lunes, mayo 25, 2009


Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
PARA LA XLIII JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

"Nuevas tecnologías, nuevas relaciones.
Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad."


Queridos hermanos y hermanas:

Ante la proximidad de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, me es grato dirigirme a vosotros para exponeros algunas de mis reflexiones sobre el tema elegido este año: Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo y amistad. En efecto, las nuevas tecnologías digitales están provocando hondas transformaciones en los modelos de comunicación y en las relaciones humanas. Estos cambios resaltan más aún entre los jóvenes que han crecido en estrecho contacto con estas nuevas técnicas de comunicación y que, por tanto, se sienten a gusto en el mundo digital, que resulta sin embargo menos familiar a muchos de nosotros, adultos, que hemos debido empezar a entenderlo y apreciar las oportunidades que ofrece para la comunicación. En el mensaje de este año, pienso particularmente en quienes forman parte de la llamada generación digital. Quisiera compartir con ellos algunas ideas sobre el extraordinario potencial de las nuevas tecnologías, cuando se usan para favorecer la comprensión y la solidaridad humana. Estas tecnologías son un verdadero don para la humanidad y por ello debemos hacer que sus ventajas se pongan al servicio de todos los seres humanos y de todas las comunidades, sobre todo de los más necesitados y vulnerables.

El fácil acceso a teléfonos móviles y computadoras, unido a la dimensión global y a la presencia capilar de Internet, han multiplicado los medios para enviar instantáneamente palabras e imágenes a grandes distancias y hasta los lugares más remotos del mundo. Esta posibilidad era impensable para las precedentes generaciones. Los jóvenes especialmente se han dado cuenta del enorme potencial de los nuevos medios para facilitar la conexión, la comunicación y la comprensión entre las personas y las comunidades, y los utilizan para estar en contacto con sus amigos, para encontrar nuevas amistades, para crear comunidades y redes, para buscar información y noticias, para compartir sus ideas y opiniones. De esta nueva cultura de comunicación se derivan muchos beneficios: las familias pueden permanecer en contacto aunque sus miembros estén muy lejos unos de otros; los estudiantes e investigadores tienen acceso más fácil e inmediato a documentos, fuentes y descubrimientos científicos, y pueden así trabajar en equipo desde diversos lugares; además, la naturaleza interactiva de los nuevos medios facilita formas más dinámicas de aprendizaje y de comunicación que contribuyen al progreso social.

Aunque nos asombra la velocidad con que han evolucionado las nuevas tecnologías en cuanto a su fiabilidad y eficiencia, no debería de sorprendernos su popularidad entre los usuarios, pues ésta responde al deseo fundamental de las personas de entrar en relación unas con otras. Este anhelo de comunicación y amistad tiene su raíz en nuestra propia naturaleza humana y no puede comprenderse adecuadamente sólo como una respuesta a las innovaciones tecnológicas. A la luz del mensaje bíblico, ha de entenderse como reflejo de nuestra participación en el amor comunicativo y unificador de Dios, que quiere hacer de toda la humanidad una sola familia. Cuando sentimos la necesidad de acercarnos a otras personas, cuando deseamos conocerlas mejor y darnos a conocer, estamos respondiendo a la llamada divina, una llamada que está grabada en nuestra naturaleza de seres creados a imagen y semejanza de Dios, el Dios de la comunicación y de la comunión.

El deseo de estar en contacto y el instinto de comunicación, que parecen darse por descontados en la cultura contemporánea, son en el fondo manifestaciones modernas de la tendencia fundamental y constante del ser humano a ir más allá de sí mismo para entrar en relación con los demás. En realidad, cuando nos abrimos a los demás, realizamos una de nuestras más profundas aspiraciones y nos hacemos más plenamente humanos. En efecto, amar es aquello para lo que hemos sido concebidos por el Creador. Naturalmente, no hablo de relaciones pasajeras y superficiales; hablo del verdadero amor, que es el centro de la enseñanza moral de Jesús: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas", y "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (cf. Mc 12, 30-31). Con esta luz, al reflexionar sobre el significado de las nuevas tecnologías, es importante considerar no sólo su indudable capacidad de favorecer el contacto entre las personas, sino también la calidad de los contenidos que se deben poner en circulación. Deseo animar a todas las personas de buena voluntad, y que trabajan en el mundo emergente de la comunicación digital, para que se comprometan a promover una cultura de respeto, diálogo y amistad.

Por lo tanto, quienes se ocupan del sector de la producción y difusión de contenidos de los nuevos medios, han de comprometerse a respetar la dignidad y el valor de la persona humana. Si las nuevas tecnologías deben servir para el bien de los individuos y de la sociedad, quienes las usan deben evitar compartir palabras e imágenes degradantes para el ser humano, y excluir por tanto lo que alimenta el odio y la intolerancia, envilece la belleza y la intimidad de la sexualidad humana, o lo que explota a los débiles e indefensos.

Las nuevas tecnologías han abierto también caminos para el diálogo entre personas de diversos países, culturas y religiones. El nuevo espacio digital, llamado ciberespacio, permite encontrarse y conocer los valores y tradiciones de otros. Sin embargo, para que esos encuentros den fruto, se requieren formas honestas y correctas de expresión, además de una escucha atenta y respetuosa. El diálogo debe estar basado en una búsqueda sincera y recíproca de la verdad, para potenciar el desarrollo en la comprensión y la tolerancia. La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias; es más bien la búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza. A dichos fines se encaminan nuestras decisiones y el ejercicio de nuestra libertad, y en ellos —la verdad, el bien y la belleza— encontramos felicidad y alegría. No hay que dejarse engañar por quienes tan sólo van en busca de consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección misma se presenta como el bien, la novedad se confunde con la belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad.

El concepto de amistad ha tenido un nuevo auge en el vocabulario de las redes sociales digitales que han surgido en los últimos años. Este concepto es una de las más nobles conquistas de la cultura humana. En nuestras amistades, y a través de ellas, crecemos y nos desarrollamos como seres humanos. Precisamente por eso, siempre se ha considerado la verdadera amistad como una de las riquezas más grandes que puede tener el ser humano. Por tanto, se ha de tener cuidado de no banalizar el concepto y la experiencia de la amistad. Sería una pena que nuestro deseo de establecer y desarrollar las amistades on line fuera en deterioro de nuestra disponibilidad para la familia, los vecinos y quienes encontramos en nuestra realidad cotidiana, en el lugar de trabajo, en la escuela o en el tiempo libre. En efecto, cuando el deseo de conexión virtual se convierte en obsesivo, la consecuencia es que la persona se aísla, interrumpiendo su interacción social real. Esto termina por alterar también los ritmos de reposo, de silencio y de reflexión necesarios para un sano desarrollo humano.

La amistad es un gran bien para las personas, pero se vaciaría de sentido si fuese considerado como un fin en sí mismo. Los amigos deben sostenerse y animarse mutuamente para desarrollar sus capacidades y talentos, y para poner éstos al servicio de la comunidad humana. En este contexto es alentador ver surgir nuevas redes digitales que tratan de promover la solidaridad humana, la paz y la justicia, los derechos humanos, el respeto por la vida y el bien de la creación. Estas redes pueden facilitar formas de cooperación entre pueblos de diversos contextos geográficos y culturales, permitiéndoles profundizar en la humanidad común y en el sentido de corresponsabilidad para el bien de todos. Pero se ha de procurar que el mundo digital en el que se crean esas redes sea realmente accesible a todos. Sería un grave daño para el futuro de la humanidad si los nuevos instrumentos de comunicación, que permiten compartir saber e información de modo más veloz y eficaz, no fueran accesibles a quienes ya están social y económicamente marginados, o si contribuyeran tan sólo a acrecentar la distancia que separa a los pobres de las nuevas redes que se desarrollan al servicio de la información y la socialización humana.

Quisiera concluir este mensaje dirigiéndome de manera especial a los jóvenes católicos, para exhortarlos a llevar al mundo digital el testimonio de su fe. Amigos, sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida. En los primeros tiempos de la Iglesia, los Apóstoles y sus discípulos llevaron la Buena Noticia de Jesús al mundo grecorromano. Así como entonces la evangelización, para dar fruto, tuvo necesidad de una atenta comprensión de la cultura y de las costumbres de aquellos pueblos paganos, con el fin de tocar su mente y su corazón, así también ahora el anuncio de Cristo en el mundo de las nuevas tecnologías requiere conocer éstas en profundidad para usarlas después de manera adecuada. A vosotros, jóvenes, que casi espontáneamente os sentís en sintonía con estos nuevos medios de comunicación, os corresponde de manera particular la tarea de evangelizar este "continente digital". Haceos cargo con entusiasmo del anuncio del Evangelio a vuestros coetáneos. Vosotros conocéis sus temores y sus esperanzas, sus entusiasmos y sus desilusiones. El don más valioso que les podéis ofrecer es compartir con ellos la "buena noticia" de un Dios que se hizo hombre, padeció, murió y resucitó para salvar a la humanidad. El corazón humano anhela un mundo en el que reine el amor, donde los bienes sean compartidos, donde se edifique la unidad, donde la libertad encuentre su propio sentido en la verdad y donde la identidad de cada uno se logre en una comunión respetuosa. La fe puede dar respuesta a estas aspiraciones: ¡sed sus mensajeros! El Papa está junto a vosotros con su oración y con su bendición.

