¿El momento?
Marzo de 1945 en Holanda, pocos meses antes del fin de la segunda guerra mundial. Mientras los alemanes se retiran del oeste europeo frente al avance de los aliados, en medio del hambre y los últimos fríos del invierno, una humilde mujer recibe la visita de la Madre de Dios. Aún no había terminado el horror que costó la vida a sesenta millones de personas, aún no había empezado la reconstrucción de la Europa arrasada por los casi seis años de la mayor guerra de la historia de la humanidad. Sin dudas un momento muy especial para apoyarse en el dolor de la gente, que siempre da la oportunidad de volver los ojos a Dios. Y María, por Gracia de Dios, aprovecha esta oportunidad para impulsar una misión que llevará muchos años para alcanzar su maduración: la proclamación del quinto dogma mariano, María Corredentora, Mediadora de todas las Gracias y Abogada.
Los tiempos son distintos en el Cielo, no tienen punto de comparación con lo que ocurre en la tierra. Pero Dios desarrolla Su plan dentro de los tiempos de los hombres, poniendo Su mensaje aquí y allá, marcando el rumbo que debe seguir la historia, a través de Sus manifestaciones y mensajes.
¿El lugar?
Holanda fue invadida tempranamente por los alemanes en la guerra, y fue terreno de la resistencia de un pueblo que no aceptaba al invasor. Inserta en una Europa que volvió a enfrentar el tremendo castigo de una guerra que asoló su territorio, como ocurrió también en la guerra de 1914. El pueblo estaba hundido en la desesperación y en la angustia de haber visto morir a muchísimos de sus amigos y parientes, y en la necesidad de sobrevivir aunque sea un día más. Europa fue siempre terreno fértil para las apariciones Marianas, ya sea por haber sido el centro de mayor desarrollo de la Cristiandad por siglos, como por haber sido un lugar donde la libertad de cultos permitió que se conozcan los hechos de Dios. En Rusia o China se han producido varias apariciones que quedaron acalladas por el comunismo ateo, que coarta la libertad de las almas de elevarse y mirar a Dios.
Pero el hecho de que María escogiera Amsterdam está ligado a otro acontecimiento sucedido allí seiscientos años antes. El 20 de marzo de 1953 la Santísima Virgen le dijo a Ida: "He seleccionado Amsterdam como el lugar de Nuestra Señora de todos los Pueblos. También es el lugar del Santísimo Sacramento...". Cuando la Virgen dice que Amsterdam es el lugar del Santísimo Sacramento, Nuestra Señora se está refiriendo al milagro eucarístico que ocurrió en esa ciudad en 1345, exactamente seis siglos antes de estas apariciones:
Un pescador llamado Ijsbrand Dommer estaba agonizando. Su esposa había llamado a un sacerdote para que le administrara los últimos sacramentos. El hombre se pudo confesar y recibir la Sagrada Hostia, pero un fuerte ataque de tos hizo que el hombre vomitara y la Hostia fuera también expulsada de su boca. La esposa limpió lo que el marido había expulsado y lo lanzó al fuego. Cuando ella fue a revolver los leños del fuego la mañana siguiente, encontró que la Hostia estaba flotando encima de las llamas sin haber sufrido deterioro ni daño alguno. La buena mujer la sacó del fuego y la colocó en un cofre, envuelta en un pañito limpio, al tiempo que llamaba al sacerdote para que pusiera la Hostia en el sagrario de la Iglesia. El siguiente día la Hostia apareció nuevamente en el cofre, y nuevamente fue llevada al sagrario. Al día siguiente sucedió lo mismo, y el sacerdote comprendió que este milagro no debía quedar en secreto sino ser conocido. Desde entonces Amsterdam se convirtió en lugar de peregrinaciones, donde acudían peregrinos de toda Europa a rendirle adoración a Jesús Sacramentado. Muchos de los visitantes que acudían a Amsterdam por tal motivo eran comerciantes, y con el tiempo Amsterdam se convirtió en un puerto en donde el comercio se desarrollaba aunado a la veneración del Santísimo Sacramento.
Más tarde la reforma protestante tomó el Lugar Santo y nunca más se vio la Sagrada Hostia del Milagro. La tradicional procesión fue prohibida, pero los católicos continuaron reuniéndose cada año, haciendo el mismo recorrido de antes, en oración, pero en silencio. Desde entonces este recorrido tomó el nombre de "paso silencioso". Todavía hoy fervientes católicos de todas partes de Holanda se reúnen cada año para participar en este "paso silencioso".
No es de extrañar entonces que María quiera ligar la Presencia Eucarística de Su Hijo manifestada en Amsterdam varios siglos atrás, con su nuevo rol de Corredentora. El Redentor y la Corredentora juntos, el Hijo y la Madre juntos, indisolublemente.
¿La vidente?
La vidente Ida Peerdeman fue testigo ocular de las apariciones de la Santísima Virgen en Amsterdam, desde 1945 a 1959. Ida era una humilde oficinista que vivía con sus hermanas en Amsterdam. Católica practicante, vivía una vida normal hasta que María la eligió para ser un instrumento de una parte importante de su obra en estos tiempos. Nació en el año 1906 y murió el 17 de junio de 1996, a los noventa años de edad. Su fallecimiento ocurrió como se lo había anticipado María: sería luego de que ella pueda ver la aprobación de la iglesia a la aparición de la que fue testigo y vidente. Diez días antes, Ida había dado permiso para que los mensajes que ella recibió de la Santísima Virgen fueran publicados. Su misa de funeral fue celebrada por el Obispo Bomers (el mismo que otorgó la aprobación inicial) quien empezó su homilía en esa ocasión declarando que “estamos hoy aquí reunidos como personas que amamos, admiramos y estimamos a Ida Peerdeman”.
Dios siempre elige a los más pequeños y humildes para Su obra. Es imposible entender desde la lógica humana el motivo de sus elecciones. Quizás el mensaje sea justamente ese: los hombres simplemente no debemos tratar de entender el por qué del modo de obrar de Dios. Lo concreto es que el tiempo confirma el resultado de Su obrar, como ocurrió con Ida, que se manifestó como una férrea y obediente alumna de su maestra, la Virgen María.
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