domingo, junio 29, 2008

La caridad de la virgen María

Retiro espiritual de María. Tres meditaciones
Autor: P Antonio Rivero LC Fuente: Catholic.net
PRIMERA MEDITACIÓN: La caridad servicial
LA VISITACIÓN (Lucas 1, 39-56)

La caridad servicial de María

Autor: P Antonio Reivero LC Fuente: Catholic.net

La caridad no puede esperar, tiene prisa. Ir de prisa significa que no tener que contemplar mis quehaceres por muy importantes que sean.

LA VISITACIÓN Lucas 1, 39-56

Composición de Lugar: apenas la Virgen supo del milagro de fecundidad operado en Isabel, su prima, se dirigió a visitarla. Era primavera, cercana, quizá, la Pascua. La aldea, situada hacia el Sur, en la montaña de Judea, se supone ser, probablemente, la actual Ain-Karim. Había, desde Nazareth, varios días de camino –tres o cuatro-, y cae dentro de lo probable que María los hiciera con alguna de las caravanas que se dirigían a Jerusalén, confundida entre la gente, a solas con su gozoso secreto. Debió de ser para Ella un viaje maravilloso. Te acompaño, María. Déjame ir en tu compañía, pues quiero aprender de ti la caridad. Petición: Señor, ensancha mi corazón para que pueda desvivirme en caridad por mi hermano, a ejemplo de María con su prima Isabel, olvidándome de mí mismo.Fruto: Vivir mi jornada animado por el espíritu de caridad activa y servicial, porque en servir está la verdadera libertad y alegría. Puntos: Veamos los detalles de caridad de María en la Visitación a su prima Isabel.


1. Ponerse en camino, ¡qué incomodidad! Con lo bien que estaba en su casita de Nazareth, y poder disfrutar a solas de esa noticia tan maravillosa: “estoy embarazada de Dios”. Ponerse en camino implica desinstalarse, salir de uno mismo, exponerse a las sorpresas del camino y a la inclemencia del clima, a perder mucho tiempo. La caridad siempre me exige un salir de mí mismo y de mi comodidad para ir al otro, que me necesita, que me interpela, que me espera. ¿Cuáles son las cadenas que me impedirían ponerme en camino? El egoísmo ciego, la tibia comodidad, los propios intereses mezquinos. ¿Qué efectos produce en mi alma el ponerme en camino? Una grande alegría interior, una liberación de mi egoísmo, un dilatación de mi corazón. Ahí vemos a María, feliz, radiante, yendo a Ain Karim para servir a su prima Isabel que está embarazada de Juan Bautista. ¿En algo puedo ayudarte, Isabel? Señor, dame alas en mi alma para ponerme en camino donde tantos de mis hermanos me esperan para que les eche una mano o las dos.

2. Se fue de prisa a la montaña, ¡qué urgencia! La caridad no puede esperar, tiene prisa. Ir de prisa significa que no tenemos que contemplar nuestros quehaceres –por muy importantes que sean- pues nos atarían a la pata de nuestra mesa egoísta. Y, ¿quién te desata? A la caridad tienen que salirle las alas del alma para ir de prisa a socorrer al otro, al prójimo que está más necesitado que tú. La caridad no puede ser perezosa. No hay que reflexionar mucho al hacer la caridad, porque encontrarás siempre motivos para no moverte y hacer esa caridad. Dice el Kempis en su libro Imitación de Cristo: “Quien ama, corre, vuela; vive alegre, está libre y nada le entorpece…A quien ama, nada le pesa, nada le cuesta, emprende más de lo que puede…El amor está siempre vigilante e incluso no duerme…Sólo quien ama, puede comprender la voz del amor” (Libro III, capítulo 5). María ama y por eso escuchó la voz del amor que le pedía ayudar a su prima Isabel. El amor nos abre las alas del alma para volar y ayudar a los demás. Quien no ama no pasa de ser un pobre ave de corral que sólo picotea su granito para llenar su propio buche, y nunca vuela, porque no tiene alas desplegadas, fuertes y consistentes…y está siempre peleándose con las demás aves del corral por un ridículo granito de maíz.

3. Entró en casa de Zacarías, ¡qué intimidad! La casa del otro está de ordinario cerrada a los demás por miedo a los ladrones, a los fisgones, a los intrusos. Nadie abre la propia puerta de su casa a cualquiera. Un mínimo de intimidad se requiere. La caridad crea lazos de intimidad con el otro. Y aquí María creó lazos con su prima, porque entre ellas estaba la gran noticia que incumbía a las dos: el nacimiento del Salvador, que exigía la presencia del precursor, Juan. Cuando el Evangelio todavía no es palabra pública dirigida a todos los hombres, ya es mensaje acogido por María y hecho carne en ella. Está encerrado en su seno, es la debilidad de un niño. Pero ya está operante en su vida y desde ella obra la santificación de una familia, transformándose en Buena Noticia para todos sus miembros. En lenguaje cristiano “entrar en la casa de alguien” significa llevar la buena nueva, transformarse en apóstol. En esa intimidad esas dos mujeres se encendían con el amor de Dios y provocaron una enorme hoguera de fe, humildad y gratitud: “Feliz tú que has creído… ¿Cómo es que viene a mí la Madre de mi Señor?…Mi alma glorifica al Señor”. Así deberíamos ser cada uno de nosotros cuando visitamos a alguien: provocar el gozo de Dios en lo profundo de las almas.

4. Y saludó a Isabel, ¡qué delicadeza! Detrás del saludo se esconde ese deseo de salud física y espiritual. El saludo implica unión de corazones. El saludo verdadero es portador de gozo y energía al otro. El saludo despierta en el otro un deseo de entrar en esa misma corriente de expansión y amor. El saludo a su prima –seguramente lleno de amor cálido- es ya transmisión de la gracia, y con su sola presencia es instrumento de santificación para el hogar de Zacarías. Y con el saludo María lleva los bienes mesiánicos: la alegría y la acción del Espíritu Santo. Hay clima de fiesta en el encuentro, sorpresa por la visita y admiración por las grandezas divinas. María e Isabel están todavía bajo los efectos de las visitas de Dios en sus vidas; y uno de esos efectos es precisamente el gozo ante la misericordia y la fidelidad del Dios de la alianza. Isabel, impulsada por el mismo Espíritu que había obrado en María la Encarnación, alaba y reconoce en su prima a la Madre de su Señor, el Redentor de su pueblo. Su gozo es tan intenso ante este nuevo don, que se comunica al hijo que lleva en su seno, el futuro precursor de aquel que está en el seno de María. El Espíritu no encuentra barreras en estas mujeres llenas de fe y obra con plenitud en ellas, santificando también la experiencia más hermosa de sus vidas: la maternidad.
5. Exclamó, “Mi alma glorifica al Señor”. La reacción de María ante las maravillas obradas por Dios en su vida es un cántico de alabanza y gratitud. ¡Qué humildad! María no viene a creerse más importante que Isabel, pues la caridad no puede pavonearse ni ser vanidosa. La vanidad mancha la caridad y la pudre de raíz. María viene a reconocer que todo lo bueno que ella tiene viene de Dios, es de Dios, y que nada es mérito suyo. Ella es la Virgen evangelizadora de la buena nueva. Es la portadora de Cristo a sus semejantes. Ella no permanece pasiva en Nazareth; se siente urgida a transmitir los dones recibidos. María no los retiene para sí, los comunica con generosidad. Lo contemplado en el encuentro personal e íntimo con su Dios se vuelve en ella mensaje fecundo e irradiación espontánea. Nuestra caridad hecha mensaje para los demás tiene que estar amasada de humildad, pues no somos nosotros los que movemos el corazón; es Dios a través de nosotros quien llena a los demás del gozo íntimo. Dios es la fuente de la alegría. María se sabe y siente en posesión de Dios, por eso exulta su corazón. Dios es grande, Ella es pequeña. Dios es la alegría, Ella es el recipiente de esa alegría de Dios, y lo comparte con nosotros.
6. Y María se quedó con Isabel unos tres meses, ¡qué abnegación! ¿Haciendo qué? Cocinando, limpiando pisos, yendo de compras, charlando de corazón a corazón, sudando y cansándose. Pero ella estaba feliz, pues la caridad que cuesta provoca felicidad interior, nos desprende de esa costra de egoísmo que tanta paz nos roba y desfigura la belleza de nuestra alma. María aquí es la Virgen servicial, la que no duda en abrirse a los demás para compartir sus alegrías y dolores. La servidora del Señor se hace servidora de sus semejantes. No podía ser de otra manera, porque no hay separación entre entrega a Dios y compromiso con los hombres. El primer mandamiento de Jesús encuentra en María una encarnación preclara: el amor a Dios es fuente del amor al prójimo, y éste es consecuencia y sello de autenticidad de aquél. Su servicio mayor –la aceptación de la misión maternal- impulsa a María a esta otra forma de maternidad: el servicio desinteresado a los demás.
El misterio de la Anunciación tiene su prolongación y complemente en el de la Visitación. ¿Soy capaz, no digo de permanecer tres meses, sino tres minutos, tres horas, tres días…con alguien que necesita de mi caridad?
Preguntas para reflexionar:· ¿Qué me impide el servir a mis hermanos: el egoísmo, la comodidad, la soberbia?
· Cuando hago algún gesto con mi hermano, ¿es por caridad desinteresada o porque busco alguna compensación?
· Al entrar en contacto con mi hermano, ¿llevo la alegría de Dios que provoca en el otro el gozo íntimo? ¿O me llevo a mí mismo y mis problemas y reclamos?
· ¿Estaría dispuesto, como María, a servir a mi prójimo durante tres meses, tres semanas, tres días, tres horas ayudando y dando mi tiempo, mis haberes y mi cansancio?