Vaticano, 24 de enero 2009, Fiesta de San Francisco de Sales.

Superar el egoísmo. Algunos ejemplos
Para toda persona, erradicar un poco cada día el egoísmo, será erradicar una fuente de tristeza
Vivir de forma egoísta es como vivir en un calabozo. Oímos sólo nuestra propia voz, hablamos sólo de nosotros mismos, sólo escuchamos los lamentos de nuestro propio dolor, únicamente captamos la gloria de nuestra propia victoria personal. Cualquier otro interés está mediatizado por el interés propio. 

— No te pongas así. Es lógico que la gente mire un poco por su propio interés...

Pero se puede velar por el propio interés sin ser egoísta. El problema es que el egoísta vive en una permanente búsqueda de la propia satisfacción. Una búsqueda que acaba por ser angustiosa, porque el egoísta a cada paso se sorprende con que ha vuelto a perder el rastro y no consigue disfrutar un poco de tiempo con casi nada. 

Son afanes oscuros y confusos que hacen desgraciadas a las personas. Por eso es tan importante que los padres logren que sus hijos descubran la satisfacción que la generosidad encierra, y reflexionen sobre el regusto de tristeza que a todos queda cuando nos comportamos de forma desconsiderada, implacable y egoísta con los demás. 

— ¿Y a qué edad suelen tener más tendencia al egoísmo?

Cuanto más pequeño es el niño, tanto más vive bajo el poder de los sentidos, y es por eso mismo más fácil que ceda al egoísmo si no hay una educación adecuada. Una criatura de pocos años parece que todo lo ansía para sí, acumula los juguetes, quizá no repara en que a otros nada les llegue. Pasa por un etapa de acusado egocentrismo infantil en la que gusta considerarse el centro de todo, que se hable de él, llamar la atención...; como Currita Albornoz en aquella novela de Coloma: si asiste a una boda, quiere ser la novia; si a un bautizo, el recién nacido; si a un entierro, el muerto. 

Por eso, desde muy temprano hay que ir sacando brillo a sus sentimientos de generosidad, para que ahoguen a esos otros de egoísmo. 

De lo contrario, podemos encontrarnos con un reverdecer del egoísmo en los años de la adolescencia.


Precisamente en esos tiempos en los que quizá siente más orgullo por su talento, su desarrollo físico o su agudeza intelectual. Y quizá resulta que a lo mejor: 

*se hace amigos interesadamente para que le expliquen las matemáticas o le dejen copiar un trabajo de clase; 

*se muestra indiferente ante un motivo de tristeza de otros; 

*habla con orgullo a su compañero o compañera de clase, de posición menos acomodada, de los grandes viajes que hace en vacaciones, de la moto que le han regalado, o de los lujos de que él disfruta y que el otro no tiene; 

*manifiesta un sorprendente sentido práctico con el que pasa por encima de todos los demás para lograr su propio interés; etc.

— ¿Y cuál crees que es la razón de todo eso? 

Quizá arranca desde la niñez, con cosas insignificantes consentidas por quienes convivían con él, y nadie entonces le hizo considerar lo poco noble de esos detalles. A lo mejor escogía siempre el mejor sitio, la mejor fruta, o la tarea más cómoda, y nadie le decía nada, o se acostumbró a oír los reproches como quien oye llover. 

Y se acostumbró a no ceder el sitio, a no reparar en las necesidades de los demás, a no sujetar la puerta hasta que pasara quien venía detrás. A lo mejor salían de excursión y pasaban entre unos matojos, y él iba soltando las ramas, que herían en la cara a los que marchaban detrás; sólo importaba una cosa: él ya había pasado. 

Por el contrario, el niño que comparte hoy sus juguetes o sus juegos –señala Bernabé Tierno–, o que se atreve a defender a un compañero maltratado, es el hombre del mañana en cuyo proyecto de vida tendrán lugar los demás.

Si quien está a tu lado tiene algún pesar, consuélale con unas palabras de las que brotan del corazón. Si se alegra, alégrate con él, porque es propio de los egoístas entristecerse de envidia ante la alegría ajena. Comparte, ayuda, agáchate a recoger el paquete que se le ha caído al suelo a ése que pasa a tu lado, trata a la gente con corrección, y especialmente a quienes tienen que servirte. 

Cada uno debe examinarse sobre si hay en su vida planteamientos egoístas de fondo. Hablo de esos padres posesivos de sus hijos, y de esos hijos que dominan a sus padres. De esos matrimonios que son una pareja de vidas solitarias, y de ésos que son cadenas el uno para el otro. 

Para toda persona, erradicar un poco cada día el egoísmo, será erradicar una fuente de tristeza.

Comentarios al autor: aaguilo@tajamar.es

La Iglesia en tiempos de Facebook: comunicar en lo virtual lo sustancial




Reflexión del padre Federico Lombardi

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 24 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- El actual desafío de la Iglesia en tiempos de Facebook y de Twitter consiste en presentar el profundo mensaje de Jesús sin dejarse atraer por los aspectos superficiales, considera el portavoz de la Santa Sede.

El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ofrece esta reflexión en el último editorial de "Octava Dies", semanario del Centro Televisivo Vaticano, con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, celebrada este domingo, que tiene por tema, según ha dispuesto el Papa en su mensaje "Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad".

"Benedicto XVI --o mejor dicho BXVI, como se le suele llamar en este mundo particular-- se dirige ante todo a los jóvenes, a la denominada ‘generación digital', animándola en el desafío de vivir su propio crecimiento y su propio compromiso humano y espiritual también en la dimensión comunicativa, caracterizada por las nuevas tecnologías".

Dimensión que ocupa tanto espacio en la vida de la "generación digital" (los que han crecido con los nuevos medios de comunicación), recuerda el padre Lombardi, algo que implica la necesidad de acompañar a los jóvenes en la enculturación del Evangelio en el mundo de las nuevas tecnologías.

"También en este campo la fe cristiana debe ser ‘enculturada', presente como anuncio y estilo de vida y de relaciones. Aunque no sea fácil. El riesgo de limitarse al juego, de perder tiempo, de huir de la realidad y de quedarse en lo superficial acecha".

"Por su parte, BXVI, cuando habla a los jóvenes, por ejemplo en las Jornadas Mundiales de la Juventud, insiste en querer comunicar a la juventud contenidos firmes, consistentes y articulados, que requieren empeño para ser asimilados, aun antes de ser traducidos en la vida de cada día".

Por lo tanto, se pregunta el padre Lombardi, "hacer pasar lo sustancial por medio de lo virtual es un gran desafío ¿Lo lograrán nuestros jóvenes? ¿Lograremos acompañarlos en esta aventura? Lo esperamos de verdad".

"Pero no debemos ser víctimas de la fascinación de los extraordinarios éxitos tecnológicos, debemos seguir distinguiendo posibilidades y límites --advierte--. Y seguir buscando, al mismo tiempo, la profundidad del sólido terreno de la relación vital con Dios y con los demás, para edificar verdaderamente una cultura de respeto, de diálogo y de amistad".

domingo, mayo 10, 2009

152: El Sto.Padre dijo: El amor a Dios está en contradicción con la violencia y la exclusión .-Oremos juntos.

Benedicto XVI: Jordania, un país que respeta la libertad religiosa

AMMÁN, viernes 8 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado hoy por el Papa a su llegada al aeropuerto Reina Alia de Ammán, ante los Reyes de Jordania, Abdalá II bin al-Hussein y Rania, y ante las autoridades civiles y políticas del país, los miembros de la Familia Real, el Cuerpo Diplomático y los obispos de Tierra Santa.

***

Majestades,

excelencias,

queridos hermanos obispos,

queridos amigos:



Os saludo con alegría a todos vosotros aquí presentes, mientras inicio mi primera visita a Oriente Medio desde mi elección a la Sede Apostólica, y estoy contento de p oner los pies en el suelo del Reino Hachemita de Jordania, una tierra tan rica en historia, patria de tan numerosas civilizaciones antiguas, y profundamente llena de significado religioso para judíos, cristianos y musulmanes. Agradezco a Su Majestad el rey Abdalá II por sus corteses palabras de bienvenida y el dirijo mis particulares felicitaciones en este año que marca el décimo aniversario de su subida al trono. Al saludar a Su Majestad, extiendo de corazón mis mejores augurios a todos los miembros de la Familia real y del Gobierno, y a todo el pueblo del Reino. Saludo a los obispos aquí presentes, especialmente a aquellos con responsabilidades pastorales en Jordania. Me dispongo con alegría a celebrar la liturgia en la Catedral de San Jorge mañana por la noche y en el Estadio Internacional el domingo junto a vosotros, queridos obispos, y con tan numerosos fieles confiados a vuestro cuidado pastoral.

