sábado, diciembre 09, 2006
















Salve, por Ti resplandece la dicha;


Salve, por Ti se eclipsa la pena.


Salve, levantas a Adán, el caído;


Salve, rescatas el llanto de Eva.


Salve, oh Cima encumbrada - a la mente del hombre;


Salve, Abismo insondable - a los ojos del ángel.

Salve, Tú eres de veras - el trono del Rey;


Salve, Tú llevas en Ti - al que todo sostiene.


Salve, Lucero que el Sol nos anuncia;


Salve, Regazo del Dios que se encarna.


Salve, por Ti la creación se renueva;


Salve, por Ti el Creador nace Niño.


Salve, ¡Virgen y Esposa!


Salve, ¡Virgen y Esposa!



Salve, Tú guía al eterno consejo;


Salve, Tú prenda de arcano misterio.


Salve, Milagro primero de Cristo;


Salve, Compendio de todos sus dogmas.


Salve, Celeste escalera - que Dios ha bajado;


Salve, Oh Puente que llevas - los hombres al Cielo.


Salve, de angélicos coros - solemne portento;


Salve, de Turba infernal - lastimero flagelo.


Salve, inefable, la Luz alumbraste;


Salve, a ninguno dijiste el secreto.


Salve, del docto rebasas la ciencia;


Salve, del fiel iluminas la mente.


Salve, ¡Virgen y Esposa!


Salve, ¡Virgen y Esposa!





TOTUS TUUS

Totus tuus ego sum et

omnia mea Tua sunt.

Accipio Te in mea omnia.

Praebe mihi cor Tuum,

Maria.


Soy todo tuyo y

todas mis cosas Te pertenecen.

Te pongo al centro de mi vida.

Dame tu Corazón, oh María.



Totus tuus sum, Maria,

Mater nostri Redemptoris.

Virgo Dei, Virgo pia,

Mater mundi Salvatoris.

Soy todo tuyo, María

Madre de nuestro Redentor

Virgen Madre de Dios,

Virgen piadosa.

Madre del Salvador del mundo.

Amen.


Comenzamos esta edición (y proseguiremos en las próximas) con las dos primeras estrofas del HIMNO AKÁTHISTOS, célebre himno que, desde hace muchos siglos, se canta en todas partes, "de pie", en honor de la Madre de Dios. En los monasterios y parroquias, sobre todo de las Iglesias ortodoxas, se vive con profunda piedad y con intensa participación esta liturgia, cantando a la Virgen en el corazón del misterio que salva: el misterio del Verbo encarnado y de su Iglesia.


Este venerable himno a la Madre de Dios representa una de las más altas y célebres expresiones de piedad mariana en la tradición bizantina. Obra de arte de la literatura y de la teología, contiene en forma orante todo cuanto la Iglesia de los primeros siglos ha creído sobre María, con el consenso universal. Las fuentes que inspiran este himno son la sagrada Escritura, la doctrina definida en los Concilios ecuménicos de Nicea (325), de Éfeso (431) y de Calcedonia (451), y la reflexión de los Padres orientales de los siglos IV y V. Se celebra solemnemente en el Año litúrgico oriental, el quinto sábado de Cuaresma; el HIMNO AKÁTHISTOS se canta también en otras muchas ocasiones, y se recomienda a la piedad del clero, de los monjes y de los fieles.


En los últimos años este himno se ha difundido mucho, también en las comunidades de fieles de rito latino. Especialmente han contribuido a su conocimiento algunas solemnes celebraciones marianas que tuvieron lugar en Roma, con la asistencia del Papa Juan Pablo II y con amplia resonancia eclesial. Este himno antiquísimo, que constituye el fruto maduro de la más antigua tradición de la Iglesia indivisa en honor de María, es una llamada e invocación a la unidad de los cristianos bajo la guía de la Madre del Señor: Tanta riqueza de alabanzas, acumulada por las diversas manifestaciones de la gran tradición de la Iglesia, podría ayudarnos a que ésta vuelva a respirar plenamente con sus "dos pulmones", Oriente y Occidente.


El Siervo de Dios Juan Pablo II, refiriéndose al HIMNO AKÁTHISTOS, hizo la siguiente meditación en su Homilía del 8 de diciembre de 2000:


"Nos hemos reunido en la Basílica que el pueblo romano, después del concilio de Éfeso, dedicó con devoto fervor a la Santísima Virgen María. Esta tarde la tradición litúrgica bizantina celebra las primeras Vísperas de la Concepción de Santa Ana, mientras que la liturgia latina alaba a la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios.


Expreso mi viva satisfacción por la presencia de numerosos hermanos y hermanas que están aquí con nosotros esta tarde en representación de las Iglesias orientales católicas. Dirijo mi cordial saludo a todos los obispos de rito bizantino presentes en esta basílica junto con sus fieles.


Esta tarde todos nos sentimos embargados por una íntima alegría: la alegría de alabar a María con el Himno Akáthistos, tan apreciado por la tradición oriental. Es un cántico totalmente centrado en Cristo, a quien se contempla a la luz de su Madre Virgen. Ciento cuarenta y cuatro veces nos invita a renovar a María el saludo del arcángel Gabriel: Ave Maria!