La caridad ingeniosa, atrevida y efectiva de María

Autor: P Antonio Rivero LC Fuente: Catholic.net
El amor intuye y se adelanta y se cree con confianza para pedir a Dios la solución. ¡Es la madre! Y comunica su preocupación a su Hijo.


LAS BODAS DE CANÁ Juan 2, 1-11Composición de Lugar: María recibió una invitación para acudir a unas bodas que se celebraban en Caná de Galilea. Unas bodas, en Palestina y entre los judíos, era un acontecimiento importante y revestía un carácter religioso, pues era el medio de perpetuar la raza hasta la plenitud de los tiempos, es decir, hasta los días del Mesías. Los contrayentes eran amigos, parientes quizá, y María aceptó la invitación y acudió a Caná. Fue también invitado Jesús con sus discípulos, y de nuevo se encontraron reunidos, siquiera fuese transitoriamente y por breve tiempo, Madre e Hijo. Y, ¿qué pasó? Vayamos también nosotros a Caná, pues hemos sido invitados con María y Jesús. Petición: Señor, dame ojos y corazón para intuir las necesidades de mi prójimo y en la medida de mis posibilidades, ayúdame a solucionarlas, a ejemplo de María, que con su poderosa intercesión logró alegrar ese momento hermoso con el vino nuevo de su Hijo. Fruto: Tener los ojos abiertos a las necesidades de mi prójimo. Tener el corazón listo para conmoverme y las manos listas para ayudar. Puntos: Veamos los detalles de caridad de María en Caná.
1. María estaba invitada: quien vive en la caridad y con caridad siempre es querido en todas partes y, por lo mismo, fácilmente es invitado a estos eventos alegres, humanos y sociales. Y allá fue, porque el amor trata de difundirse por todas partes. ¿Cómo no compartir la alegría de los demás y felicitarles por esta boda? Ella, la madre de Jesús, no podía despreciar estas alegrías humanas, como tampoco lo hará después Jesús, su Hijo. En muchos otros lugares de los Evangelios vemos a Jesús compartiendo banquetes, tanto que los fariseos se escandalizan de eso e incluso algunos le llaman “comilón y bebedor”. ¡Habráse visto! El corazón mezquino que no rebosa amor se escandaliza de que el otro ame y derrame su amor. Sí, María fue invitada. Pero, ¿en verdad fue a comer y aprovecharse del banquete? El que fuera la primera que captara la insuficiente cantidad de vino sugiere que “estaba en todo”, y esto supone atención, actitud observadora, pensar en lo que ocurre y no en sí misma. ¡Otra vez, la caridad, amor al prójimo! Sí, lo opuesto al egoísmo y a buscar la propia satisfacción. Quien se deja llevar por el impulso natural en sus relaciones sociales corre el peligro de ser imprudente y pecar por exceso o por defecto; está abocado a vivir para sí y no para los demás; a dejarse llevar por el egoísmo en lugar de ejercer la caridad y el amor al prójimo. No hubiera sido igual en esa boda sin la presencia de María. El amor todo lo transforma, incluso las situaciones adversas. La caridad no deja indiferente el ambiente en que está. Al contrario caldea el ambiente en que vive y alegra la vida de quienes están a su alrededor.Quien tiene amor aumenta el grado de felicidad de los demás en la tierra. Basta una sonrisa, una palabra de aliento, un gesto de servicio. ¿Qué hizo María? ¿Qué hubiera hecho yo en su lugar: reclamar, protestar contra los novios y los servidores?
2. Se acabó el vino y María dijo a Jesús: “no tienen vino”. Aquí está el amor de María, amasado de sencillez y de fe. Sea por la afluencia de invitados, sea por error de cálculo, llegó un momento en que el vino comenzó a escasear de tal manera que era fácil prever su insuficiencia para el tiempo que todavía había de durar la fiesta. Esto era grave, porque el apuro iba a ser tal, cuando se descubriera, que bastaba para amargar a los novios el recuerdo de su boda, que se iba a convertir en regocijado comentario del pueblo durante mucho tiempo. Y aquí interviene María con su caridad intuitiva, ingeniosa y efectiva. Esto quiere decir que andaba discretamente pendiente del servicio, ayudando quizá, sin inmiscuirse en lo que era tarea propia de maestresala. En cuanto vio esto, pensó en el modo de remediarlo. Pensó en la violencia de la situación de los novios. Su bondad le llevó a compadecerse de ellos y a buscar un remedio. Ella sabía que no podía realizar un milagro, pero sabía que su Hijo sí podía. El amor intuye y se adelanta y se cree con confianza para pedir a Dios la solución. ¡Es la madre! Y comunica su preocupación a su Hijo.María se dirige a Jesús como a su Hijo, pero Jesús le contesta como Mesías: no ha venido a remediar problemas materiales, pues es muy otra la misión que ha recibido del Padre. Aclarado esto, no tiene inconveniente en adelantar su hora: la de hacer un milagro que ponga de manifiesto su poder y dé testimonio de su divinidad. El amor todo lo puede. El amor abre el corazón de Dios. El amor humilde y confiado de María realizó lo que nadie podría hacer en ese momento: convertir el agua en vino. “No tienen vida”, ¡qué oración tan sencilla de María! Ella expone la necesidad con la simplicidad de un niño. Los niños más que pedir, exponen, y no es necesario más porque la compenetración es tan grande que los papás saben perfectamente todo lo que la frase del niño encierra, y es para ellos más clara que un largo discurso. María, siendo la más perfecta de las criaturas, o mejor todavía, la criatura perfecta, su oración, sin duda, es la más perfecta de las oraciones, la mejor hecha, la que reúne todas las cualidades en su máxima profundidad. Es el amor quien hace nuestra oración sencilla, sin rebuscamientos ni artificios. ¿Si nosotros no conseguimos de Dios lo que le pedimos no será porque nos falta sencillez en nuestra oración? Y si nos falta sencillez, ¿no será porque estamos faltos de amor en el corazón? Sólo un corazón que ama sabe ser sencillo al pedir y todo lo consigue. Como María. ¡Qué complicados somos los hombres a veces en nuestras relaciones con Dios y con los demás! Aprendamos de María.
3. “Haced lo que Él os diga”. Es el amor de María lleno de confianza y humildad. La mirada suplicante, confiada, sonriente y amorosa de la Virgen no podía ser indiferente a Jesús en ningún caso. María obró con la seguridad de quien sabe lo que hace, pues el amor da seguridad y abre las puertas del corazón de Dios. Se acercó a los sirvientes y les dio unas instrucciones muy sencillas: “Haced lo que Él os diga”. Tras esto, la Virgen vuelve a confundirse entre los convidados. Sólo el que ama a Dios, ama a los demás y se consume viendo cómo, por no poseerlo, no son felices. Esta vibración interior es lo que lleva a acercarles a Dios, pero sin artificios ni convencionalismo, sin acosos ni insistencias, con la tenacidad propia del amor, pero con su suavidad, haciendo que acaben queriendo, abriéndoles horizontes que tienen cerrados. “Haced lo que Él os diga”: es el imperativo que lanza quien ama, porque conoce a quien es el Amor supremo. El amor aquí se hace humilde: Él es quien cuenta, no yo. Sólo Él es el Salvador y Mesías. Pero su humildad sabe dar el tono y matiz preciso a su imperativo. La oración que nace de la humildad siempre será escuchada y casi “obliga” a Dios a escuchar y hacer caso. Lo que da intensidad a una oración, lo que hace poner en ella toda el alma es la necesidad, y nadie como el humilde puede percibir hasta qué punto está necesitado de que Dios se compadezca de su impotencia, hasta qué punto depende de Él, hasta qué extremo límite es cierto que el hombre puede plantar y regar, pero que es Dios quien da el incremento (cf 1 Cor 3, 6-7), es Dios quien puede convertir esa agua en vino. Quien no ama no es humilde. Quien no es humilde trata a Dios con prepotencia y egoísmo, y lo usa para que resuelva los problemas que nosotros mismos nos hemos planteado o sacarnos de los atolladeros en que tercamente nos hemos metido. Pero María es humilde. Expone el problema y la necesidad y deja todo en las manos de su Hijo.Deja a Cristo el campo totalmente libre para que haga sin compromisos ni violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era lo más perfecto que podía hacerse y de verdad resolvería el asunto. María confía en la sabiduría de su Hijo, en su superior conocimiento, en su visión más amplia y profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá, desconocer. La fe y la humildad dejan a Dios comprometido con más fuerza que los argumentos más sagaces y contundentes. “Haced lo que Él os diga”: ¡Qué conciencia tiene María de que su Hijo es el Señor y es quien debe mandar y ordenar, y no ella! Nos pide que siempre escuchemos a su Hijo y después que hagamos lo que Él nos diga. El amor escucha y hace lo que dice y pide el Amor con mayúscula. Hacer lo que Cristo nos dice es obedecer. Por tanto el amor termina siempre en obediencia. Lo que María nos dice aquí es que obedezcamos, que pongamos toda nuestra personal iniciativa, no en hacer lo que se nos ocurra, sino al servicio de lo que Él nos indique. Como Ella, que fue siempre obediente. Quien no ama, protesta y no obedece con alegría. Por tanto, este amor de María en Caná desemboca en obediencia a Cristo. No es un amor que se queda sólo a nivel de sentimientos y emociones, o de soluciones más o menos hermosas. El amor tiene que ser acrisolado por la obediencia. Con la obediencia hemos encontrado lo único necesario y todo lo demás viene resuelto como consecuencia. Y la obediencia consiste en cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. Y fue esta obediencia de María y de los servidores quien hizo que Cristo obrase el milagro. Y no fue fácil lo que Cristo les mandó: “Llenen de agua esas tinajas” ¿No será esto absurdo? Los servidores no protestan ni reclaman ni cuestionan. Obedecen, simplemente. Y obedecieron inmediatamente. Y obedecieron hasta el final, llenando las tinajas hasta arriba. No puede obedecerse a medias.
Preguntas para reflexionar:
· ¿Qué me impide ver las necesidades de los demás: mi maldito egoísmo que me ciega, mi corazón duro y soberbio, mis manos cerradas y ociosas?
· ¿Pido a Jesús por las necesidades del mundo, de la Iglesia y de las familias? ¿O sólo pido por mí y mis cosas? ¿Pido, como María, con fe, con humildad, con amor, con confianza, con obediencia?
· ¿Tengo el vino de mi caridad dulce y oloroso para compartir con los demás, o está ya picado y avinagrado por mi egoísmo y orgullo?

