salud. El mal pulmonar se agudiza. Duras tareas cumple en comunidad, y lo hace con honda resignación y extraordinario valor. Pero un día, en el lecho, exhausta, cae sin conocimiento.

"¡Dios mío -murmura-, cuánto os amo!"

El amor: esa fue la vocación de Teresita de Lisieux.

"Mi vocación es el amor. Yo no he dado a Dios más que amor -dice en su libro-.

Él me devolverá amor.Comenzaba el otoño. El eco recorría el convento repitiendo las postreras palabras: "¡Dios mío, cuánto os amo!".

Era el 30 de setiembre de 1897 y nuestra santa tenía veinticuatro años de edad.

Veintiocho después de su muerte, Teresita Martin era solemnemente canonizada. Ella había dicho: "Después de mi muerte, haré llover rosas desde el cielo", es decir, gracias divinas. "Presiento que mi misión va a comenzar: la misión de hacer amar a Dios como yo lo amo, de enseñar mi caminito a las almas...

Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra".

Son numerosísimos los favores celestiales obtenidos por su intercesión.

Con amor se recogieron los recuerdos y reliquias de la santa, y entre ellos sus escritos, poesía y prosa. Historia de un alma, que empezó a escribir en 1895, es el título de su autobiografía, que se ha traducido a numerosos idiomas.

Se la representa con su hábito de carmelita y un ramillete de rosas que lleva en la mano. Santa Teresita de Lisieux quiso ser en espíritu como un pequeño que se entrega para siempre con una confianza infantil en manos de Dios.

Consumida por la enfermedad, murió en un rapto de amor divino. Se la conoce también con el nombre de santa Teresita del Niño Jesús.

Es desde 1927, juntamente con san Francisco Javier, patrona de las misiones extranjeras y de las obras católicas en Rusia.

Es también patrona de los floristas y de los aviadores.

Oremos
Padre celestial, por medio de Santa Teresa del Niño Jesús, quieres recordar al mundo el amor misericordioso que llena tu Corazón y que pongamos en El nuestra confianza como los niños en sus padres. Humildemente te damos gracias por haber coronado de tanta gloria a tu hija Teresa, siempre fiel, y por haberle dado el admirable poder de acercar a ti día tras día innumerables almas que te alaben eternamente.
¡Oh Señor! Tú dijiste: " Si no.....vuelven a ser como niños no podrán entrar en el Reino de los Cielos" (Mt 18,3). Concédenos, te rogamos, seguir las huellas de tu virgen Teresa con humildad y pureza de intención para que podamos alcanzar los premios eternos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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