miércoles, noviembre 07, 2007

MEDITACION -1-

Existencia del Purgatorio

Punto Primero.-Es un artícu­lo de fe que las almas de los que mueren con alguna culpa venial, o sin haber satisfecho plenamente a la Justicia divina por los pecados ya perdonados, están detenidas en un lugar de expiación que llama­mos Purgatorio. Así lo enseña la santa Madre Iglesia, columna infa­lible de la verdad: así lo confirma la más antigua y constante tradi­ción de todos los siglos; así lo ase­guran unánimemente los santos Padres griegos y latinos, Tertulia­no, San Cirilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos otros; así lo han definido los sagrados Conci­lios de Roma, de Cartago, de Flo­rencia, de Letrán y de Trento, diri­gidos por el Espíritu Santo. Y aun­que la Iglesia no lo enseñase así ¿no lo dice bastante la razón na­tural?
Supongamos que sale de este mundo un alma con algún pecado venial; ¿qué hará Dios de ella? ¿La arrojará al infierno, y siendo su hija y esposa amadísima la confundirá con los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la Justicia y Bondad divinas. ¿La introducirá en el cielo? Eso se opone igualmente a la santidad y pureza infinita del Creador; pues sólo aquel cuyas manos son inocentes, y cuyo corazón está limpio, subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar en aquel reino purísimo. ¿Qué hará, pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo dice por Malaquías: La pondré como en un crisol, esto es, en un lugar de penas y tormentos, de donde no saldrá hasta que haya plenamente sa­tisfecho a la Justicia divina.
¿Crees tú esto, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de ello, la cosa es, y será así. Negar el Purgatorio, sólo poner en duda deliberadamente su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta verdad, y con esa indiferencia mi­ras tan horribles penas? ¿Crees en el Purgatorio, y con tus culpas sigues amontonando leña para arder en el más terrible fuego?
Medita un poco sobre lo dicho.

Punto Segundo.-Es también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas almas afli­gidísimas. Sí; en virtud de la Co­munión de los Santos, hay plena comunicación de bienes espiritua­les entre los Bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos que militamos en la tierra, y las al­mas que sufren en el Purgatorio. En virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facili­dad, y mérito nuestro, bajar al Purgatorio con nuestros sufragios, y a imitación de Jesucristo, des­pués de su muerte, librar a aque­llas almas, y alegrar al cielo con un nuevo grado de gloria acciden­tal, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella patria felicí­sima.
!OH admirable disposición de la Sabiduría divina! ¡OH, que dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca media­neros que intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Jus­ticia con la ternura de Misericor­dia infinita. Y nosotros somos es­tos dichosos medianeros y corre­dentores; de nosotros depende la suerte de aquellas pobres almas.
Haz, pues, cristiano, con fervor este santo novenario. No faltes a él ningún día; ¿quién sabe si abrirás el cielo a alguno de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e insensible que le niegues este pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer ese gran favor a tan poca costa?

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