La caridad animadora de María

Autor: P Antonio Rivero LC Fuente: Catholic.net

Ah, María, ten caridad con nosotros y enséñanos a rezar, porque nos conformamos muchas veces con nuestras devociones y creemos que con eso, basta.

PENTECOSTÉSHechos 1, 14)Composición de Lugar: “Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de éste” (Hechos 1, 14). Ahí estaba María con los apóstoles, en oración íntima, preparándoles para la venida del Espíritu Santo, animándoles, pues Jesús se acababa de ir al cielo, y ellos se sentían solos, desprotegidos y con mucha añoranza del Maestro. ¿Qué les diría María? ¿Cómo les animaría? Cuántos recuerdos se agolpaban en la mente y en el corazón de María y de los apóstoles. Metámonos también nosotros en ese Cenáculo para prepararnos, con María, para la venida del Espíritu Santo. María ya tenía una larga historia personal con el Espíritu, desde la Encarnación. ¿Quién mejor que Ella para enseñarnos cómo prepararnos para Pentecostés?Petición: Señor, que sea un gran animador entre mis hermanos los hombres, con una caridad que transmita seguridad, consuelo y aliento, a ejemplo de María en el Cenáculo. Fruto: Ser siempre a mi alrededor un auténtico paráclito (animador y consuelo) para mis hermanos, como lo fue María en Pentecostés con los apóstoles a quienes ayudó a prepararse para recibir al Espíritu Santo.Puntos:

1. La caridad de María les enseñaba con paciencia de madre y maestra a rezar a los apóstoles durante la espera de Pentecostés: ¡Qué dichosos los apóstoles que pudieron orar junto con la Virgen! Ella dirigiría la oración. Ella daría ejemplo de fervor. Sólo con mirarla a Ella, se disiparía el cansancio, la tibieza, las distracciones de los apóstoles. Esta caridad de María comprendía el tedio de los apóstoles que estaban ya fatigados de tanto esperar. Esta caridad de María excusaba los defectos de estos hombres tan llenos de defectos todavía, pero cuyo amor a Cristo su Hijo era evidente. Esta caridad de María animaba a estos apóstoles que experimentaron la ausencia de Cristo, después de tres años de tanta intimidad con Él. Les enseñaba a rezar. Enseñar a quien no sabe es una obra de misericordia, es un acto de caridad sublime. Enseñar a rezar, porque María sabía que la oración es fuerza, es luz, es consuelo para el camino. Les enseñaba a rezar con humildad, con confianza, con perseverancia y con corazón limpio y desinteresado. Les enseñaba esa oración personal e íntima, amasada de fe y gratitud, de entrega y humildad. Y también les enseñaba la oración comunitaria, hecha como Iglesia, en nombre de la Iglesia. Ah, María, ten caridad con nosotros y enséñanos también a nosotros a rezar, porque nos conformamos muchas veces con nuestras devociones y creemos que con eso, basta. La oración es mucho más que rezar nuestras devociones privadas. Es abrirme y escuchar a Dios como persona, con toda mi mente, corazón, afecto y voluntad, y donde Dios me transforma poco a poco, y así poder hacer en mi vida su santísima voluntad.
2. La caridad de María les ayudó a abrir la mente, el corazón y la voluntad de los apóstoles para recibir el don del Espíritu Santo el día de Pentecostés. El primer “Pentecostés” para María, por así decir, fue el día de la Anunciación, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ella e hizo el milagro de la fecundación del Verbo en su seno. La caridad de María les enseñó cómo abrir la mente, el corazón y la voluntad para la venida del Espíritu Santo. Les decía que abrieran la mente, porque el Espíritu Santo es Luz que les iluminaría para que comprendiesen el mensaje de su Hijo Jesús antes de predicarlo. Les decía que abrieran el corazón, porque el Espíritu Santo es Amor que limpia toda impureza y deseos terrenos, y de esta manera harían de su corazón un auténtico oasis donde Cristo podría reponer sus fuerzas e intimar con ellos. Les decía que abrieran su voluntad, para que el Espíritu Santo les llenase de fuerzas para después ser valientes testimonios de Cristo, como realmente lo fueron. OH, María, dime cómo tengo yo que abrirme a este Don Supremo del Espíritu.
3. La caridad de María fue aliento y estímulo para lanzar a estos apóstoles por el mundo entero predicando el evangelio de su Hijo. Les dijo que ya estaban capacitados para ir y predicar con valentía la buena nueva de su Hijo Jesús. Les dijo que no tenía que importarles lo que dijeran o dejaran de decir los otros, pues el Espíritu Santo pondría las palabras acertadas en su boca. Les alentó para que no se desanimasen ante las dificultades que encontrarían en muchas casas y ciudades. Les consoló el corazón, tan necesitado del cariño maternal. Les aseguró que el Espíritu es viento impetuoso que les llevaría con fuerza por todos los rincones del mundo. Les aseguró que el Espíritu es lengua de fuego que se les meterá en el corazón y les hará hablar sin miedo y sin cobardías, hasta convertirles en celosos apóstoles y mártires. Les aseguró que el Espíritu restaurará la unidad perdida en Babel, donde el orgullo humano fue castigado con la diversidad de lenguas. El Espíritu es forjador de unidad y comunidad. Ahí está María en esta primera Iglesia, en esta Iglesia primitiva. Está en medio de la Iglesia naciente. Está como la madre de Jesús, amándolo en estos hombres concretos que Él había elegido.Conoce las debilidades y los miedos de esta primera comunidad eclesial y la ama en su realidad concreta. Les dice que a ellos se les ha encomendado el Reino. La pequeñez de los instrumentos no asusta a María. La presencia de María en este Cenáculo es solidaridad activa y consoladora con la comunidad de su Hijo. Ella es la que con mayor anhelo y fuerza implora la venida del Espíritu. Ella es la Madre de la Iglesia. Todo su amor y todos sus desvelos son ahora para esa Iglesia naciente que es la continuación de la obra de Jesús. Ella acompaña la difusión de la Palabra, goza con los avances del Reino, sigue sufriendo con los dolores de la persecución y las dificultades apostólicas. Ignoramos cómo transcurrieron los últimos años de María y también cuándo y dónde aconteció el final de su vida terrena. Pero seguramente fueron años de íntima unión con Cristo y con su obra. Y ese final marcó el inicio de otra forma de existencia, junto al Señor glorificado y junto a nosotros. Ella desde el Cielo sigue derramando su caridad con su mediación e intercesión por nosotros, sus hijos.
Preguntas para reflexionar:
· ¿Qué experiencia tengo del Espíritu Santo en mi vida? ¿Puedo decir que es para mí Luz para mi mente, consuelo para mi corazón y fuerza para mi voluntad?· ¿Suelo ser para mis hermanos “paráclito”, es decir, consuelo y aliento, como lo fue María para los apóstoles? ¿O por el contrario los demás se apartan de mí porque soy portador de negativismo, disgustos y reclamos?
· ¿El Espíritu Santo me lanza a llevar el mensaje de Cristo por todas partes: en mi casa, entre mis vecinos, en mi trabajo, con mi grupo de amigos? ¿O soy cobarde y tengo respeto humano para hablar y dar testimonio de Cristo?
· ¿Cómo es mi relación con María Santísima, madre de Cristo, madre de la Iglesia y madre mía: filial e íntima, esporádica o constante?

