lunes, diciembre 04, 2006

DESCALZARSE PARA ENTRAR EN EL OTRO

"Entonces Dios le dijo:"No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias porque el suelo que estás pisando es una tierra santa"(Éxodo 3,5)

"Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros y perdónense mutuamente siempre que alquien tenga motivo de queja contra el otro. El señor los ha perdonado: Hagan ustedes los mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones. Esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias. La Palabra de Cristo reside en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose unos a otros," (Colosenses 3, 12-16)

Una mañana meditando un anuncio, me encontré con una expresión que resonó de una manera muy especial en mi corazón: descalzarse para entrar en el otro.

Le pregunté al Señor qué significaba esto. Se me ocurrían palabras como respeto, delicadeza, cuidado, prudencia.

Me sentí impulsado a leer las palabras del Éxodo 3,5; No te acerques más, sácate tus sandalias porque lo que pisas es un lugar sagrado.

Fueron las palabras de Yahvé a Moisés ante la zarza, que ardía sin consumirse, y pensé: "Si Dios habla al interior de mi hermano, su corazón es un lugar sagrado".

No tardé en ponerme en oración, Jesús me presentaba uno a uno a mis amigos y conocidos y luego a otros.

Y descubrí cómo habitualmente entro en interior de cada uno sin descalzarme.

Simplemente entro: sin fijarme el modo, entro.

Experimenté una fuerte necesidad de pedir perdón al Señor y a mis hermanos.

Sentí que el Señor me invitaba a descalzarme y luego caminar. Inmediatamente experimenté resistencia:"no quería ensuciarme".

Me resultaba más seguro andar calzado en los otros; la comodidad y el temor.

Vencido este primer momento comencé a caminar y el Señor a cada paso iba, mostrándome algo nuevo.

Advertí como descalzo podía descubrir las alternativas del terreno que pisaba... distinguir lo húmedo y lo seco a la tierra.

Necesitaba mirar a cada paso lo que pisaba, estar atento al lugar donde iba a poner mi pie.

Me di cuenta de cuántas cosas del interior de mis hermanos se me pasan por alto, las desconozco, no las tengo en cuenta por entrar calzado, con la mirada puesta en mi o disperso en múltiples cosas.

Pude ver también cómo descalzo caminaba más lentamente; no usaba mi ritmo habitual, sino trataba de pisar suavemente.

Donde mis zapatillas hablan he dejado marcas, mi pie no las dejaba. Pensé entonces cuántas marcas habré dejado en el corazón de mi hermanos a los largo del camino y experimenté un gran deseo de entrar en los otros sin dejar un cartel que diga. "Aquí estuve yo"

Por último, fui atravesando distintos terrenos, primero de pasto, luego un camino de tierra hasta llegar a una subida y con piedras.

Sentí ya deseos de detenerme y volver a calzarme, pero el Señor me invitó a caminar descalzo un poquito más.

Advertí que no todos los terrenos son iguales y no todos mis hermanos son iguales. Por tanto, no puedo entrar en todos de la misma manera.

Esta subida me exigía aún más lentitud y cuando más suavemente pisaba, el dolor de mis pies era menor.

Esto me decía: "cuanto más difícil sea el terreno del interior de mi hermano, más suavidad y más cuidado debo tener para entrar".

Después de este recorrido con el Señor, pude ver claramente que descalzarse es entrar sin prejuicios.

...atento a la necesidad de mi hermano, sin esperar una respuesta determinante, es entrar sin intereses, despojado de mi mismo.

Porque creo, Señor, que estás vivo y presente en el corazón de mis hermanos, es que me comprometo a detenerme.



1 comentario:

miguel dijo...

realmente muy profundo... te felicito...
Miguel