El concepto de Persona humana y los Derechos humanos en la Doctrina Social de la Iglesia
Apuntes de + Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia, para la Jornada del ciclo “Persona, cultura y sociedad. Cuestiones actuales de Moral”,
organizado por el Centro de Estudios de Filosofía y Teología de la UNSTA,
el 17 octubre 2007.
I. Persona: ¿fantasía o realidad concreta?
1. Al escuchar la palabra “persona”, lo primero que me viene a la mente es el asombro que me produjo cuando, cursando los primeros latines, escuché que a la careta del comediante se la llamaba “persona” . ¿Cómo? ¿Una persona no es lo que es? ¿Cómo se llama así a la careta que no es? Nadie piense que era tan filósofo. Pero mi asombro no era sin razón. Si hoy intentase estudiar esta palabra y la evolución de su sentido , sospecho que no entendería más que entonces.
2. La palabra “persona” me recuerda, también, una preocupación corriente en la catequesis, que habrá sido la de muchos de ustedes: ¿cómo en Dios son tres las Personas y una sola la esencia? Pero en mi caso, y ya como estudiante de Teología, mi preocupación fue siempre la misma que cuando adolescente, aunque con un ropaje más adulto: ¿cómo la palabra “persona” pasó a significar lo que en griego se dice “hipóstasis”, “lo que está debajo”, “lo que tiene consistencia”? De primera oída, un sentido totalmente contrario .
3. Pero, a decir verdad, ni una ni otra cuestión me tuvieron nunca a mal traer. La “persona” comenzó a interesarme de veras en unas vacaciones en Pampa de Achala, en enero de 1959, cuando devoré los más variados libros, entre ellos uno de Emmanuel Mounier, cuyo título no recuerdo. Posiblemente, el “Manifiesto al servicio del Personalismo” . Me sorprendió gratamente. Quizá porque el nombre del director de Esprit llegaba a la Argentina con el rebote de las discusiones en Francia sobre el progresismo católico , y, por tanto, recibido aquí con cierto prejuicio. Sin embargo, me abrió un panorama que hasta entonces no conocía. Estoy hablando de mi evolución personal. No digo que con Mounier los cristianos hayamos descubierto la persona humana. Pero yo, sí. Hasta entonces “persona humana” era como una piedra preciosa en manos de un niño que usa para jugar.
4. Lo mismo me sucedió con otras nociones. Por ejemplo, con la afirmación bíblica que el hombre está hecho por Dios a su imagen y semejanza (cf Gen 1,26-27). Esta y otras palabras, aunque repetidas miles de veces, de ordinario te significan poca cosa, hasta que un día se te enciende la lamparita y descubres en ellas un significado luminoso: “¡Ah, esto es lo que decimos cuando decimos ‘dignidad de la persona humana’!”. “¡Ahora caigo qué es eso de estar hecho a imagen y semejanza de Dios!”. Uno de los aspectos más maravillosos de la persona humana es precisamente éste: que puede descubrir siempre un claror nuevo de la verdad.
5. Entre todos los clarores de la verdad sobre la persona, el más deslumbrante fue uno de Perogrullo, mostrado no recuerdo por quién. A saber: “que no importa la humanidad como noción abstracta. Ésta interesa sólo en cuanto sirve para referirse al conjunto de hombres concretos. Que tampoco importan las grandes causas por las que lucha el hombre: el progreso, el desarrollo, la ciencia, etc. Importa el hombre concreto, singular y social a la vez, llamado a progresar, desarrollarse, conocer. Sólo en orden al hombre concreto tiene sentido enunciar grandes causas y luchar por ellas. Y no viceversa: enunciar grandes causas, y a ellas sacrificar a los hombres concretos, embretarlos en ellas”. En la humanidad considerada como abstracción y en las grandes causas en favor de ella está el origen de todas las guerras, de todas las formas de dominación, explotación y esclavitud, de todos los atropellos y de todas las ideologías en las cuales se ha querido encorsetar al hombre y a los pueblos concretos: la raza aria, la clase obrera, el imperio, el estado, el progreso. También el origen de todos los fanatismos .
6. Cuando descubrí el valor del hombre concreto ya era todo un presbítero de la Iglesia, incluso profesor de la Facultad de Teología. Pero tal vez todavía demasiado inmaduro para descubrir el valor del hombre singular, concreto. Hasta entonces la palabra “concreto” me parecía vulgar. ¡Cuán maravilloso veo ahora al hombre concreto! Felipe el peluquero, las chicas de la cocina, Lita que lava mi ropa, Silvia que limpia mi habitación, Gerardo y Christian que me anotan las llamadas telefónicas, cada uno de los seminaristas y estudiantes de la Facultad de Teología con quienes me topo en los corredores, los chinos del mercado de la vuelta, los fieles de la Misa de 11 de los domingos, ustedes que me han invitado… El hombre concreto… Dios crea hombres concretos. Y Cristo se encarna, muere y resucita por hombres concretos.
7. Por lo que ustedes ven, no enfoco estas reflexiones sobre la Persona Humana y sus Derechos desde la definición metafísica de persona: “Naturae rationalis individua substantia”, de Boecio . Me manejo con la noción popular, la del sentido común. Cuando en casa se escucha: “¡Mamá, una persona al teléfono!”, sin mucha filosofía la mamá entiende lo que esa expresión significa. La buena metafísica, por otra parte, es el mismo sentido común reflexionado.
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