El siervo del centurión

Autor: Roberto Carlos Estévez Fuente: Catholic.net

Mateo, 8, 5-17. Tiempo Ordinario. Él está siempre esperándonos y basta una sola palabra y seremos curados.


En aquel tiempo, entrando Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos. Jesús le dijo: Yo iré a curarle. Replicó el centurión: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace. Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Y dijo Jesús al centurión: Anda; que te suceda como has creído. Y en aquella hora sanó el criado. Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades.

Reflexión

El mensaje de este pasaje es un mensaje de esperanza. Sí, a nosotros que nos podemos sentir muchas veces cansados, sin ganas de seguir luchando, enfermos, afligidos o solos, se nos recuerda que Él tomó sobre sí nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. Cristo es el médico de todos los dolores, que con sólo decir una palabra nos salva, pero el ser curados depende mucho del modo en que nos acercamos a Cristo. Y aquí es maravilloso el ejemplo que nos da el centurión. Como nosotros, se encuentra ante un problema, ante una necesidad y acude a Cristo. Se acerca con fe y confianza, como un niño se acerca a su padre. Se acerca con humildad, con la humildad del siervo que se sabe indigno. Pero ante todo se acerca con amor, amor a Dios y amor a los hombres que le hacen olvidarse de sí mismo. Pide por los demás. Probemos a poner estos elementos cuando nos acerquemos a Jesús. Él está siempre esperándonos y basta una sola palabra y seremos curados.

El Papa es el dulce Cristo en la tierra


Por monseñor José Manuel Lorca Planes

TERUEL, sábado 28 de junio de 2008 (
ZENIT.org).- Publicamos la carta pastoral que ha escrito monseñor José Manuel Lorca Planes, obispo de Teruel y de Albarracín (España), sobre la solemnidad de San Pedro y San Pablo, que se celebra el 29 de junio.
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En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, columnas de la Iglesia, celebramos el día del Papa. Ya saben, ha sido el mismo Jesús el que ha puesto a Pedro para apacentar su Rebaño. Las palabras del Señor son graves, solemnes y contundentes:
"Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18). Jesús nombra a Pedro como máximo responsable de su Iglesia, y le da el poder de interpretar auténticamente la ley divina, es la cabeza de los apóstoles. Desde los orígenes de la Iglesia se ha aceptado la decisión de Señor con toda normalidad y se ha mantenido siempre la Voluntad de Jesús. En el Concilio Vaticano I se decía que "quién quiera que sea el que suceda a Pedro en esta Cátedra, ése, según la institución de Cristo mismo, obtiene el Primado de Pedro sobre la Iglesia universal" (Concilio Vaticano I, Pastor aeternus, cap. 2). Si el carisma de Pedro pasó a sus sucesores, esto quiere decir que el Papa hace las veces de Cristo y que tenemos que amarle y escucharle, porque en su voz estamos escuchando a Cristo. Con una expresión más dulce y más bella, llena de sentido, le llamaba Santa Catalina de Siena al Papa: "el dulce Cristo en la tierra".
Os pido a todos vosotros, queridos diocesanos, que elevéis hoy una oración especial por nuestro Papa, Benedicto XVI, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo, rogad al Señor que le siga dando la fortaleza para animarnos a mantener la unidad de la Iglesia; la sabiduría que nos enseñe a conocer y amar más al Señor y la santidad para que aprendamos de su testimonio. Donde está Pedro, allí está la Iglesia y su misión fundamental es trabajar por mantener las notas que le caracterizan: una, santa, católica y apostólica. Los cristianos debemos valorar esto y unirnos con todas las fuerzas para que brille siempre la Voluntad de Dios en su iglesia.
¡Cuántas veces nos ha ayudado el Papa a valorar la belleza de la fe! La fidelidad al Papa nos obliga a escuchar sus palabras, leer sus escritos y documentos y comentarlos con los demás, ofrecerlos a los amigos y conocidos, que lleguen a todos los rincones de la tierra, sin deformarlos, para que muchos desorientados puedan ver la luz, el camino que les lleve al Señor y muchos afligidos puedan encontrar la esperanza. No se nos puede pasar por alto cuando el Papa nos ha hablado del amor en su primera encíclica: "El amor será siempre necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo", (DCE, nº 28 b).
¡Muchas felicidades, Santo Padre, esta Iglesia de Teruel y de Albarracín está en comunión con el Sucesor de Pedro y le queremos!
+ José Manuel Lorca Planes,
Obispo de Teruel y de Albarracín

Encontrarnos con el Señor

Autor: P. Cipriano Sánchez LC Fuente: Catholic.net
Jueves primera semana Cuaresma. Forjemos nuestra alma a través de la oración, sacrificio y purificación interior.

