
¿Cómo será la felicidad eterna?
Para los discípulos, la Transfiguración fue un gozo anticipado del Cielo y una consolación inmensa para enfrentar las duras pruebas de la Pasión y Muerte de Cristo. Todo bautizado también recibe consolaciones, como estímulo a la perseverancia en el servicio a Dios.
Evangelio:
Seis días después tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos; brilló su rostro como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, qué bien estamos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió, y una voz desde la nube dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo toda mi complacencia; escuchadle». Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra, sobrecogidos de gran temor. Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Y cuando bajaban del Monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos» (Mt 17,1-9).
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