He venido a Jord ania como peregrino para venerar los lugares santos que han tenido una tan importante parte en algunos de los acontecimientos clave de la historia bíblica. Sobre el Monte Nebo, Moisés condujo a su gente para echar una mirada a la tierra que se convertiría en su casa, y aquí murió y fue sepultado. En Betania más allá del Jordán, Juan Bautista predicó y dio testimonio de Jesús, a quien él mismo bautizó en las aguas del río que da el nombre a esta tierra. En los próximos días visitaré ambos lugares santos y tendré la alegría de bendecir las primeras piedras de las iglesias que serán construidas sobre el lugar tradicional del Bautismo del Señor. La posibilidad de que la comunidad católica de Jordania pueda edificar lugares públicos de culto es un signo del respeto de este país por la religión y en nombre de los católicos deseo expresar cuánto aprecio esta apertura. La libertad religiosa es ciertamente un derecho humano fundamental y es una ferviente esperanza y oración mías que el respeto de los derechos inalienables y de la dignidad de todo hombre y mujer llegue a ser cada vez más afirmado y difundido, no sólo en Oriente Medio sino en todas partes del mundo.

Mi visita a Jordania me ofrece la grata oportunidad de expresar mi profundo respeto por la comunidad musulmana y de rendir homenaje al papel de quía que lleva a cabo Su Majestad el Rey al promover una mejor comprensión de las virtudes proclamadas por el Islam. Ahora que han pasado algunos años desde la publicación del Mensaje de Ammán y del Mensaje Interreligioso de Amman, podemos decir que estas nobles iniciativas han obtenido buenos resultados al favorecer una alianza de civilizaciones entre el mundo occidental y el musulmán, desmintien do las predicciones de aquellos que consideran inevitables la violencia y el conflicto. En efecto, el reino de Jordania está desde hace tiempo en primera línea en las iniciativas dirigidas a promover la paz en Oriente Medio y en el mundo, alentando el diálogo interreligioso, apoyando los esfuerzos para encontrar una solución justa al conflicto palestino-israelí, acogiendo los refugiados del vecino Iraq, e intentando frenar el extremismo. No puedo dejar pasar esta oportunidad sin traer a la mente los esfuerzos de vanguardia en favor de la paz en la región hechos por el anterior rey Huseín. Como parece oportuno que mi encuentro de mañana con los líderes religiosos musulmanes, el cuerpo diplomático y los rectores de la Universidad tenga lugar en la mezquita que lleva su nombre. Que su empeño por la solución de los conflictos de la región pueda seguir dando fruto en el esfuerzo por promover una pa z duradera y una verdadera justicia para todos aquellos que viven en Oriente Medio.

Queridos amigos, en el Seminario celebrado en Roma el pasado otoño en el Foro Católico-Musulmán, los participantes examinaron el papel central llevado a cabo, en nuestras respectivas tradiciones religiosas, por el mandamiento del amor. Espero vivamente que esta visita y en realidad todas las iniciativas programadas para promover buenas relaciones entre cristianos y musulmanes, puedan ayudar a crecer en el amor hacia el Dios Omnipotente y Misericordioso, como también en el amor fraterno mutuo. Gracias por vuestra acogida. Gracias por vuestra cortesía. ¡Que Dios conceda a sus Majestades felicidad y larga vida! ¡Que Él bendiga a Jordania con la prosperidad y la paz!

[Traducción por Inma Álvarez © Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]


Discurso de Benedicto XVI en el recinto exterior de la mezquita nacional jordana

El amor a Dios está en contradicción con la violencia y la exclusión

AMMÁN, sábado, 9 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció Benedicto XVI este sábado en el encuentro con los jefes religiosos musulmanes, el cuerpo diplomático, y los rectores de las universidades de Jordania, tras haber visitado la mezquita nacional jordana de Al-Hussein Bin Talal. El Papa intervino después de que tomara la palabra el príncipe Ghazi Bin Muhammed Bin Talal, consejero del rey, de quien es primo, y figura de primer orden a nivel mundial en el diálogo interreligioso.


 

Alteza real,

excelencias,

ilustres señoras y señores:

Para mí es motivo de gran alegría mantener este encuentro con vosotros en esta mañana, en medio de este espléndido ambiente. Deseo dar las gracias al príncipe Ghazi Bin Muhammed Bin Talal por las gentiles palabras de bienvenida. Las numerosas iniciativas de Su Alteza Real para promover el diálogo y el intercambio interreligioso e interculturral son apreciadas por los ciudadanos del Reino Hachemita y son ampliamente respetadas por la comunidad internacional. Estoy informado de que estos esfuerzos reciben el apoyo activo de otros miembros de la Familia Real, así como del Gobierno de la nación, y encuentran amplia resonancia en las muchas iniciativas de colaboración entre los jordanos. Por todo esto deseo manifestar m i sincera admiración.

Lugares de culto, como esta estupenda mezquita de Al-Hussein Bin Talal, dedicada al venerado rey difunto, se alzan como joyas sobre la superficie de la tierra. Desde las antiguas a las modernas, desde las espléndidas a las humildes, todas hacen referencia a lo divino, al Único Trascendente, al Omnipotente. Y, a través de los siglos, estos santuarios han atraído a hombres y mujeres dentro de su espacio sagrado para hacer una pausa, para rezar y para tomar acto de la presencia del Omnipotente, así como para reconocer que todos nosotros somos sus criaturas.

Por este motivo debemos preocuparnos por el hecho de que hoy, con insistencia cada vez mayor, algunos consideran que la religión ha fracasado en su aspiración de ser, por su misma naturaleza, constructora de unidad y de armonía, una expresión de comunión entre personas y con Dios. De hecho, algunos afirman que la religión es necesariamente una causa de división en nuestro mundo; y por este motivo afirman que lo mejor es prestar la menor atención posible a la religión en la esfera pública. Por desgracia, no se pueden negar las tensiones y divisiones entre seguidores de diferentes tradiciones religiosas. Sin embargo, ¿acaso no sucede con frecuencia que la manipulación ideológica de las religiones, en ocasiones con objetivos políticos, se convierte en el auténtico catalizador de las tensiones y divisiones y con frecuencia también de la violencia en la sociedad? Ante esta situación, en la que los opositores de la religión no sólo tratan de acallar su voz sino de sustituirla con la suya, se experimenta de una manera más aguda la necesidad de que los creyentes sean fieles a sus principios y creencias. Musulmanes y cristianos, a causa del peso de nuestra historia común tan frecuen temente marcada por incomprensiones, tienen que comprometerse hoy por ser conocidos y reconocidos como adoradores de Dios fieles a la oración, deseosos de comportarse y vivir según las disposiciones del Omnipotente, misericordiosos y compasivos, coherentes para dar testimonio de todo lo que es justo y bueno, recordando siempre el origen común y la dignidad de cada persona humana, que constituye la cumbre del designio creador de Dios para el mundo y la historia.

La decisión de los educadores jordanos, así como de los líderes religiosos y civiles, de hacer que el rostro público de la religión refleje su auténtica naturaleza es digna de aplauso. El ejemplo de individuos y comunidades, junto con la disposición de cursos y programas, manifiestan la contribución constructiva de la religión en los sectores educativo, cultural, social, y en otros sectores caritativos de vuestra sociedad civil. Yo también he tenido la posibilidad de constatar personalmente algo de este espíritu. Ayer pude tomar contacto con la reconocida obra educativa y de rehabilitación realizada en el Centro de Nuestra Señora de la Paz, en el que cristianos y musulmanes están transformando las vidas de familias enteras, asistiéndolas para que sus hijos discapacitados puedan tener el puesto que les corresponde en la sociedad. Esta mañana, he bendecido la primera piedra de la Universidad de Madaba, donde jóvenes musulmanes y cristianos, codo a codo, recibirán los beneficios de una educación superior, que les preparará para contribuir al desarrollo económico y social de su nación. Tienen también gran mérito las numerosas iniciativas de diálogo interreligioso mantenidas por la Familia Real y por la comunidad diplomática, en ocasiones emprendidas en colaboración con el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Estas comprenden un continuo trabajo de los Institutos Reales para los Estudios Interreligiosos y el Pensamiento Islámico, el Mensaje de Ammán, de 2004, el Mensaje Interreligioso de Ammán, de 2005, y la reciente carta "Una palabra común", que se hacía eco de un tema semejante al que yo afronté en mi encíclica: el vínculo inquebrantable entre el amor de Dios y el amor al prójimo, así como la contradicción fundamental de recurrir, en el nombre de Dios, a la violencia o a la exclusión (Cf. Deus caritas est, 16).

Estas iniciativas llevan claramente a un mayor conocimiento recíproco y promueven un respeto cada vez mayor tanto por lo que tenemos en común como por lo que comprendemos de manera diferente. Por tanto, deberían llevar a cristianos y musulmanes a sondear aún más profundamente la relación esencial entre Dios y su mundo, de manera que juntos podamos movilizarnos para que la sociedad esté en armonía con el orden divino. En este sentido, la colaboración que tiene lugar aquí, en Jordania, constituye un ejemplo alentador y convincente para la región, es más, para el mundo, de la contribución positiva y creativa que la religión puede y debe dar a la sociedad civil.