La insistencia con la que Nuestro Señor pide que nos acerquemos a la oración para que se nos dé; que nosotros lleguemos a Él para encontrarlo, es una insistencia que requiere del corazón humano, una grandísima fortaleza interior, una gran tenacidad. Esa tenacidad para que pidamos y se nos dé, se ve muchas veces probada por las circunstancias, por las situaciones en las que nos encontramos. Jesús habla de que pidan y se les dará, pero no nos dice si será pronto o tarde, cuando se nos dará. No nos dice si vamos a encontrar al primer momento en que empezamos a buscar o va a ser una búsqueda larga. No nos dice si la espera va a ser corta o se va a dilatar mucho. Simplemente nos dice que toquemos, que pidamos, que busquemos con la certeza de que vamos a recibir, vamos a encontrar y de que se nos va a abrir. Tener esta certeza, requiere en el alma una gran fortaleza interior, una gran firmeza interior. Una firmeza que Dios N. S. va probando, que poco a poco Él va viendo si es auténtica, si es verdadera. Sin embargo, esto no es solamente una obra de Dios. Es importante el hecho de que Dios quiera que nosotros construyamos esta firmeza interior, pero también a nosotros nos toca actuar. Es obrar de Dios y obra nuestra. La Cuaresma es un período especialmente señalado para indicar esta obra nuestra en la obra de Dios. La obra nuestra en la tenacidad, en la constancia hasta conseguir que Dios N. S. nos abra, nos dé y nos encuentre. ¿Qué hay que hacer para esto? La Cuaresma nos habla de una penitencia que hay que realizar, de una oración en la que tenemos que insistir y de una generosidad particular, en la que tenemos nosotros, poco a poco que ir trabajando. Para ello es necesaria una muy seria penitencia interior. Una penitencia que no se quede simplemente en el hecho de que no comamos carne o que ayunemos algunos días. Es una penitencia que va mucho más allá de los detalles, de los sacrificios concretos exteriores. Es una penitencia que tiene que abarcar toda nuestra vida, toda nuestra personalidad, porque precisamente es la penitencia la que forja el alma, la que construye el alma. No son las concesiones las que van a hacer de nuestra alma un alma aceptable a Dios, va a ser la penitencia la que va a hacer de nuestra alma, un alma entregada a Dios. Hemos escuchado en el Libro de Esther, una oración que hace esta mujer a Dios, en la más total de las obscuridades, sabiendo que lo que va a hacer, es jugarse el todo por el todo, porque Esther, va a presentarse ante el rey sin su permiso, y esto estaba penado con la muerte en la corte de los persas. En el fondo, Ester lo que lleva a cabo es una auténtica penitencia del alma, una purificación de su espíritu, de su corazón para ser capaz de enfrentarse a una prueba en la que sabe que está jugándose todo. ¿Cómo es esta penitencia interior? Es una penitencia que tiene que acabar todas nuestras dimensiones, toda nuestra persona, nuestros pensamientos, nuestra inteligencia, nuestros afectos, nuestra voluntad, nuestra libertad. ¿Hasta qué punto nos hemos planteado alguna vez la autentica penitencia del alma, la auténtica exigencia interior de ir probando nuestra alma, para ver si está lista a resistir las pruebas para se fieles a Dios? Cuando llamemos y nadie nos abra; cuando pidamos y nadie nos dé; cuando busquemos y nadie nos permita encontrarlo. Es un tema que en la Cuaresma se hace particularmente presente, pero que no solamente tendría que ser un tema cuaresmal; tendría que ser un tema de toda nuestra vida. La penitencia del alma, la purificación interior de nuestros sentimientos, de nuestra voluntad de nuestra inteligencia, de nuestros afectos, de nuestra libertad para ponerla totalmente de cara a Dios N. S. La base de la penitencia del alma, es la confianza absoluta en Dios N. S. No se basa simplemente en los actos que nosotros realizamos, de sacrificio o de renuncia interior, se realiza sobre todo, apoyada en la confianza en Dios N. S. “Si ustedes a pesar de ser malos saben dar cosas buenas a sus hijos. “Con cuánta mayor razón, el Padre que está en los cielos dará cosas buenas a quiénes se las pidan”. La pregunta que tenemos que hacer es si estamos reconociendo las cosas que Dios nos da como cosas buenas; si tenemos nuestra alma dispuesta a aceptar todo lo que Dios pone en nuestra vida como buenas o por el contrario, somos nosotros los que discernimos si esto es bueno o esto es malo, no dependiendo de Dios, sino dependiendo de nosotros mismos: de cómo nosotros lo recibimos; de cómo a nosotros nos afecta. ¿Qué sucede cuando Dios nos da un pan, un pescado? La parábola de Cristo habla de un padre bueno, dice: “Ningún padre, cuando su hijo le pide un pescado, le da una serpiente y ningún padre cuando su hijo le pide pan le da una piedra”. ¿No sentiríamos alguna vez nosotros que Dios nos da piedras antes que pan? ¿O serpientes en vez de pescado? ¿No podríamos dudar nosotros a veces, de lo que Dios nos da o de lo que Dios no nos está dando? Y aquí esta de nuevo la exigencia ineludible de la penitencia interior: “Crea en mi, Señor un corazón puro”. Es decir, crea en mi, Señor, un corazón que me permita captar que Tú no me estas dando ni piedras, ni serpientes, sino pan y pescado, que lo que Tú me das es siempre bueno; que lo que Tu me ofreces, es siempre algo para realizarme en mi existencia. Esto tengo que aprenderlo a ver y únicamente se logra a base de la penitencia interior. No hay otro camino. Que esta Cuaresma nos permita introducirnos un poco en este camino, en búsqueda interior del encuentro con Cristo; en esfuerzo interior por encontrarnos con el Señor, conscientes de que no hay otro camino sino es el de aprender a hacer de nuestra alma, un alma que busca, sabiendo que va a encontrar. Un alma que toca, sabiendo que le van a abrir. Forjemos nuestra alma a través de la oración, del sacrificio y de la purificación interior, para encontrar siempre, en todo lo que Dios nos da, al Padre Bueno que da cosas buenas a quienes se las piden.

Como barca varada a la orilla del lago


Un joven sacerdote español de 32 años de edad sufrió un terrible accidente y nos cuenta su experiencia del postoperatorio. “Aunque estaba sedado con morfina, recuerdo que desperté y miré el crucifijo que tenía delante. No estaba encima de mi cama, sino enfrente.




Yo miré al Cristo y le dije que estábamos iguales, con el cuerpo abierto, con los huesos doloridos, solos ante el sufrimiento, abandonados, en la cruz... yo me fijé y me rebelé.




No lo entendía. De pronto recordé las palabras que desde el cielo Dios Padre pronunció refiriéndose a Jesucristo el día del bautismo y posteriormente en el Tabor: Este es mi Hijo amado, mi predilecto. Y el Hijo amado de Dios estaba colgado frente a mí en la cruz. El amor de Dios crucificado. El Hijo en medio de un sufrimiento inhumano.




Entonces reflexioné: si me encuentro en la misma situación que Él, entonces yo también soy el hijo amado y predilecto de Dios. Y dejé de rebelarme y se sosegó mi alma y experimenté la compañía de Dios Padre.




Ahora me siento una barca varada en la orilla del lago de Tiberíades. Ya no saldré a pescar, pero tengo la esperanza de que Cristo suba a mi barca para proclamar desde allí la Buena Nueva a la muchedumbre”.


Padre José Manuel Otaolaurruchi.

Eficacia de la oración

Autor: José Fernández de Mesa Fuente: Catholic.netEficacia de la oración
Mateo 7, 7-12. Cuaresma. Dios Padre es tan bueno que no nos concede todo lo que pedimos, sino aquello que conviene a nuestra vida.


Mateo 7, 7-12 En aquel tiempo dijo Jesús: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.

Reflexión

El sermón de la montaña es uno de los pasajes de los cuatro evangelios en que encontramos más claridad y precisión en las palabras de Cristo. Jesús nos transmite dos cosas en este texto: la eficacia total de la oración y la ley de la caridad. Con frecuencia se puede caer en la tentación de desanimarse en la vida de oración porque no vemos los frutos o no se nos concede aquello que pedimos. Jesús, sin embargo, nos dice todo lo contrario. Todo lo que pidamos a Dios se nos concederá, porque Él es un padre bueno que da a sus hijos aquello que le piden. ¿Qué pensaríamos de un padre que da a su hijo una serpiente, como dice el evangelio, porque éste le ha pedido un pan? Dios Padre es tan bueno que no nos concede todo lo que pedimos, sino aquello que conviene a nuestra vida, aunque no nos demos cuenta. Finalmente Jesús concluye con la ley que sigue Dios: el amor. Dios nos concede todo por este único motivo. Nosotros, que hemos sido creados a su imagen y semejanza, tenemos que vivir este mismo amor con todos de una manera universal, como lo hace Él. Hagamos un esfuerzo especial estos días de cuaresma para amar más a todos los hombres a ejemplo e imitación de Jesucristo.
Benedicto XVI: «“¡Confía en mí!”, nos repite hoy María»
Intervención con motivo del Ángelus

