De la conferencia de prensa en el avión papal, el 12 de septiembre de 2008
P. – Su Santidad, ¿qué dice a los que en Francia temen que el motu proprio "Summorum Pontificum" signifique un retroceso respecto a las grandes intuiciones del Concilio Vaticano II?
R. – Es un miedo infundado, pues este motu proprio es sencillamente un acto de tolerancia, con un objetivo pastoral, para personas que han sido formadas en esta liturgia, que la aman, la conocen, y quieren vivir con esta liturgia.
Es un pequeño grupo, pues supone una formación en latín, una formación en una cierta cultura. Pero me parece una exigencia normal de la fe y de la pastoral para un obispo de nuestra Iglesia tener amor y tolerancia por estas personas y permitirles vivir con esta liturgia.
No hay oposición alguna entre la liturgia renovada por el Concilio Vaticano II y esta liturgia.
Cada día, los padres conciliares celebraron la misa según el rito antiguo y, al mismo tiempo, han concebido un desarrollo natural para la liturgia en todo este siglo, pues la liturgia es una realidad viva, que se desarrolla y que conserva en su desarrollo su identidad.
Por tanto, hay ciertamente acentos diferentes, pero una identidad fundamental que excluye una contradicción, una oposición entre la liturgia renovada y la liturgia precedente.
Creo que existe una posibilidad de enriquecimiento de las dos partes. De un lado, los amigos de la antigua liturgia pueden y deben conocer a los nuevos santos, los nuevos Prefacios de la liturgia, etc.
Del otro lado, la nueva liturgia subraya mayormente la participación común, pero que no es simplemente una asamblea de una cierta comunidad, sino siempre una acción de la Iglesia universal, en comunión con todos los creyentes de todos los tiempos, y un acto de adoración.
En este sentido, me parece que hay un enriquecimiento mutuo, y está claro que la liturgia renovada es la liturgia ordinaria de nuestro tiempo.
sábado, septiembre 20, 2008
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