Distinguidos amigos: hoy deseo men cionar una tarea que he presentado en varias ocasiones y que creo firmemente que los cristianos y los musulmanes pueden asumir, en particular, a través de su contribución a la enseñanza y la investigación científica, así como al servicio de la sociedad. Esta tarea es el desafío de cultivar para el bien, en el contexto de la fe y de la verdad, el gran potencial de la razón humana. Los cristianos, de hecho, describen a Dios, entre otras maneras, como Razón creativa, que ordena y guía al mundo. Y Dios nos da la capacidad de participar en esta Razón y, de este modo, actuar según el bien. Los musulmanes adoran a Dios, Creador del Cielo de la Tierra, que ha hablado a la humanidad. Y como creyentes en el único Dios, sabemos que la razón humana es en sí misma don de Dios, y se eleva al nivel más elevado cuando es iluminada por la luz de la verdad de Dios. En realidad, cuando la razón humana consiente humildemente ser purificada por la fe no se debilita; al contrario, se refuerza al resistir a la presunción de ir más allá de los propios límites. De esta manera, la razón humana se refuerza en el empeño de perseguir su noble objetivo de servir a la humanidad, manifestando nuestras aspiraciones comunes más íntimas, ampliando el debate público, en vez de manipularlo o restringirlo. Por tanto, la adhesión genuina a la religión, en vez de restringir nuestras mentes, amplía los horizontes de la comprensión humana. Esto protege a la sociedad civil de los excesos de un ego incontrolable, que tiende a hacer absoluto lo finito y a eclipsar lo infinito; de esta manera, asegura que la libertad se ejerza en consonancia con la verdad y enriquece la cultura con el conocimiento de lo que concierne a todo lo que es verdadero, bueno y bello.

Una comprensión así de la razón, que lleva continuamente a la mente humana más allá de sí misma en la búsqueda de lo Absoluto, plantea un desafío: implica un sentido tanto de esperanza como de prudencia. Juntos, cristianos y musulmanes, están llamados a buscar todo lo que es justo y recto. Estamos comprometidos a sobrepasar nuestros intereses particulares y a alentar a los demás, en particular los administradores y líderes sociales, a hacer lo mismo para experimentar la satisfacción profunda de servir al bien común, incluso en detrimento de uno mismo. Se nos recuerda que precisamente porque nuestra dignidad humana constituye el origen de los derechos humanos universales, éstos son válidos para todo hombre y mujer, sin distinción de grupos religiosos, sociales o étnicos. Bajo este aspecto, tenemos que subrayar que el derecho a la libertad religiosa va más allá de la cuestión del culto e incluye el derecho --en particular de las minorías-- del justo acceso al mercado del empleo y a las demás esferas de la vida civil.

Esta mañana, antes de despedirme de vosotros, quisiera subrayar de manera particular la presencia entre nosotros de Su Beatitud Emmanuel III Delly, patriarca de Bagdad, a quien saludo de corazón. Su presencia recuerda a los ciudadanos del cercano Irak, muchos de los cuales han encontrado una cordial acogida aquí, en Jordania. Los esfuerzos de la comunidad internacional para promover la paz y la reconciliación, junto con los de los líderes locales, tienen que seguir para que den fruto en la vida de los iraquíes. Expreso mi aprecio por todos aquellos que apoyan los esfuerzos orientados a profundizar la confianza y a reconstruir las instituciones y las infraestructuras esenciales para el bienestar de la sociedad. Una vez más pido con insistencia a lo s diplomáticos y a la comunidad internacional representada por ellos, así como a los líderes políticos y religiosos locales, que hagan todo lo posible para asegurar a la antigua comunidad cristiana de esa noble tierra el derecho fundamental a la pacífica convivencia con sus propios compatriotas.

Distinguidos amigos: confío en que los sentimientos que he expresado nos dejen con una renovada esperanza en el futuro. El amor y el deber ante el Omnipotente no se manifiestan sólo en el culto, sino también en el amor y en la preocupación por los niños y los jóvenes --vuestras familias-- y por todos los ciudadanos de Jordania. Por ellos trabajáis y por ellos ponéis en el centro de las instituciones, de las leyes y de la sociedad el bien de toda persona humana. ¡Que la razón, ennoblecida y hecha humilde por la grandeza de la verdad de Dios, siga plasmando las vidas y las instituciones de esta nación, de manera que las familias puedan florecer y todos puedan vivir en paz, contribuyendo y al mismo tiempo recurriendo a la cultura que unifica a este gran Reino! ¡Mil gracias!

[Traducción por Jesús Colina © Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]


Discurso del Papa en la catedral greco-melquita de San Jorge en Ammán

Reconocimiento de la riqueza de las Iglesias orientales

AMMÁN, sábado, 9 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció Benedicto XVI en la catedral greco-melquita de San Jorge, en Ammán, con motivo de la celebración de las vísperas junto a los sacerdotes, los religiosos, y las religiosas, los seminaristas y los miembros de movimientos eclesiales, en las que participó en la tarde de este sábado.

* * *

 


Queridos hermanos y hermanas:

Es una gran alegría para mí celebrar las vísperas con vosotros en esta tarde en la catedral greco-melquita de San Jorge. Saludo cordialmente a Su Beatitud Gregorios III Laham, patriarca greco-melquita, que se nos ha unido desde Damasco; al arzobispo emérito Georges El-Murr; y a su excelencia Yaser Ayyach, arzobispo de Petra y Filadelfia; a quienes agradezco por sus gentiles palabras de bienvenida a las que con gusto correspondo con sentimientos de respeto. Saludo también a los jefes de las demás Iglesias católicas presentes en Oriente --maronita, sira, armenia, caldea y latina-- al igual que al arzobispo Benediktos Tsikoras de la Iglesia greco-ortodoxa. A todos vosotros, así como a los sacerdotes, a las religiosas y a los religiosos, a los seminaristas y a los fieles laicos aquí reunidos esta tarde, expreso mi sincero agradecimiento por haberme ofrecido esta oportunidad de rezar con vosotros y de experimentar algo de la riqueza de vuestras tradiciones litúrgicas.

La Iglesia misma es un pueblo peregrino; como tal, a través de los siglos, ha estado marcado por acontecimientos históricos determinantes y por penetrantes vicisitudes culturales. Por desgracia, entre algunas de éstas se han dado períodos de disputas teológicas o de represión. Sin embargo, ha habido momentos de reconciliación, que han fortificado maravillosamente la comunión en la Iglesia, y tiempos de fecundo renacimiento cultural al que han contribuido decisivamente los cristianos orientales. Las Iglesias particulares dentro de la Iglesia universal testimonian el dinamismo de su camino terreno y manifiestan a todos los fieles el tesoro de tradiciones espirituales, litúrgicas y eclesiásticas que indican la bondad universal de Dios y su voluntad, manifestada en toda la historia, de atraer a todos hacia su vida divina.

El antiguo tesoro viviente de las tradiciones de las iglesias orientales enriquece a la Iglesia universal y no debe ser entendido nunca como un simple objeto que hay que custodiar pasivamente. Todos los cristianos están llamados a responder activ amente al mandato de Dios -- como lo hizo dramáticamente san Jorge, según la narración popular-- para llevar a los demás a conocerle y amarle. En realidad, las vicisitudes de la historia han fortalecido a los miembros de las Iglesias particulares para afrontar esta tarea con energía y para comprometerse decididamente con las realidades pastorales actuales. Entre vosotros, la mayor parte tiene lazos con el Patriarcado de Antioquía, y de este modo vuestras comunidades están bien arraigadas aquí, en Oriente Próximo. Y así, como hace dos mil años en Antioquía los discípulos fueron llamados por primera vez cristianos, del mismo modo también hoy, como pequeñas minorías en comunidad diseminadas por estas tierras, también vosotros sois reconocidos como seguidores del Señor. La pública manifestación de vuestra fe cristiana no queda ciertamente reducida a la solicitud espiritual que tenéis los unos por los otros y por vuestra gente, por más esencial que sea. Por el contrario, vuestras numerosas iniciativas de caridad universal se extienden a todos los jordanos, musulmanes y de otras religiones, y también al gran número de refugiados que este reino acoge tan generosamente.

Queridos hermanos y hermanas: el primer Salmo (103) que hemos rezado esta tarde nos presenta gloriosas imágenes de Dios, Creador generoso, activamente presente en su creación, que sostiene la vida con gran bondad y orden sabio, siempre dispuesto a renovar la faz de la tierra. El pasaje de la epístola, que acabamos de escuchar, presenta sin embargo un panorama diferente. Nos advierte de manera amenazadora pero realista ante la exigencia de vigilar y ser conscientes de las fuerzas del mal que actúan para crear oscuridad en nuestro mundo (Cf. Efesios 6, 10-20). Algunos quizá sentir&aacu te;n la tentación de pensar que se da una contradicción; pero reflexionando sobre nuestra experiencia ordinaria humana reconocemos la lucha espiritual, advertimos la necesidad diaria de entrar en la luz de Cristo, de escoger la vida, de buscar la verdad. De hecho, este ritmo --sustraernos al mal y rodearnos con la fuerza de Dios-- es lo que celebramos en cada Bautismo: la entrada en la vida cristiana, el primer paso a través de la senda de los discípulos del Señor. Al recordar el bautismo que Cristo recibió de Juan en las aguas del Jordán, la comunidad reza para que quien va a recibir el Bautismo sea liberad del reino de la oscuridad y llevado al esplendor del reino de la luz de Dios, y de este modo reciba el don de la nueva vida.