GÉNOVA, domingo, 18 mayo 2008 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI este domingo al introducir la oración mariana del Ángelus en la plaza Matteotti, en Génova.
En el marco de su visita pastoral de este fin de semana a Liguria, momentos antes había celebrado un encuentro con los jóvenes, a algunos de los cuales hizo entrega del Evangelio como signo de envío misionero.
* * *
¡Queridos hermanos y hermanas!
En el corazón de mi visita pastoral a Génova, hemos llegado a la hora de la habitual cita dominical del Ángelus, y mi pensamiento vuelve naturalmente al Santuario de Nuestra Señora de la Guardia, donde esta mañana he est ado en oración. Peregrino en ese oasis montano, allí se acercó muchas veces el Papa Benedicto XV, vuestro ilustre conciudadano, quien pidió que se colocara una reproducción de la querida imagen de la Virgen de la Guardia en los Jardines Vaticanos. Y como hizo mi venerado predecesor Juan Pablo II, en su primer viaje apostólico a Génova, también he querido iniciar mi visita pastoral con el homenaje a la celeste Madre de Dios, que desde lo alto del monte Figogna vela por la ciudad y por todos sus habitantes.
La tradición relata que a Benedetto Pareto, inquieto porque no sabía cómo responder a la invitación de construir una iglesia en aquel lugar tan distante de la ciudad, la Virgen, en su primera aparición, dijo: « ¡Confía en mi! Los medios no te faltarán. Con mi ayuda todo se resultará fácil. Mantén sólo firme tu voluntad». «¡Confía en mí!». Esto nos repite hoy María. Una antigua oración, muy querida a la tradición popular, nos permite dirigirle estas confiadas palabras, que hoy hacemos nuestras: «Acuérdate, oh Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a tu protección, implorado tu auxilio, reclamado tu socorro, ha sido abandonado». Es con esta certeza con la que invocamos la materna asistencia de la Virgen de la Guardia sobre vuestra comunidad diocesana, sobre sus Pastores, las personas consagradas, los fieles laicos: los jóvenes, las familias, los ancianos. A Ella le pedimos que vele, de manera especial, por los enfermos y todos los que sufren, y que haga fructíferas las iniciativas misioneras que están en marcha para llevar a todos el anuncio del Evangelio. A María confiamos juntos toda la ciudad, con su variada población, sus actividades culturales, sociales y económicas; los problemas y los desafíos de nuestro tiempo, y el empeño de cuantos cooperan por el bien común.
Amplio ahora mi mirada a toda Liguria, constelada de iglesias y santuarios marianos, puestos como una corona entre el mar y las montañas. Junto a vosotros doy gracias a Dios por la fe robusta y tenaz de las generaciones anteriores que, en el curso de los siglos, han escrito páginas memorables de santidad y de civilización humana. Liguria, y en particular Génova, es desde siempre una tierra abierta al Mediterráneo y al mundo entero: ¡cuántos misioneros partieron de este puerto hacia América y otras lejanas tierras! ¡Cuánta gente de aquí ha emigrado a otros países, pobre tal vez de recursos materiales, pero rica en fe y en valores humanos y espirituales que después ha trasplantado en los lugares de arribo! Que María, Estrella del mar, siga brillando sobre Génova; que continúe María, Estrella de la esperanza, guiando el camino de los genoveses, especialmente de las nuevas generaciones, a fin de que sigan, con su ayuda, la ruta justa en el mar frecuentemente tempestuoso de la vida.
[Traducción del original italiano realizada por Marta Lago.© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

Oremos por nuestro Santo Padre
OH Dios, que para suceder al apóstol san Pedro, elegiste a tu siervo Benedicto XVI como pastor de tu grey, escucha la plegaria de tu pueblo y haz que nuestro Papa, vicario de Cristo en la tierra, confirme en la fe a todos los hermanos, y que toda la Iglesia se mantenga en comunión con él por el vínculo de la unidad, del amor y de la paz para que todos encuentren en ti, Pastor de los hombres, la verdad y la vida eterna.
El Año Paulino también regenerará a Argentina
Carta pastoral del obispo con este motivo

ZÁRATE-CAMPANA, lunes, 16 junio 2008 (ZENIT.org).- Con motivo del Año Paulino, el obispo de Zárate-Campana, Argentina, monseñor Óscar Sarlinga, ha escrito una carta pastoral fechada el 13 de junio en la que anima a profundizar en el mensaje de Salvación.
El objetivo del Año Paulino, escribe monseñor Sarlinga, "es profundizador y evangelizador, esto es, además de ser tiempo propicio para dar a conocer más y mejor la persona, ser, obra y acción del ‘Apóstol de las Gentes', lo es sobre todo para invitar a todos los creyentes en Cristo y a los hombres de buena voluntad a profundizar en el inspirado paulino mensaje de vida en Cristo, el mensaje de Salvación".
Afirma también que es un tiempo de gracia "para que reflexionemos en la relación esencial entre justicia y caridad".
El Año Paulino proclamado por Benedicto XVI, indica el prelado, "tiene mucho de aquella exhortación a la transformación en el Amor y a la ‘nueva imaginación de la caridad' a la que nos llamara Juan Pablo II en Novo Millenio Ineunte, ese gran programa pastoral para el III Milenio".
Desde esta perspectiva, indica "este año de gracia 2008-2009 viene a consistir para nosotros en un ponernos en la vía de ‘Jesús-Camino', con la significación, por ende, de ser ocasión privilegiada para la pastoral, para todos los agentes de ésta, sean los curas párrocos y sus colaboradores, los catequistas, religiosos y religiosas, laicos y laicas comprometidos, con el fin de profundizar en el pensamiento de San Pablo y en la obra de la gracia en él".
Se extiende a continuación el obispo de Zárate campana en exponer el ser, pensamiento y acción de San Pablo.
Así mismo aborda "la unión inseparable de la misión paulina respecto de la misión petrina. La misión de Pablo es indivisible de la misión de Pedro, la ‘piedra' sobre la cual el Señor quiso edificar su Iglesia".
Recuerda, a propósito de este Año Paulino Universal que "en la Iglesia particular se dan todas las notas de la Iglesia universal".
La diócesis de Zárate-Campana fue creada el 21 de Abril de 1976 por el Papa Pablo VI y abarca una vasta zona, densamente poblada, que ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años. Como diócesis es joven, geográficamente muy variada, y, según su obispo, se encuentra en "estado de misión".
El "estado de misión", explica "tiene mucho, muchísimo, del espíritu paulino de la evangelización, vista como posibilidad de enriquecimiento no sólo para sus destinatarios sino también para quien la realiza, en esta diócesis nuestra y con frutos también para la Iglesia entera".
El obispo realizará la apertura de este Año Paulino en la diócesis con la celebración eucarística el próximo 28 de junio, en la única circunscripción diocesana que tiene el "título de los Apóstoles": la cuasi-parroquia de Nuestra Señora de Luján y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en la ciudad de Campana.
Durante el año la diócesis realizará un encuentro judeo-cristiano con las comunidades de las ciudades de Zárate y de Campana.
Asimismo se realizarán diversos encuentros de oración, conferencias, actos, en algunos decanatos.
El obispo pide a todos los curas párrocos que, en unión con el Santo Padre Benedicto XVI y con su obispo, abran solemnemente el año paulino el 28 de junio en la misa vespertina, o el 29 durante todo el día, en sus iglesias parroquiales.
Los lugares para lucrar las indulgencias que ha concedido el Santo Padre para este año, serán la iglesia catedral de Santa Florentina (Campana) y la iglesia concatedral de la Natividad del Señor (Belén de Escobar), junto con las iglesias matrices de los partidos de Baradero (Santiago Apóstol), San Antonio de Areco (San Antonio de Padua), Exaltación de la Cruz (Cristo Crucificado), Pilar (Nuestra Señora del Pilar), Zárate (Nuestra Señora del Carmen), la sede cuasiparroquial de Nuestra Señora de Luján y los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (Campana), las iglesias de la Inmaculada Concepción (Maq. Savio), de Jesús Misericordioso (Garín) y de los peregrinos, dedicada a San José (Escobar), perteneciente al Movimiento de Schoenstatt.
Ha establecido también monseñor Sarlinga que, junto con la fecha de apertura del Año Paulino, y de su clausura (el 29 de junio de 2009), se podrá lucrar la indulgencia plenaria, en dichas iglesias, los días siguientes: el 18 de noviembre de 2008 (Dedicación de las Basílicas de los Santos Pedro y Pablo), el 25 de enero de 2009 (Fiesta de la Conversión de San Pablo) y en las Fiestas Patronales de las iglesias arriba indicadas.

