viernes, marzo 16, 2007

EL DÍA DEL SEÑOR

I. El sábado judío dio paso al domingo cristiano desde los mismos comienzos dela Iglesia. Desde entonces, cada domingo celebramos la resurrección del Señor.Las fiestas de Israel, y particularmente el sábado, eran signo de la alianzadivina y de un modo de expresar el gozo de saberse propiedad del Señor y objetode su elección y amor. Con el paso del tiempo, los rabinos complicaron elprecepto divino, e implantaron una serie de minuciosas y agobiantesprescripciones que nada tenían que ver con lo que Dios había dispuesto sobre elsábado. Aquellas fiestas sólo contenían la promesa de una realidad que aún nohabía tenido lugar. Con la Resurrección de Jesucristo, el sábado deja paso a larealidad que anunciaba. Con Cristo surge un culto nuevo y superior, porquetenemos también un nuevo Sacerdote, y se ofrece una nueva Víctima.II. Después de la Resurrección, el primer día de la semana fue considerado porlos Apóstoles como el día del Señor, dominica dies, cuando Él nos alcanzó consu Resurrección la victoria sobre el pecado y la muerte. El precepto desantificar las fiestas regula un deber esencial del hombre con su Creador y suRedentor. En este día dedicado a Dios le damos culto especialmente con laparticipación en el Sacrificio de la Misa. Ninguna otra celebración llenaría elsentido de este precepto. Nuestras fiestas no son un mero recuerdo de hechospasados, sino que son un signo que manifiesta y hace presente a Cristo entrenosotros. Hemos de procurar, mediante el ejemplo y el apostolado, que eldomingo sea "el día del Señor, el día de la adoración y de la glorificación deDios, del santo Sacrificio, de la oración, del descanso, del recogimiento, delalegre encontrarse en la intimidad de la familia" (PÍO XII, Alocución)III. El precepto de santificar las fiestas responde también a la necesidad dedar culto público a Dios, y no sólo de modo privado. El domingo y las fiestasdeterminadas por la Iglesia son, ante todo, días para Dios y días especialmentepropicios para buscarle y para encontrarle. Las fiestas tienen una gran importancia para ayudar a los cristianos a recibir mejor la acción de la gracia. En estos días se exige también que el creyente interrumpa su trabajo para dedicarse al Señor. Indicaría poco sentido cristiano plantear el domingo de manera que se hiciera imposible o muy difícil ese trato con Dios. No es un hacer nada, sino ocasión de ocupación positiva y enriquecimiento personal y familiar, cultivar el trato social y las amistades, o hacer una visita a algunas personas necesitadas, que están solas o enfermas.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, EdicionesPalabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre

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