Hemos recorrido las etapas de su existencia y alabado los prodigios que el Todopoderoso realizó en Ella: su Concepción virginal, inicio y principio de la nueva creación, su Maternidad divina, y su participación en la Misión de su Hijo, especialmente en los momentos de su Pasión, Muerte y Resurrección. María, Madre del Señor Resucitado y Madre de la Iglesia, nos precede y nos lleva al conocimiento auténtico de Dios y al encuentro con el Redentor. Nos indica el camino y nos muestra a su Hijo. Al celebrarla con alegría y gratitud, honramos la Santidad de Dios, cuya Misericordia hizo maravillas en su humilde Esclava. La saludamos con el título de Llena de gracia e imploramos su intercesión por todos los hijos de la Iglesia que, con este himno Akáthistos, celebra su gloria."


En el 2do. Domingo de Adviento resuena con vigor la invitación a la conversión de San Juan el Bautista, un grito profético que sigue resonando a lo largo de los siglos. Lo escuchamos también en nuestra época, mientras la humanidad prosigue su camino en la historia. A los hombres del tercer milenio el Bautista nos indica el camino que es preciso recorrer.En el 2do. Domingo de Adviento resuena con vigor la invitación a la conversión de San Juan el Bautista, un grito profético que sigue resonando a lo largo de los siglos. Lo escuchamos también en nuestra época, mientras la humanidad prosigue su camino en la historia. A los hombres del tercer milenio el Bautista nos indica el camino que es preciso recorrer.En el 2do. Domingo de Adviento resuena con vigor la invitación a la conversión de San Juan el Bautista, un grito profético que sigue resonando a lo largo de los siglos. Lo escuchamos también en nuestra época, mientras la humanidad prosigue su camino en la historia. A los hombres del tercer milenio el Bautista nos indica el camino que es preciso recorrer.


Toda la liturgia del Adviento se hace eco del Precursor, invitándonos a ir al encuentro de Cristo, que viene a salvarnos. Nos preparamos para recordar de nuevo su nacimiento, que tuvo lugar en Belén hace más de dos mil años; renovamos nuestra fe en su venida gloriosa al final de los tiempos. Al mismo tiempo, nos disponemos a reconocerlo presente en medio de nosotros, pues nos visita también en las personas y en los acontecimientos diarios.


El Santo Padre Benedicto XVI, hizo la siguiente meditación antes del rezo del Ángelus del Domingo 4 de diciembre de 2005:




Queridos hermanos y hermanas!
En este tiempo de Adviento, se invita a la comunidad eclesial, mientras se prepara a celebrar el gran misterio de la Encarnación, a redescubrir y profundizar en su relación personal con Dios. La palabra latina «adventus», se refiere a la venida de Cristo y pone en primer plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está llamado a responder con apertura, espera, búsqueda, y adhesión. Y así como Dios es soberanamente libre a la hora de revelarse y entregarse, pues sólo le mueve el amor, así también la persona humana es libre al darle a Él su consentimiento, aunque sea algo debido: Dios espera una respuesta de amor. En estos días, la liturgia nos presenta como modelo perfecto de esta respuesta a la Virgen María, a quien contemplaremos el próximo jueves, 8 de diciembre, en el misterio de la Inmaculada Concepción.


La Virgen está a la escucha, dispuesta en todo momento a cumplir la voluntad del Señor, y es ejemplo para el creyente que vive en la búsqueda de Dios. A este tema, al igual que a la relación entre verdad y libertad, el Concilio Vaticano II dedicó una reflexión atenta. En particular, los padres conciliares aprobaron, precisamente hace cuarenta años, una declaración sobre la cuestión de la libertad religiosa, es decir, el derecho de las personas y de las comunidades a poder buscar la verdad y profesar libremente su fe. Las primeras palabras que constituyen el título de ese documento, son «Dignitatis humanae»: la libertad religiosa deriva de la singular dignidad del hombre que, entre todas las criaturas de esta tierra, es la única capaz de establecer una relación libre y consciente con su Creador.

«Todos los hombres --dice el Concilio--, conforme a su dignidad, por ser personas, es decir, dotados de razón y de voluntad libre…, están impulsados por su misma naturaleza y están obligados además moralmente a buscar la verdad, sobre todo la que se refiere a la religión» (DH, 2).

De este modo, el Vaticano II reafirma la doctrina tradicional católica, según la cual, el hombre, en cuanto criatura espiritual, puede conocer la verdad y, por tanto, tiene el deber y el derecho de buscarla (Cf. ibídem, 3). Con este fundamento, el Concilio insiste ampliamente en la libertad religiosa, que debe ser garantizada tanto a los individuos como a las comunidades, en el respeto de las legítimas exigencias del orden público. Y esta enseñanza conciliar, después de cuarenta años, sigue siendo de gran actualidad. De hecho la libertad religiosa está lejos de ser garantizada en todas partes: en algunos casos se niega por motivos religiosos o ideológicos; otras veces, aún siendo reconocida de forma escrita, es obstaculizada en la práctica por el poder político o, de forma más solapada, por el predominio cultural del agnosticismo y del relativismo.

Recemos para que todo ser humano pueda realizar plenamente la vocación religiosa que lleva inscrita en su propio ser. Que María nos ayude a reconocer en el rostro del Niño de Belén, concebido en su seno virginal, al divino Redentor, venido al mundo para revelarnos el auténtico Rostro de Dios.

No hay comentarios.: