jueves, agosto 14, 2008

El Buen Samaritano está aquí

Jesús, comenzó a decir:
Un hombre vagaba por nuestras calles, estaba desesperado porque no tenía cómo llevarle el plato de comida a su familia, especialmente, a sus dos chamos, de cinco y siete años, respectivamente. Fue golpeado por unos malhechores y dejado medio muerto. Por casualidad baja por ese lugar un religioso que iba rumbo al culto, lo vio y le dijo: Dios es amor, Dios te ama, y continuó su camino porque no quería quedar impuro, además, no podía dejar sus ritos por una persona. Luego pasó un fanático político, lo vio y le dijo: Hazme un proyecto para ver cómo te puedo ayudar y siguió de largo. Por último pasó un joven que iba camino a la universidad, lo vio, se detuvo y le tendió la mano. Como pudo lo llevó al hospital, hizo que lo atendieran y le dio algo del poco dinero que llevaba consigo.El doctor que lo atendió al ver a los dos sumergidos en el mismo dolor, le dijo al joven: No te preocupes muchacho, ve a tu universidad y construye un mundo mejor. Yo me encargaré del señor y cuidaré de él hasta que venga su familia, su comunidad.Jesús, fijando su mirada el maestro de la ley, le preguntó: ¿Quién de estos crees que fue el prójimo del hombre moribundo? ¿Quién hizo lo correcto? El maestro de la ley, le respondió: El joven y el doctor que lo atendió. Jesús, le dijo: Ve y haz tú lo mismo…En nuestra sociedad, cualquiera que sea, allá y aquí, de mañana y de noche, somos buenos samaritanos cuando los ritos no nos detienen y dejamos a Dios por Dios, es decir; cuando valoramos más a las personas que a los ritos y creencias que nos separan de la gente y sus problemas. No basta decirle a una persona: Dios te ama, sabiendo que necesita de nuestra ayuda, de nuestra atención, de nuestras manos para que a ejemplo de Jesucristo ayudarla a llevar su carga, para que el peso de la adversidad sea más ligero.Somos buenos samaritanos cuando nos insertamos en la realidad de la gente y hacemos propio el dolor ajeno y nos confundimos con la desesperanza o el optimismo, la tristeza o la alegría, las caídas o las levantadas, la oscuridad o la luz, la incredulidad o la fe de las personas que a lo largo de nuestras vidas encontraremos, ahí está Jesús, el Señor, esperando por nosotros a través del prójimo, que en otras palabras significa próximo.Terminemos con una oración: Señor, Jesús, haz que siempre te encontremos encontrándonos con el prójimo, con el joven, el abuelo, el hermano, el que sufre, el que espera una luz en el camino. Enséñanos a amarte, amando al prójimo, enséñanos a escucharte, escuchando al prójimo, enséñanos a recibir tu perdón, perdonando a los que nos ofenden, enséñanos a llevar la carga ligera del prójimo como tú llevas la nuestra. Sobre todo, Señor, Jesús, recuérdanos siempre que tú quieres misericordia, no sacrificios, amén.
Por Padre Gerardo Moreno.

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