"Hermanos: Estén siempre alegres en el Señor; les repito, estén alegres. Que todo el mundo los conozca por su bondad. El Señor está cerca. Que nada los angustie; al contrario, en cualquier situación presenten sus deseos a Dios orando, suplicando y dándole gracias. Y la paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, protegerá sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús..." (Carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 4, 4-7)
"...En este tiempo de Adviento nos acompaña la invitación del profeta Isaías: «Decid a los cobardes de corazón: ¡Sed fuertes, no temáis! Mirad a nuestro Dios que va a venir a salvarnos» (Is 35, 4). Esta invitación se hace cada vez más apremiante a medida que se acerca la Navidad, enriqueciéndose con la exhortación a preparar el corazón para acoger al Mesías. El Esperado de las gentes ciertamente vendrá y su salvación será para todos los hombres.
La liturgia de Adviento, impregnada de constantes alusiones a la espera gozosa del Mesías, nos ayuda a captar plenamente el valor y el significado del misterio de la Navidad. No se trata de conmemorar sólo el acontecimiento histórico que tuvo lugar hace dos mil años en una pequeña aldea de Judea. Más bien, es preciso comprender que toda nuestra vida debe ser un «adviento», una espera vigilante de la venida definitiva de Cristo. Para disponer nuestra alma a acoger al Señor que, como decimos en el Credo, un día vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, debemos aprender a reconocerlo presente en los acontecimientos de la vida diaria. De esta forma, el Adviento es, por decirlo así, un intenso entrenamiento que nos orienta decididamente hacia Aquel que ya ha venido, que vendrá y que continuamente viene..." (Audiencia general del miércoles 18 de diciembre de 2002)
..."No temas, yo te ayudo" (Is 41, 13). La promesa de Dios, anunciada por el profeta, se cumplió plenamente en el Nacimiento de Jesús en Belén. En Él, Dios se hizo uno de nosotros. Por eso, no debemos temer. El tiempo de Adviento, que estamos viviendo, nos exhorta a la esperanza.
"Convertiré (...) la tierra árida en hontanar de aguas" (Is 41, 18). Esta es la gran promesa de Dios a los humildes y a los pobres que, como afirma el profeta, "buscan agua", porque "la lengua se les secó de sed" (Is 41, 17). Su sed remite al ferviente anhelo de verdad, de justicia y de paz, presente en el corazón de todo hombre.
En efecto, sólo en Dios encuentran plena respuesta las más íntimas aspiraciones humanas. Por eso, queridos hermanos, os aliento a hacer que vuestro camino en la vida esté sostenido incesantemente por la búsqueda de Dios. No os detengáis ante las dudas y las dificultades. Dios, asegura el profeta, os "tiene asidos por la diestra" (Is 41, 13), está a vuestro lado. Su confortadora compañía os hará más conscientes de la misión que estáis llamados a cumplir en vuestro trabajo ordinario..." (Homilía durante la Santa Misa para los universitarios romanos. 11 de diciembre de 2003)
La liturgia de Adviento, impregnada de constantes alusiones a la espera gozosa del Mesías, nos ayuda a captar plenamente el valor y el significado del misterio de la Navidad. No se trata de conmemorar sólo el acontecimiento histórico que tuvo lugar hace dos mil años en una pequeña aldea de Judea. Más bien, es preciso comprender que toda nuestra vida debe ser un «adviento», una espera vigilante de la venida definitiva de Cristo. Para disponer nuestra alma a acoger al Señor que, como decimos en el Credo, un día vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, debemos aprender a reconocerlo presente en los acontecimientos de la vida diaria. De esta forma, el Adviento es, por decirlo así, un intenso entrenamiento que nos orienta decididamente hacia Aquel que ya ha venido, que vendrá y que continuamente viene..." (Audiencia general del miércoles 18 de diciembre de 2002)
..."No temas, yo te ayudo" (Is 41, 13). La promesa de Dios, anunciada por el profeta, se cumplió plenamente en el Nacimiento de Jesús en Belén. En Él, Dios se hizo uno de nosotros. Por eso, no debemos temer. El tiempo de Adviento, que estamos viviendo, nos exhorta a la esperanza.
"Convertiré (...) la tierra árida en hontanar de aguas" (Is 41, 18). Esta es la gran promesa de Dios a los humildes y a los pobres que, como afirma el profeta, "buscan agua", porque "la lengua se les secó de sed" (Is 41, 17). Su sed remite al ferviente anhelo de verdad, de justicia y de paz, presente en el corazón de todo hombre.
En efecto, sólo en Dios encuentran plena respuesta las más íntimas aspiraciones humanas. Por eso, queridos hermanos, os aliento a hacer que vuestro camino en la vida esté sostenido incesantemente por la búsqueda de Dios. No os detengáis ante las dudas y las dificultades. Dios, asegura el profeta, os "tiene asidos por la diestra" (Is 41, 13), está a vuestro lado. Su confortadora compañía os hará más conscientes de la misión que estáis llamados a cumplir en vuestro trabajo ordinario..." (Homilía durante la Santa Misa para los universitarios romanos. 11 de diciembre de 2003)
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