miércoles, junio 18, 2008

Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los muertos

1. En catequesis anteriores hemos contemplado el grandioso cuadro de Cristo, Señor del universo y de la historia, que domina el himno recogido al inicio de la carta de san Pablo a los Colosenses. En efecto, este cántico marca las cuatro semanas en que se articula la liturgia de las Vísperas.

El núcleo del himno está constituido por los versículos 15-20, donde entra en escena de modo directo y solemne Cristo, definido "imagen de Dios invisible" (v. 15).

San Pablo emplea con frecuencia el término griego ekån, icono. En sus cartas lo usa nueve veces, aplicándolo tanto a Cristo, icono perfecto de Dios (cf. 2 Co 4, 4), como al hombre, imagen y gloria de Dios (cf. 1 Co 11, 7). Sin embargo, el hombre, con el pecado, "cambió la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible" (Rm 1, 23), prefiriendo adorar a los ídolos y haciéndose semejante a ellos. Por eso, debemos modelar continuamente nuestro ser y nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios (cf. 2 Co 3, 18), pues Dios "nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido" (Col 1, 13). Este es el primer imperativo de nuestro himno: modelar nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios, entrando en sus sentimientos y en su voluntad, en su pensamiento.

2. Luego, se proclama a Cristo "primogénito (engendrado antes) de toda criatura" (v. 15). Cristo precede a toda la creación (cf. v. 17), al haber sido engendrado desde la eternidad: por eso "por él y para él fueron creadas todas las cosas" (v. 16). También en la antigua tradición judía se afirmaba que "todo el mundo ha sido creado con vistas al Mesías"
(Sanhedrin 98 b).

Para el apóstol san Pablo, Cristo es el principio de cohesión ("todo se mantiene en él"), el mediador ("por él") y el destino final hacia el que converge toda la creación. Él es el "primogénito entre muchos hermanos" (Rm 8, 29), es decir, el Hijo por excelencia en la gran familia de los hijos de Dios, en la que nos inserta el bautismo.

3. En este punto, la mirada pasa del mundo de la creación al de la historia: Cristo es "la cabeza del cuerpo: de la Iglesia" (Col 1, 18) y lo es ya por su Encarnación. En efecto, entró en la comunidad humana para regirla y componerla en un "cuerpo", es decir, en una unidad armoniosa y fecunda. La consistencia y el crecimiento de la humanidad tienen en Cristo su raíz, su perno vital y su "principio".

Precisamente con este primado Cristo puede llegar a ser el principio de la resurrección de todos, el "primogénito de entre los muertos", porque "todos revivirán en Cristo. (...) Cristo como primicia; luego, en su venida, los de Cristo" (1 Co 15, 22-23).

4. El himno se encamina a su conclusión celebrando la "plenitud", en griego pleroma, que Cristo tiene en sí como don de amor del Padre. Es la plenitud de la divinidad, que se irradia tanto sobre el universo como sobre la humanidad, trasformándose en fuente de paz, de unidad y de armonía perfecta (cf. Col 1, 19-20).

Esta "reconciliación" y "pacificación" se realiza por "la sangre de la cruz", que nos ha justificado y santificado. Al derramar su sangre y entregarse a sí mismo, Cristo trajo la paz que, en el lenguaje bíblico, es síntesis de los bienes mesiánicos y plenitud salvífica extendida a toda la realidad creada. Por eso, el himno concluye con un luminoso horizonte de reconciliación, unidad, armonía y paz, sobre el que se yergue solemne la figura de su artífice, Cristo, "Hijo amado" del Padre.

5. Sobre este denso texto han reflexionado los escritores de la antigua tradición cristiana. San Cirilo de Jerusalén, en uno de sus diálogos, cita el cántico de la carta a los Colosenses para responder a un interlocutor anónimo que le había preguntado: "¿Podemos decir que el Verbo engendrado por Dios Padre ha sufrido por nosotros en su carne?".

La respuesta, siguiendo la línea del cántico, es afirmativa. En efecto, afirma san Cirilo, "la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda criatura, visible e invisible, por el cual y en el cual todo existe, ha sido dado ―dice san Pablo― como cabeza a la Iglesia; además, él es el primer resucitado de entre los muertos", es decir, el primero en la serie de los muertos que resucitan.

Él ―prosigue san Cirilo― "hizo suyo todo lo que es propio de la carne del hombre y "soportó la cruz sin miedo a la ignominia" (Hb 12, 2). Nosotros decimos que no fue un simple hombre, colmado de honores, no sé cómo, el que uniéndose a él se sacrificó por nosotros, sino que fue crucificado el mismo Señor de la gloria" (Perché Cristo è uno, Colección de textos patrísticos, XXXVII, Roma 1983, p. 101). Ante este Señor de la gloria, signo del amor supremo del Padre, también nosotros elevamos nuestro canto de alabanza y nos postramos para adorarlo y darle gracias.

BENEDICTO XVI, AUDIENCIA GENERAL, Miércoles 7 de septiembre de 2005

Carta a los Colosenses capitulo 1

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo el hermano,
2 a los santos de Colosas, hermanos fieles en Cristo. Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre.
3 Damos gracias sin cesar a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por vosotros en nuestras oraciones,

4 al tener noticia de vuestra fe en Cristo Jesús y de la caridad que tenéis con todos los santos,
5 a causa de la esperanza que os está reservada en los cielos y acerca de la cual fuisteis ya instruidos por la Palabra de la verdad, el Evangelio,
6 que llegó hasta vosotros, y fructifica y crece entre vosotros lo mismo que en todo el mundo, desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en la verdad:
7 tal como os la enseñó Epafras, nuestro querido consiervo y fiel ministro de Cristo, en lugar nuestro,
8 el cual nos informó también de vuestro amor en el Espíritu.
9 Por eso, tampoco nosotros dejamos de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual,
10 para que viváis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios;
11 confortados con toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y paciencia; dando con alegría
12 gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz.
13 El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor,
14 en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados.
15 El es Imagen de Dios invisible,Primogénito de toda la creación,
16 porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él,
17 él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia.
18 El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia:El es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo,
19 pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud,
20 y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.
21 Y a vosotros, que en otro tiempo fuisteis extraños y enemigos, por vuestros pensamientos y malas obras,

22 os ha reconciliado ahora, por medio de la muerte en su cuerpo de carne, para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de El;
23 con tal que permanezcáis sólidamente cimentados en la fe, firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que oísteis, que ha sido proclamado a toda criatura bajo el cielo y del que yo, Pablo, he llegado a ser ministro.
24 Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia,
25 de la cual he llegado a ser ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para dar cumplimiento a la Palabra de Dios,
26 al Misterio escondido desde siglos y generaciones, y manifestado ahora a sus santos,
27 a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria,
28 al cual nosotros anunciamos, amonestando e instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de presentarlos a todos perfectos en Cristo.
29 Por esto precisamente me afano, luchando con la fuerza de Cristo que actúa poderosamente en mí.

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