Este movimiento dinámico de la muerte a la novedad de la vida, de las tinieblas a la luz, de la desesperación a la esperanza, que experimentamos de manera tan dramática durante el Triduo que se celebra con gran alegría en el período pascual, nos asegura que la misma Iglesia sigue siendo joven. Vive porque Cristo está vivo, verdaderamente ha resucitado. Vivificada por la presencia del Espíritu, avanza cada día llevando a los hombres y las mujeres al Dios viviente.

Queridos obispos, sacerdotes, religiosos y religiosos, queridos fieles laicos, nuestros respectivos papeles de servicio y misión dentro de la Iglesia son la respuesta incansable de un pueblo peregrino. Vuestras liturgias, las disciplina eclesiástica y el patrimonio espiritual son un testimonio vivo de vuestra tradición. Amplificáis el eco de la primera proclamación del Evangelio, reaviváis los antiguos recuerdos de las obras de Dios, hacéis presentes sus gracias de salvación y difundís de nuevo el primer rayo de la luz pascual y el crepitar de las llamas de Pentecostés.

De este modo, imitando a Cristo y a los patriarcas y los profetas del Antiguo Testamento, partimos para conducir al pueblo del desierto hacia el lugar de la vida, hacia el Dios que nos da la vida en abundancia. Esto caracteriza a todas vuestras labores apostólicas, cuya variedad y calidad son muy apreciadas. Desde los asilos de niños hasta los centros de educación superior, desde los orfanatos hasta las casas de ancianos, desde el trabajo con los refugiados hasta la academia de música, las clínicas médicas y los hospitales, el diálogo interreligioso y las iniciativas culturales, vuestra presencia en esta sociedad es un signo maravilloso de la esperanza que nos califica como cristianos.

Esta esperanza llega mucho más allá de las fronteras de nuestras comunidades cristianas. De este modo descubrís con frecuencia que las familias de otras religiones, para las que trabajáis y ofrecéis vuestro ser vicio de caridad universal, tienen preocupaciones y dificultades que superan los confines culturales y religiosos. Esto se experimenta particularmente en lo que se refiere a las esperanzas y las aspiraciones de los padres para sus niños. ¿Qué padre o persona de buena voluntad no se sentiría turbado ante los influjos negativos tan penetrantes de nuestro mundo globalizado, incluidos los elementos destructivos de la industria de la diversión que con tanta insensibilidad se sirven de la inocencia y la fragilidad de la persona vulnerable y del joven? Sin embargo, con vuestros ojos fijos en Cristo, la luz que dispersa todo mal, restablece la inocencia perdida, y humilla el orgullo terreno, ofreceréis una magnífica visión de esperanza a todos los que encontráis y servís.

Deseo concluir con una palabra especial de aliento a los presentes, que se están formando para el sacerdocio y la vida religiosa. Guiad os por la luz del Señor resucitado, encendidos por su esperanza y revestidos de su verdad y amor, vuestro testimonio traerá abundantes bendiciones a quienes encontraréis en vuestro camino. Esto mismo se aplica a todos los jóvenes cristianos jordanos: no tengáis miedo de dar vuestra contribución sabia, acompasada y respetuosa a la vida pública del reino. ¡La voz auténtica de la fe siempre traerá integridad, justicia, compasión y paz!

Queridos amigos: con sentimientos de gran respeto por todos vosotros aquí reunidos conmigo en esta tarde de oración, os doy de nuevo las gracias por vuestras oraciones y por mi ministerio como sucesor de Pedro y aseguro a cuantos están encomendados a vuestra atención pastoral un recuerdo en mi oración diaria.



[Traducción por Jesús Colina© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana]


Bienvenida del ministro franciscano al Santo Padre en el Monte Nebo

Palabras de fray José Rodrígez Carballo ofm

AMMÁN, sábado, 9 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras de bienvenida que dirigió a Benedicto XVI en la antigua basílica del Memorial de Moisés en el Monte Nebo.

* * *


Santo Padre, le doy la bienvenida en nombre de todos los frailes menores que viven en Tierra Santa y de toda la Orden con el saludo de san Francisco: ¡Que el Señor le dé la Paz!

Aquí, sobre el Monte Nebo, a las puertas de la tierra prometida, le damos la bienvenida en el comienzo de su peregrinación a Tierra Santa. Aquí Moisés, al finalizar el éxodo, tuvo la garantía de que vería la tierra que el Señor había prometido a su pueblo. La promesa de Dios se hacía finalmente realidad. Moisés había guiado a Israel durante cuarenta años, durante cuarenta años había sido la voz de Dios para el pueblo y la voz del pueblo ante Dios. Él recibió del Señor la ley y la consignó al pueblo de Israel para que la observara. Ayudó al pueblo a crecer en la fe, exhortándolo y sosteniéndolo en los momentos de desánimo, pero también amonestándolo y reprendiéndolo cuando la tentación de las cebollas que comían en Egipto se hacía más fuerte. Gracias a Moisés Israel había aprendido a conocer mejor a su Señor: un Dios providente que no abandona jamás a su pueblo; que durante el camino es la luz que alumbra en las tinieblas y descanso en las fatigas; que va al encuentro de sus hijos con el maná caído del cielo y con el agu a de la roca; que desciende a una tienda para estar en medio de ellos y con ellos se hace peregrino. Moisés de esta forma no sólo guió al pueblo de la Alianza hacia esta tierra sino que, sobre todo, lo condujo hacia su Señor y Salvador.

Santo Padre, usted hoy ha querido hacerse peregrino, recordándonos que esta es la condición del pueblo de Dios. En este viaje no está solo. Queremos acompañarle, queremos seguirle, como en un tiempo el pueblo de Israel siguió a Moisés y se dejó conducir por él. También nosotros hoy nos sentimos como en el desierto y tenemos necesidad de que alguien que nos conduzca hacia el Señor, de alguien que nos ayude a conocerlo siempre más como un Padre providente y misericordioso, como nuestro Señor Jesucristo nos lo ha revelado. Con frecuencia nos invade el desánimo y el miedo cuando el camino se hace áspero y duro. Hay veces e n que parece que el mal prevalece. Dondequiera que dirijamos la mirada, vemos guerras y violencia. Una gran parte de la humanidad está sometida bajo la pobreza mientras que los derechos humanos más elementales son pisoteados. Por la sed de riqueza y de poder los hombres no dejan de devastar la creación, que se les había entregado para que la cuidaran. La fe en la promesa de la tierra donde fluyen leche y miel, del Reino que crece sin hacer ruido, como el pequeño grano de la mostaza, corre el riesgo de desvanecerse en nuestros corazones y nos invade la tentación de dejar el arado y volver la vista atrás. Aquí, sobre este monte, un hermano nuestro, fray Michele Piccirillo, al que hace poco el Señor ha llamado a su seno, ha dedicado la vida entera para permitirnos gustar la belleza de estos lugares, sacando a la luz obras maestras perdidas y sepultadas desde hace siglos. Su obra, además de un inmenso valor científico, nos enseña que está en la naturaleza profunda del hombre el caminar siempre a la búsqueda de la verdadera belleza.

Santidad, en esta peregrinación nos confiamos a usted. Lleve nuestras súplicas al Señor y diríjanos una vez más aquella Palabra, que es la única que nos puede dar la salvación. Ayúdenos a descubrir la belleza de nuestra vocación, la belleza de ser discípulos del Resucitado. Entonces, como los discípulos, tendremos el valor de dejar a nuestras espaldas nuestro vivir cómodo y seguro para ponernos de nuevo en marcha por los caminos del mundo, testimoniando a todos la alegría de la Pascua.

Fray José Rodrígez Carballo ofm  Ministro general


Oremos por nuestro Santo Padre

Oh Dios, que para suceder al apóstol san Pedro, elegiste a tu siervo Benedicto XVI como pastor de tu grey, escucha la plegaria de tu pueblo y haz que nuestro Papa, vicario de Cristo en la tierra,confirme en la fe a todos los hermanos, y que toda la Iglesia se mantenga en comunión con él por el vínculo de la unidad, del amor y de la paz para que todos encuentren en ti, Pastor de los hombres, la verdad y la vida eterna


El sepulcro vacío y el encuentro con Cristo Resucitado .Oremos juntos.