Laicos: ser Iglesia “haciendo” el mundo
Autor: Miriam Díez i Bosch Fuente: Zenit.org
Entrevista al profesor Ramiro Pellitero sobre el laicado en la Iglesia

A los laicos les corresponde la evangelización a través de los valores humanos y sociales, de la competencia profesional y la amistad, de la vida familiar y de la colaboración en la búsqueda del bien común y la justicia.
Lo cuenta en esta entrevista el teólogo Ramiro Pellitero, que ha escrito un libro sobre el laicado, "Ser Iglesia haciendo el mundo. Los laicos en la nueva evangelización" (Editorial Promesa, San José de Costarrica, 2008), en el que explica "cómo vivir la Iglesia en la dinámica misma de la transformación actual del mundo". Ramiro Pellitero (León, 1956) es doctor en Teología por la Universidad de Navarra, donde es profesor de Eclesiología y Teología Pastoral.
--"Ser Iglesia haciendo el mundo": ¿qué ha querido aportar con este libro?
--Pellitero: He querido presentar las cuestiones fundamentales que afectan a la teología y a la pastoral, referentes a los fieles laicos. Como todos los demás fieles, están incorporados a Cristo desde el bautismo. En su caso participan de los funciones de Cristo de acuerdo con la índole secular, característica teológica de la condición laical. Es decir, que buscan la santidad y participan en el apostolado de la Iglesia precisamente a través de su trabajo profesional, de la vida familiar y la intervención en la vida social, cultural y política. También para todo esto, el Espíritu Santo los enriquece con multitud de carismas al servicio de la misión de la Iglesia.
--¿Cuál es en concreto la contribución específica de los laicos a la evangelización?
--Pellitero: Como digo, la participación de los laicos en la evangelización debe comprenderse a partir del bautismo y de los carismas que reciben y acogen libremente, para la edificación de la Iglesia y el servicio al mundo. Ellos están como naturalmente insertados en el mundo, en la sociedad civil. Ese es el "lugar" propio donde desarrollan su vocación bautismal y el objetivo principal, si se quiere llamar específico, de su misión. El Concilio Vaticano II resume esa misión diciendo que les corresponde la ordenación de las realidades temporales al Reino de Dios. Es decir, la evangelización a través de los valores humanos y sociales, de la competencia profesional y la amistad, de la vida familiar y de la colaboración en la búsqueda del bien común y la justicia. Todo ello de acuerdo con los dones y carismas, muy variados, que reciben. Como todos los fieles cristianos, es lógico que también los laicos participen más o menos intensamente, de acuerdo con sus posibilidades y preferencias, en tareas como la catequesis y la educación de los jóvenes, en las celebraciones parroquiales, la atención a los pobres y a los enfermos, la orientación familiar, y otras colaboraciones pastorales muy diversas.
--¿Qué lazo hay entre el Espíritu Santo y la misión de los cristianos?
--Pellitero: El Espíritu Santo es el principio de la unidad y de la vida de la Iglesia. Actúa en los sacramentos y los carismas, en orden a que todos los cristianos realicen la misión que Cristo les ha encomendado, bajo la guía de la Jerarquía. Ahora bien, la vida y la misión de la Iglesia no debe entenderse como una actividad rígida y uniforme, sino como una sinfonía, donde caben y deben escucharse melodías e instrumentos diversos, bajo la autoridad del Colegio Episcopal. De este modo, los carismas garantizan la comunión, es decir, la unidad en la diversidad.
--¿Cuál es compromiso de los fieles laicos para una civilización del amor?
--Pellitero: Se podría resumir diciendo que su compromiso es la transformación de la cultura contemporánea, por medio de su coherencia y su presencia en la sociedad, con la santificación de la vida ordinaria: el trabajo, las relaciones familiares y de amistad... el servicio especialmente a los más necesitados, y su participación en la vida cultural y política.
Pedro y Pablo, Santos
Autor: Tere Fernández Fuente: Catholic.net
Apóstoles y Mártires Junio 29
Origen de la fiesta
San Pedro y San Pablo son apóstoles, testigos de Jesús que dieron un gran testimonio.

Se dice que son las dos columnas del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo. Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales. En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos. Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.

El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su intercesión por nosotros.

San Pedro

San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús.

Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.

Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:
· Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por desconfiar estuvo a punto de ahogarse.
· Prensenció la Transfiguración del Señor.
· Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno de los soldados atacantes.
· Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió de hacerlo.
· Fue testigo de la Resurrección de Jesús.
· Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como jefe Supremo de la Iglesia.
· Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.
· Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó atrás las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia, bautizando ese día a varios miles de personas.
· Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.

En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.

Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos. En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.

En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.

Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad. San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.

¿Qué nos enseña la vida de Pedro?

Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos los días. Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I Pedro, 1,15) Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad. Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.

La Institución del Papado

Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño. El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección. Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela por sus hijos.

El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra. El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.

Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.

Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine. Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.

San Pablo

Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén. Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.

En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.). Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.

La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.

Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían coraje por "cambiarse de bando". En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.

Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.

Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.

¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?

Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos. Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes maneras. Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Esta conversión siguió varios pasos:
1. Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta.
2. Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.
3. Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en el principal propagador de la fe católica.
4. Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro. Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.
Entrevista a San Pedro y San Pablo
Autor: P Mariano de Blas LC Fuente: Catholic.net
¿Qué nos platicarían estos grandes apostoles? ¡Cuántas cosas nos enseñarían!


Entrevista a San Pedro en el cielo
Vamos a hacer una entrevista a aquel pescador de Galilea llamado Simón Pedro:

Pregunta: ¿Qué sentiste al negar a Cristo?
Respuesta: Fue el día más triste de mi vida; no se lo deseo a nadie. Yo era muy duro para llorar, pero ese día lloré a mares; no lo suficiente, porque toda la vida lloré esa falta. Sin embargo, por haber negado al Señor un día, lo amé muchísimo más que si nunca lo hubiera hecho. Esas negaciones fueron un hierro candente que me traspasó el corazón.

Pregunta: ¿Prefieres el nombre de Pedro al de Simón?
Respuesta: Sí, porque el nombre de Simón me lo pusieron mis padres; el de Pedro, Cristo. Además, es un nombre que encierra un gran significado. Por un lado me hace feliz que Él me haya hecho piedra de su Iglesia; por otro lado, me produce gran confusión, porque yo no era roca, sino polvo vil. Cristo ya no me llama Simón, Él prefiere llamarme roca; y en el cielo todos me llaman Pedro. Mi antiguo nombre ya se me olvidó. Cuando pienso en mi nuevo nombre, cuando me llaman Pedro, inmediatamente pienso en la Iglesia. Me llaman así con un sentido muy particular los demás vicarios de Cristo que me han seguido, y yo siento ganas de llamarles con el mismo nombre, porque todos somos piedra de la misma cantera, todos sostenemos a la Iglesia.

Pregunta: ¿Por qué dijiste al Señor aquellas palabras: «Señor, a quién iremos, si Tú tienes palabras de vida eterna»?
Respuesta: Me salieron del corazón. La situación era apurada, y había que hacer algo por el Maestro; veía a mis compañeros indecisos, y sentí la obligación de salvar la situación y confiar; por eso dije en plural: «¿A quien iremos Señor? Tú tienes palabras de vida eterna». Yo mismo no comprendía en ese tiempo muchas cosas del Maestro. Ni pienses que entendía la Eucaristía, pero dejé hablar al corazón, y el corazón me habló con la verdad. Yo amaba apasionadamente al Maestro y aproveché aquel momento supremo para decir bien claro y bien fuerte: «Yo me quedo contigo». Y, de lo que entonces dije, nunca me arrepentí.

Pregunta: ¿Qué sentiste cuando Cristo Resucitado se te apareció?
Respuesta: Es difícil, muy difícil de expresar, pero lo ntentaré. Por un segundo creí ver un fantasma, luego sentí tal alegría que quise abrazarlo con todas mis fuerzas. «¡Es Él!» pensé, pero luego sentí cómo se me helaba la sangre, y quedé petrificado sin atreverme a mover. Él fue quien me abrazó con tal ternura, con tal fuerza... Y oí muy claras sus palabras: «Para mí sigues siendo el mismo Pedro de siempre».

