martes, enero 02, 2007

ALFONSO MILAGRO


Es la segunda vez que Jesús realiza el milagro de la multiplicación de los panes; la primera la trae San Mateo en 14,13-21; entre ambos milagros se hallan diferencia notables.Las gentes siguieron a Jesús sin preocuparse de sus necesidades más perentorias, como era el alimento; es que la palabra de Jesús les cautivaba y su poder las atraía irresistiblemente. La gente quedó maravillada, al ver las obras que Jesús realizaba y nosotros estamos obligados a presentar nuestras obras diarias con tal rectitud y santidad, que cuantos nos observen, no tengan más remedio que alabar a Dios, "glorificar al Dios de Israel", como dice el Evangelio.


María Santísima confesaba de sí misma, que Dios había realizado en Ella maravillas y por eso alababa al Señor; tú tienes que reconocer con humildad, pero con verdad, que Dios también en tí realizó las obras de su poder y de su misericordia y por ello tú, como las gentes del Evangelio y como la Virgen de Nazaret, has de "glorificar", es decir:dar gracias al Señor y alabar su bondad para contigo.


Este milagro de Jesús es una nueva manifestación del poder y de la misericordia de Jesús, que se compadece de aquellas gentes y socorre su necesidad.


La verdadera compasión no se contenta con lamentar el mal; lo remedia, si está en su mano, y cuando no lo puede remediar, comparte el menos la aflicción y el dolor.Jesús pone toda su omnipotencia al servicio de su compasión y así realiza aquel estupendo milagro de la multiplicación de los panes y los peces.


No puedes decir, que no se te presentan a tí cien y mil ocasiones de ejercer la compasión con tu prójimo que sufre; acepta voluntariamente y con sincero corazón el sacrificio que debas imponerte, para remediar las necesidades de tu prójimo, siente como tuyas sus penas y aflicciones y cumple así el mandamiento de la caridad, amando como dice San Juan: "No de palabra, ni de boca, sino con obras y según la verdad" (Jn 3,18)."


Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran" (Rom. 12,15), nos aconseja San Pablo; el que no se preocupa por las situaciones aflictivas de su prójimo, es porque no lo ama y "el que no ama a su prójimo, tampoco ama a Dios" (1Jn 4,20).


Vivencia:


En algunas ocasiones seguramente Dios querrá servirse de tí, a pesar de tu pequeñez y miseria, para llegar hasta tus prójimos, a fin de llevarles el Pan de la divina Palabra y el pez de la Eucaristía.


No te pide Dios que tú dispongas de grandes cosas, grandes talentos y cualidades para ser instrumento de su gracia; pero sí te pide que pongas a su disposición lo poco que posees, dejando lo demás para que lo socorra la Providencia del Señor.

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