El sepulcro vacío y el encuentro con Cristo Resucitado 

1. La profesión de fe que hacemos en el Credo cuando proclamamos que Jesucristo 'al tercer día resucitó de entre los muertos', se basa en los textos evangélicos que, a su vez, nos transmiten y hacen conocer la primera predicación de los Apóstoles. De estas fuentes resulta que la fe en la resurrección es, desde el comienzo, una convicción basada en un hecho, en un acontecimiento real, y no un mito o una 'concepción', una idea inventada por los Apóstoles o producida por la comunidad postpascual reunida en torno a los Apóstoles en Jerusalén, para superar junto con ellos el sentido de desilusión consiguiente a la muerte de Cristo en cruz. De los textos resulta todo lo contrario y por ello, como he dicho, tal hipótesis es también crítica e históricamente insostenible. Los Apóstoles y los discípulos no inventaron la resurrección (y es fácil comprender que eran totalmente incapaces de una acción semejante). No hay rastros de una exaltación personal suya o de grupo, que les haya llevado a conjeturar un acontecimiento deseado y esperado y a proyectarlo en la opinión y en la creencia común como real, casi por contraste y como compensación de la desilusión padecida. No hay huella de un proceso creativo de orden psicológico)sociológico)literario ni siquiera en la comunidad primitiva o en los autores de los primeros siglos. Los Apóstoles fueron los primeros que creyeron, no sin fuertes resistencias, que Cristo había resucitado simplemente porque vivieron la resurrección como un acontecimiento real del que pudieron convencerse personalmente al encontrarse varias veces con Cristo nuevamente vivo, a lo largo de cuarenta días. Las sucesivas generaciones cristianas aceptaron aquel testimonio, fiándose de los Apóstoles y de los demás discípulos como testigos creíbles. La fe cristiana en la resurrección de Cristo está ligada, pues, a un hecho, que tiene una dimensión histórica precisa.

2. Y sin embargo, la resurrección es una verdad que, en su dimensión más profunda, pertenece a la Revelación divina: en efecto, fue anunciada gradualmente de antemano por Cristo a lo largo de su actividad mesiánica durante el período prepascual. Muchas veces predijo Jesús explícitamente que, tras haber sufrido mucho y ser ejecutado, resucitaría. Así, en el Evangelio de Marcos, se dice que tras la proclamación de Pedro en las cerca de Cesarea de Filipo, Jesús 'comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente' (Mc 8, 31-32). También según Marcos, después de la transfiguración, 'cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contaran lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos' (Mc 9. 9). Los discípulos quedaron perplejos sobre el significado de aquella 'resurrección' y pasaron a la cuestión, y agitada en el mundo judío, del retorno de Elías (Mc 9, 11): pero Jesús reafirmó la idea de que el Hijo del hombre debería 'sufrir mucho y ser despreciado' (Mc 9, 12). Después de la curación del epiléptico endemoniado, en el camino de Galilea recorrido casi clandestinamente, Jesús toma de nuevo la palabra para instruirlos: 'El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará'. 'Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle' (Mc 9, 31-32). Es el segundo anuncio de la pasión y resurrección, al que sigue el tercero, cuando ya se encuentran en camino hacia Jerusalén: 'Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará' (Mc 10, 33-34).

3. Estamos aquí ante una previsión profética de los acontecimientos, en la que Jesús ejercita su función de revelador, poniendo en relación la muerte y la resurrección unificadas en la finalidad redentora, y refiriéndose al designio divino según el cual todo lo que prevé y predice 'debe' suceder. Jesús, por tanto, hace conocer a los discípulos estupefactos e incluso asustados algo del misterio teológico que subyace en los próximos acontecimientos, como por lo demás en toda su vida. Otros destellos de este misterio se encuentran en la alusión al 'signo de Jonás' (Cfr. Mt 12, 40) que Jesús hace suyo y aplica a los días de su muerte y resurrección, y en el desafío a los judíos sobre 'la reconstrucción en tres días del templo que será destruido' (Cfr. Jn 2, 19). Juan anota que Jesús 'hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús' (Jn 2 20-21). Una vez más nos encontramos ante la relación entre la resurrección de Cristo y su Palabra, ante sus anuncios ligados 'a las Escrituras'.

4. Pero además de las palabras de Jesús, también a actividad mesiánica desarrollada por El en el período prepascual muestra el poder de que dispone sobre la vida y sobre la muerte, y la conciencia de este poder, como la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5, 39-42), la resurrección del joven de Naín (Lc 7, 12-15), y sobre todo la resurrección de Lázaro (Jn 11, 42-44) que se presenta en el cuarto Evangelio como un anuncio y una prefiguración de la resurrección de Jesús. En las palabras dirigidas a Marta durante este último episodio se tiene la clara manifestación de a autoconciencia de Jesús respecto a su identidad de Señor de la vida y de la muerte y de poseedor de las llaves del misterio de la resurrección: 'Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás' (Jn 11, 25-26).

Todo son palabras y hechos que contienen de formas diversas la revelación de la verdad sobre la resurrección en el período prepascual.

5. En el ámbito de los acontecimientos pascuales, el primer elemento ante el que nos encontramos es el 'sepulcro vacío'. Sin duda no es por sí mismo una prueba directa. A Ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro en el que había sido depositado podría explicarse de otra forma, como de hecho pensó por un momento María Magdalena cuando, viendo el sepulcro vacío, supuso que alguno habría sustraído el cuerpo de Jesús (Cfr. Jn 20, 15). Más aún, el Sanedrín trató de hacer correr la voz de que, mientras dormían los soldados, el cuerpo había sido robado por los discípulos. 'Y se corrió esa versión entre los judíos, (anota Mateo) hasta el día de hoy' (Mt 28, 12-15).

A pesar de esto el 'sepulcro vacío' ha constituido para todos, amigos y enemigos, un signo impresionante. Para las personas de buena voluntad su descubrimiento fue el primer paso hacia el reconocimiento del 'hecho' de la resurrección como una verdad que no podía ser refutada.

6. Así fue ante todo para las mujeres, que muy de mañana se habían acercado al sepulcro para ungir el cuerpo de Cristo. Fueron las primeras en acoger el anuncio: 'Ha resucitado, no está aquí... Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro...' (Mc 16, 6-7). 'Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: !Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite!. Y ellas recordaron sus palabras' (Lc 24, 6-8).

Ciertamente las mujeres estaban sorprendidas y asustadas (Cfr. Mc 24, 5). Ni siquiera ellas estaban dispuestas a rendirse demasiado fácilmente a un hecho que, aun predicho por Jesús, estaba efectivamente por encima de toda posibilidad de imaginación y de invención. Pero en su sensibilidad y finura intuitiva ellas, y especialmente María Magdalena, se aferraron a la realidad y corrieron a donde estaban los Apóstoles para darles la alegre noticia.

El Evangelio de Mateo (28, 8-10) nos informa que a lo largo del camino Jesús mismo les salió al encuentro les saludó y les renovó el mandato de llevar el anuncio a los hermanos (Mt 28, 10). De esta forma las mujeres fueron las primeras mensajeras de la resurrección de Cristo, y lo fueron para los mismos Apóstoles (Lc 24, 10). ¡Hecho elocuente sobre la importancia de la mujer ya en los días del acontecimiento pascual!

7. Entre los que recibieron el anuncio de María Magdalena estaban Pedro y Juan (Cfr. Jn 20, 3-8). Ellos se acercaron al sepulcro no sin titubeos, tanto más cuanto que María les había hablado de una sustracción del cuerpo de Jesús del sepulcro (Cfr. Jn 20, 2). Llegados al sepulcro, también lo encontraron vacío. Terminaron creyendo, tras haber dudado no poco, porque, como dice Juan, 'hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos' (Jn 20, 9).

Digamos la verdad: el hecho era asombroso para aquellos hombres que se encontraban ante cosas demasiado superiores a ellos. La misma dificultad, que muestran las tradiciones del acontecimiento, al dar una relación de ello plenamente coherente, confirma su carácter extraordinario y el impacto desconcertante que tuvo en el ánimo de los afortunados testigos. La referencia 'a la Escritura' es la prueba de la oscura percepción que tuvieron al encontrarse ante un misterio sobre el que sólo la Revelación podía dar luz.

8. Sin embargo, he aquí otro dato que se debe considerar bien: si el 'sepulcro vacío' dejaba estupefactos a primera vista y podía incluso generar acierta sospecha, el gradual conocimiento de este hecho inicial, como lo anotan los Evangelios, terminó llevando al descubrimiento de la verdad de la resurrección.

En efecto, se nos dice que las mujeres, y sucesivamente los Apóstoles, se encontraron ante un 'signo' particular: el signo de la victoria sobre la muerte. Si el sepulcro mismo cerrado por una pesada losa, testimoniaba la muerte, el sepulcro vacío y la piedra removida daban el primer anuncio de que allí había sido derrotada la muerte.

No puede dejar de impresionar la consideración del estado de ánimo de las tres mujeres, que dirigiéndose al sepulcro al alba se decían entre si: '¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?' (Mc 16, 3), y que después, cuando llegaron al sepulcro, con gran maravilla constataron que 'la piedra estaba corrida aunque era muy grande' (Mc 16, 4). Según el Evangelio de Marcos encontraron en el sepulcro a alguno que les dio el anuncio de la resurrección (Cfr. Mc 16, 5); pero ellas tuvieron miedo y, a pesar de las afirmaciones del joven vestido de blanco, 'salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas' (Mc 16, 8). ¿Cómo no comprenderlas? Y sin embargo la comparación con los textos paralelos de los demás Evangelistas permite afirmar que, aunque temerosas, las mujeres llevaron el anuncio de la resurrección, de la que el 'sepulcro vacío' con la piedra corrida fue el primer signo.