Pregunta: ¿Qué consejo nos das a los que seguimos en este mundo?
Respuesta: Puedo decirles que mi actual sucesor, Juan Pablo II, es de los mejores. Hasta aquí han llegado esos gritos: «¡Juan Pablo II, te quiere todo el mundo!» Háganle caso y les irá mejor. Pedro es el típico hombre, humilde de nacimiento, que se hizo grande al contacto con Cristo. El típico hombre, pecador como todos, pero que, arrepentido de su pecado, logró una santidad excelsa.

Entrevista en el cielo a San Pablo

Quisiéramos hoy hacerle algunas preguntas al fariseo Pablo de Tarso.

Pregunta: ¿Qué sentiste en el camino hacia Damasco, caído en el suelo, tirado en el polvo? Respuesta: Yacía por tierra, convertido en polvo, todo mi pasado. Mis antiguas certezas, la intocable ley mosaica, mi alma de fariseo rabioso, toda mi vida anterior estaba enterrada en el polvo. Fue cuestión de segundos. Del polvo emergía poco a poco un hombre nuevo. Los métodos fueron violentos, tajantes, «es duro dar coces contra el aguijón», pero sólo así podía aprender la dura lección. En el camino hacia Damasco me encontré con el Maestro un día que nunca olvidaré. Aquella voz y aquel Cristo de Damasco se me clavaron como espada en el corazón. Cristo entró a saco en mi castillo rompiendo puertas, ventanas; una experiencia terrible; pero considero aquel día como el más grande de mi vida.

Pregunta: ¿Sigues diciendo que todo lo que se sufre en este mundo es juego de niños, comparado con el cielo?
Respuesta: Lo dije y lo digo. Durante mi vida terrena contemplé el cielo por un rato; ahora estaré en él eternamente. El precio que pagué fue muy pequeño. El cielo no tiene precio. ¡Qué pena da ver a tantos hombres y mujeres aferrados a las cosas de la tierra, olvidándose de la eternidad! Vale la pena sufrir sin fin y sin pausa para conquistar el cielo. El Cristo de Damasco será mío para siempre; llegando aquí lo primero que le he dicho al Señor ha sido: «Gracias Señor, por tirarme del caballo»; pues Él me pidió disculpas por la manera demasiado fuerte de hacerlo.

Pregunta: ¿Qué querías decir con aquellas palabras: “¿Quién me arrancará del amor a Cristo?” Respuesta: Lo que las palabras significan: que estaba seguro de que nada ni nadie jamás me separaría de Él, y así fue. Y, si en la tierra pude decir con certeza estas palabras, en el cielo las puedo decir con mayor certeza todavía. El cielo consiste en: “Cristo es mío, yo soy de Cristo por toda la eternidad” ¿Sabes lo que se siente, cuando Él me dice: «Pablo, amigo mío?».

Pregunta: Un día dijiste aquellas palabras: “Sé en quién he creído y estoy tranquilo”. Explícanos el sentido.
Respuesta: Cuando llegué a conocerlo, no pude menos de seguirlo, de quererlo, de pasarme a sus filas; porque nadie como Él de justo, de santo, de verdadero. Supe desde el principio que no encontraría otro como Él, que nadie me amaría tanto como aquél que se entregó a la muerte y a la cruz por mí.

Pregunta: ¿Un consejo desde el cielo para los de la tierra?
Respuesta: Uno sólo, y se los doy con toda la fuerza: “Déjense atrapar por el mismo Señor que a mi me derribó en Damasco”. Si todos los enemigos del cristianismo fueran sinceros como Pablo de Tarso, un día u otro, la caída de un caballo, una experiencia fuerte o una caricia de Dios les haría exclamar como él: «Señor, ¿qué quieres que haga?».

sábado, junio 28, 2008

EVANGELIO DEL DIA
¿Señor a quién iriamos ? Tienes las palabras de la vida eterna.

Jn 6, 68, sábado 28 Junio 2008
Hoy la Iglesia celebra : San Irineo Ver el comentario abajo, o clic en el titulo
San Agustín : «Señor, no soy digno de que entres en mi casa.» (Lc 7,6)
Libro de las Lamentaciones 2,2.10-14.18-19.

El Señor devoró sin piedad todas las moradas de Jacob; derribó en su indignación las fortalezas de la hija de Judá; echó por tierra y profanó el reino y sus príncipes. Guímel Están sentados en el suelo, silenciosos, los ancianos de la hija de Sión; se han cubierto la cabeza de polvo, se han vestido con un sayal. Dejan caer su cabeza hasta el suelo las vírgenes de Jerusalén. Caf Mis ojos se deshacen en llanto, me hierven las entrañas; mi bilis se derrama en la tierra por el desastre de la hija de mi pueblo, mientras desfallecen sus niños y pequeños en las plazas de la ciudad. Lámed Ellos preguntan a sus madres: "¿Dónde hay pan y vino?", mientras caen desfallecidos como heridos de muerte en las plazas de la ciudad, exhalando su espíritu en el regazo de sus madres. Mem ¿A quién podré compararte? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te igualaré, para poder consolarte, virgen hija de Jerusalén? Porque tu desastre es inmenso como el mar: ¿quién te sanará? Nun Tus profetas te transmitieron visiones falsas e ilusorias. No revelaron tu culpa a fin de cambiar tu suerte, sino que te hicieron vaticinios falsos y engañosos. Sámec ¡Invoca al Señor de corazón, gime, hija de Sión! ¡Deja correr tus lágrimas a raudales, de día y de noche: no te concedas descanso, que no repose la pupila de tus ojos! Cof ¡Levántate, y grita durante la noche, cuando comienza la ronda! ¡Derrama tu corazón como agua ante el rostro del Señor ! ¡Eleva tus manos hacia él, por la vida de tus niños pequeños, que desfallecen de hambre en todas las esquinas!

Res Evangelio según San Mateo 8,5-17.Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole": "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a curarlo". Pero el centurión respondió: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: 'Ve', él va, y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: 'Tienes que hacer esto', él lo hace". Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes". Y Jesús dijo al centurión: "Ve, y que suceda como has creído". Y el sirviente se curó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por : San Agustín (354-430) obispo de Hipona, doctor de la Iglesia Sermón 231
«Señor, no soy digno de que entres en mi casa.» (Lc 7,6) Cristo, viniendo desde otro país, no encontró aquí más que penas, dolores y muerte en abundancia. Esto es lo que hay aquí en abundancia, de lo que tú tienes aquí en abundancia. Comió contigo de lo que hay en abundancia en la pobre casa de tu desdicha. Bebió vinagre, ha gustado la hiel (Jn 19,29). Esto es lo que ha encontrado en tu pobre casa.

Pero él te ha invitado a su casa magnífica, a su mesa celestial, al manjar de los ángeles donde él mismo es el pan (Jn 6,34). Abajándose hasta tu casa de pobreza y encontrando la desdicha en tu morada, no ha rehusado sentarse a tu mesa tal cual era. Te ha prometido sentarte a su mesa... Ha cargado sobre sí toda la infelicidad y te dará toda su felicidad. Sí, te la dará, pues nos ha prometido su vida.
Y todavía hay algo más increíble: Nos ha dado como prenda su propia muerte. Como si nos dijera: Os invito a participar en mi vida donde nadie morirá, donde se encuentra la felicidad verdadera, donde el alimento no se corrompe ni nunca faltará. En el país de los ángeles, en la amistad con el Padre y el Espíritu Santo. Os invito a un banquete eterno, a mi amistad fraternal. En fin, os invito a participar de mí mismo, os invito a mi propia vida. ¿No creéis que os voy a dar mi propia vida? ¡Tomad mi muerte como testimonio!
HOY 28/06/2006

BAUTISMO DE MORA TOLEDO MARTINEZ
Bautismo de Mora, hoy se restablece el vínculo y es parte integrante como HIJO DE DIOS, se realizará en LA PEQUEÑA OBRA o SANTA MARIA DE LOS APOSTOLES DE BAHIA BLANCA por el Diácono Permanente JOSE CAMPOS
VIVA JESUS!!!
El ESPIRITU SANTO anidara en su corazón