9. Para las mujeres y para los Apóstoles el camino abierto por 'el signo' se concluye mediante el encuentro con el Resucitado: entonces la percepción aun tímida e incierta se convierte en convicción y, más aún, en fe en Aquél que 'ha resucitado verdaderamente'. Así sucedió a las mujeres que al ver a Jesús en su camino y escuchar su saludo, se arrojaron a sus pies y lo adoraron (Cfr. Mt 28, 9). Así le pasó especialmente a María Magdalena, que al escuchar que Jesús le llamaba por su nombre, le dirigió antes que nada el apelativo habitual: Rabbuni, ¡Maestro! (Jn 20, 16) y cuando El la iluminó sobre el misterio pascual corrió radiante a llevar el anuncio a los discípulos: '!He visto al Señor!' (Jn 20, 18). Lo mismo ocurrió a los discípulos reunidos en el Cenáculo que la tarde de aquel 'primer día después del sábado', cuando vieron finalmente entre ellos a Jesús, se sintieron felices por la nueva certeza que había entrado en su corazón: 'Se alegraron al ver al Señor' (Cfr. Jn 20,19-20).

¡El contacto directo con Cristo desencadena la chispa que hace saltar la fe!

Juan Pablo II (1.II.89)


REGINA COELI

V. Alégrate, Reina del cielo; aleluya.

R. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.

V. Ha resucitado, según predijo; aleluya.

R. Ruega por nosotros a Dios; aleluya.

V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.

R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.

Oración


Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo,

nuestro Señor Jesucristo,

te has dignado dar la alegría al mundo,

 concédenos que por su Madre, la Virgen María,

 alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

R. Amén.

060.-AÑO PAULINO: Pablo fugitivo. La noche triste del fracaso árabe en Damasco Oremos juntos

Pablo fugitivo. La noche triste del fracaso árabe en Damasco

 La huida de Pablo que escapa de noche, en una espuerta, después de tres años de misión fracasada entre los árabes, en el entorno de Damasco. Esta primera misión fallida de Pablo en "Arabia" sigue siendo una tarea pendiente de la Iglesia. Pablo no era un hombre de huidas, pero empezó escapando, tras tres años de misión que parece fallida. Los hechos son enigmáticos, pero merece la pena detenerse en ellos.

 

Introducción. Dos versiones del hecho

 

Pablo había sabido quién era Jesús, desde la perspectiva de los misioneros a quienes perseguía. Por eso, tras «convertirse», no tiene que ponerse a estudiar, pues ya sabe en el fondo cómo debe responder (cambiando la dirección de su vida); tampoco tiene varios años en un seminario o noviciado, para aprender, pues el mismo Jesús a quien perseguía le ha enseñado. Al contrario, él se puso a predicar inmediatamente, mostrando a todos su experiencia, su nueva forma de vida y lo hizo precisamente en el lugar donde antes había vivido, donde Jesús le había salido a su encuentro, en Arabia, en el entorno de Damasco.

 

Fueron tres años de misión de los que casi no sabemos nada, los años de su misión fracasada en Arabia.Así lo cuentan (y velan) los textos:

 

Libro de los Hechos: Tenemos dos relatos sobre esta primera misión de Pablo en Damasco. La primera la ofrece el libro de los Hechos,9: «Pero Saulo se fortalecía aun más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. 23 Pasados muchos días, los judíos consultaron entre sí para matarle; 24 pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y custodiaban entonces las puertas de la ciudad de día y de noche para matarle. 25 Entonces sus discípulos tomaron a Saulo de noche y le bajaron por el muro en una canasta». Ésta es una información muy valiosa, que concuerda con la que ofrecerá Pablo, pero parece sesgada, en la línea de todo el libro de Hechos (de la teología de Lucas) , pues supone que Pablo sólo misionaba al principio entre judíos, cuando sabemos por él que ha misionado desde el principio entre gentiles.

 

Pablo. Carta a los Gálatas. En ese contexto sitúa Pablo sus tres años de misión árabe. Después de su conversión dice: «No consulté con nadie, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y regresé otra vez a Damasco. Luego, después de tres años, subí a Jerusalén» (Gal 1, 17). Tenemos, por tanto, tres años de misión en Arabia, en torno a Damasco. Se trata, sin duda, de una misión entre gentiles (es decir, entre árabes). A los tres años, por algo especial, Pablo abandona esa misión y sube a Jerusalén. Como veremos, él mismo dirá en 2 Cor que le bajaron por el muro, en una noche triste, para que huyera de Damasco.

 

El tema de la primera misión de Pablo.

 

En el principio de la experiencia cristiana de Pablo encontramos por tanto una «revelación», que puede entenderse a la luz de la llamada de Dios a los profetas (cf. Is 6, 1-11; Jer 1), como una vocación misionera: el mismo Dios de Israel (¡el Dios único!), a cuyo servicio él se hallaba (y por cuya causa perseguía a los cristianos), le ha encargado una tarea especial, haciéndole mensajero y testigo de su Hijo entre las gentes, empezando por los árabes. Ésta ha sido, a los ojos de Pablo, la revelación fundamental, la causa de su «cambio», una nueva visión/comprensión de Dios, que él irá desarrollando a lo largo de toda su vida. El mismo Cristo crucificado, a quien Pablo había interpretado como fuente de vergüenza y deshonor para Israel, es el «Hijo» del Dios de Israel que le llama y envía para realizar su obra.

 

Misión en tierra de árabes

 

Miradas las cosas desde el punto de vista posterior, resulta sorprendente que Pablo no inicie su misión dirigiéndose a occidente, al mundo helenista, que él conocerá luego muy bien (como indicara su ministerio posterior y el conjunto de sus cartas escritas en un griego vibrante), sino en el entorno árabe de Damasco, anunciando al Hijo de Dios entre los gentiles de la zona.

No conocemos el tiempo que duró esa misión (¿los tres años que tarda en subir a Jerusalén?), ni el sentido estricto de Arabia (¿el reino de los nabateos, en dirección sur, hacia Petra? ¿la zona que va, por Oriente, hacia Palmira?). El actuó misionero en relación con la Iglesia de Damasco, a la que había perseguido, una iglesia que es, sin duda, helenista, pero que se siente vinculada con el entorno «arameo» (árabe) de la ciudad.

 

No sabemos la lengua en que Pablo realizó esa misión, aunque pudo ser en el griego de los helenistas (bien conocido en el entorno de Damasco), pero también pudo en el arameo común de la zona o incluso en algún tipo de árabe, que Pablo podría conocer por su vida en Damasco y en su entorno, como curtidor/fabricante de tiendas (cf. Hch 18, 3), oficio vinculado de una forma especial a los beduinos y comerciantes de caravanas de oriente (y a los grupos nómadas), más que a las ciudades helenistas propiamente dichas.

 

¿Una vuelta al desierto?

 

Esa misión en Arabia, es decir, en las tierras de «los que habitan en tiendas», pudo tener el sentido de vuelta al desierto, como quisieron algunas tradiciones proféticas de Israel (cf. Os 2, 14). En el fondo pudo haber también una esperanza apocalíptica, vinculada a tradiciones que encontramos igualmente en Juan Bautista y en el mismo Jesús, cuando empezaron su búsqueda de Dios al otro lado del Jordán. De todas maneras, Pablo pudo realizar esa misión en las ciudades del reino nabateo que él conocía, por ser ciudadano de Damasco y fabricante de tiendas, necesarias para los nabateos de las caravanas de Oriente. Por otra parte, Damasco tenía mucha importancia en las tradiciones judías de aquel tiempo, como muestra con toda claridad el llamado CD [Documento o Código de Damasco], vinculado a los esenios de Qumrán.

Parece que existía un grupo esenio que relacionaba la trasformación escatológica de Israel con la ciudad de Damasco, tomada en sentido geográfico o simbólico. Más aún, desarrollando ese simbolismo, algunos investigados han supuesto que, en algún sentido, el Qumrán de los esenios y el Damasco de la conversión de Pablo podrían ser lo mismo (cf. S. Sabugal, Conversión de san Pablo, Herder, Barcelona 1975).

 

En esa línea, la permanencia en Arabia (en el entorno de Damasco) puede tener un sentido intensamente escatológico: Pablo estaría preparando la venida de Cristo en Oriente, para volver con él a Jerusalén, donde tendría que instaurarse el Reino. Significativamente, Mt 2 (relato de los magos de oriente que suben a Jerusalén buscando al Rey de los judíos) parece estar evocando una tradición de este tipo: un Reino nuevo que llega del Oriente. De todas formas, no podemos ofrecer más precisiones.

 

 

El fracaso de la misión de Pablo en Arabia

 

No sabemos lo que Pablo decía estrictamente en su misión, ni la forma en que anunciaba la venida del Cristo a los judíos, ni el modo en que se dirigía a los gentiles nabateos (árabes, helenistas), diciéndoles que el Cristo judío era Señor y Salvador universal. Lo único que podemos afirmar es que su misión resultó problemática, pues llegó a perturbar la estabilidad y el orden de la capital de los nabateos, de manera que intervinieron las autoridades y tuvo que huir, seguramente sin posibilidad de retorno. En este contexto se pueden evocar los «peligros en el desierto» (cf. 2 Cor 11, 26), entre los que puede encontrarse su huída de Damasco:  

Si es preciso gloriarse, yo me gloriaré de mi debilidad. 31 El Dios y Padre de nuestro Señor Jesús, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador del rey Aretas, guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme; pero fui descolgado del muro por una ventana en una canasta, y escapé de sus manos (2 Cor 11, 30-33).

 

Este acontecimiento marca el final de su misión, en Damasco y en su entorno. Pablo lo cuenta como formando parte de su “debilidad”, es decir, de sus fracasos… La huida por el muro forma parte del “mito histórico de Pablo”, tal como lo ha contado también el libro de los textos, en el texto anterior (Hch 9, 24)… Le bajaron por un muro, le hicieron escapar de noche… Éste no ha sido después el estilo de Pablo, que ha quedado en los lugares misión, a pesar de sus dificultades. Pero en este momento, Pablo empezó escapando.

Pasados muchos años, hacia el final de su misión en occidente, defendiéndose ante sus acusadores de Corinto… Pablo apela a su debilidad y a sus fracasos. Lo que aquí paso, la huida de Damasco, tuvo lugar hacia el año 35 d.C. Pablo está contando la historia de sus calamidades hacia el año 55 d.C… tras veinte años de misión fracasada y triunfante. Es como si ha Pablo le doliera el haber escapado así, con nocturnidad, de la ciudad que quería apresarle… Fue una huida triste, una huida al fin gloriosa, pues contribuyó a su misión.

 

¿Por qué escapó?

 

Pero vengamos a la razón de la huida. El reino de los árabes/nabateos (integrado en el Imperio romano, lo mismo que otros reinos del entorno) tenía una gran importante para las relaciones de Roma con Oriente. No parece que la administración del rey Aretas (a quien conocemos por sus desavenencias con Herodes Antipas) tuviera interés en perseguir directamente a los cristianos. Pero debió hacerlo porque Pablo se había convertido en un foco de oposición entre los diversos tipos de judíos y gentiles de la ciudad y de su entorno, quizá porque estaba preparando una subida de los árabes (de los orientales) hacia la ciudad de Jesús, con dones mesiánicos, acompañando a Jesús que debía manifestarse allí como Mesías universal.

 

En este contexto debemos recordar que Pablo, siendo un buen helenista (hombre del imperio romano, como seguiremos viendo), se hallaba vinculado a Damasco y al mundo «árabe», pues era un oriental (aunque puede ser oriundo Tarso de Cilicia, como supone constantemente el libro de los Hechos: Hch 9, 11; 21, 39; 22, 3). En esa línea, él pudo concebir esta misión en Arabia como una recuperación de las tradiciones originales de Israel, a partir de Oriente, desde la zona semita (árabe/aramea) de Damasco, vinculada a las historias más antiguas de Israel (los patriarcas habían sido arameos de Oriente, de oriente vendrían los reyes con dones para el Mesías). Este Pablo que viene del desierto se parece a Juan Bautista y a Jesús, que también han venido del desierto tradiciones proféticas, que aludían al nuevo Israel que nace del desierto (Oseas).

 

 
 
 

Oración al Apóstol San Pablo por el Año Paulino

¡Oh glorioso San Pablo!,
Apóstol lleno de celo,
Mártir por amor a Cristo,
intercede para que obtengamos una fe profunda,
una esperanza firme,
un amor ardiente al Señor
para que podamos decir contigo:
“No soy yo el que vive, sino es Cristo quien vive
en mí”.
Ayúdanos a convertirnos en apóstoles
que sirvan a la Iglesia con una consciencia pura,
testigos de su verdad y de su belleza
en medio a la obscuridad de nuestro tiempo.
Alabamos junto contigo a Dios nuestro Padre,
« A Él la gloria, en la Iglesia y en Cristo
por los siglos de los siglos.»
Amén.

151.- El Sto.Padre dijo:presenta la figura de san Juan Damasceno .-Oremos juntos

Benedicto XVI presenta la figura de san Juan Damasceno

CUDAD DEL VATICANO, miércoles 6 de mayo de 2009 .-El texto de la catequesis pronunciada hoy por el Papa Benedicto XVI ante los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para la audiencia general en la que presentó la figura de san Juan Damasceno

Queridos hermanos y hermanas:

quisiera hablar hoy de Juan Damasceno, un personaje de primera categoría en la historia de la teología bizantina, un gran doctor en la historia de la Iglesia universal. Es sobre todo un testigo ocular del paso de la cultura griega y siriaca, compartida en la parte oriental del Imperio bizantino, a la cultura del Islam, que se hizo espacio con sus conquistas militares en el territorio reconocido habitualmente como Medio o Próximo Oriente. Juan, nacido en una rica familia cristiana, aún joven asumió el cargo -quizás ostentado también por su padre- de responsable económico del califato. Bien pronto, sin embargo, insatisfecho de la vida de la corte, maduró la elección monástica, entrando en el monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén. Era alrededor del año 700. No alejándose nunca del monasterio, se dedicó con todas sus fuerzas a la ascesis y a la actividad literaria, sin desdeñar una cierta actividad pastoral, de la que dan testimonio sobre todo sus numerosas Homilías. Su memoria litúrgica se celebra el 4 de diciembre. El papa León XIII lo proclamó Doctor de la Iglesia universal en 1890.

De él se recuerdan en Or iente sobre todo los tresDiscursos contra quienes calumnian las imágenes santas, que fueron condenados, tras su muerte, por el Concilio iconoclasta de Hieria (754). Estos discursos, sin embargo, fueron el motivo principal de su rehabilitación y canonización por parte de los Padres ortodoxos convocados en el II Concilio de Nicea (787), séptimo ecuménico. En estos textos es posible encontrar los primeros intentos teológicos importantes de legitimación de la veneración de las imágenes sagradas, uniendo a éstas al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María.

Juan Damasceno fue también uno de los primeros en distinguir entre el culto público y privado de los cristianos, entre la adoración (latreia) y la veneración (proskynesis): la primera sólo puede dirigirse a Dios, sumamente espiritual, la segunda en cambio p uede utilizar una imagen para dirigirse a aquel que es representado por ella. Obviamente, el Santo no puede en ningún caso ser identificado con la materia de la que está compuesto el icono. Esta distinción se reveló en seguida muy importante para responder de modo cristiano a aquellos que pretendían como universal y perenne la observancia de la severa prohibición del Antiguo Testamento sobre la utilización cultual de las imágenes. Esta era la gran discusión también en el mundo islámico, que acepta esta tradición hebrea de la exclusión total de las imágenes en el culto. En cambio los cristianos, en este contexto, han discutido el problema y encontrado la justificación para la veneración de las imágenes. Damasceno escribía: "En otros tiempos Dios no había sido representado nunca en imagen, siendo incorpóreo y sin rostro. Pero dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los hombres, yo represento lo que es visible en Dios. Yo no venero la materia, sino al creador de la materia, que se ha hecho materia por mí y se ha dignado habitar en la materia y obrar mi salvación a través de la materia. Nunca cesaré por ello de venerar la materia a través de la cual me ha llegado la salvación. ¡Pero no la venero en absoluto como Dios! ¿Cómo podría ser Dios aquello que ha recibido la existencia a partir del no ser?... Sino que yo venero y respeto también todo el resto de la materia que me ha procurado la salvación, en cuanto que está llena de energías y de gracias santas. ¿No es quizás materia el madero de la cruz tres veces bendita?... ¿Y la tinta y el libro santísimo de los Evangelios no son materia? ¿El altar salvífico que nos dispensa el pan de vida no es materia?... Y ant es que nada, ¿no son materia la carne y la sangre de mi Señor? O se debe suprimir el carácter sagrado de todo esto, o se debe conceder a la tradición de la Iglesia la veneración de las imágenes de Dios y la de los amigos de Dios que son santificados por el nombre que llevan, y que por esta razón están habitados por la gracia del Espíritu Santo. No se ofenda por tanto a la materia: ésta no es despreciable, porque nada de lo que Dios ha hecho es despreciable" (Contra imaginum calumniatores, I, 16, ed. Kotter, pp. 89-90). Vemos que, a causa de la encarnación, la materia aparece como divinizada, es vista como morada de Dios. Se trata de una nueva visión del mundo y de las realidades materiales. Dios se ha hecho carne y la carne se ha convertido realmente en morada de Dios, cuya gloria resplandece en el rostro humano de Cristo. Por tanto, las invitaciones del Doctor oriental son aún hoy de extrema actualidad, considerando la grandísima dignidad que la materia ha recibido en la Encarnación, pudiendo llegar a ser, en la fe, signo y sacramento eficaz del encuentro del hombre con Dios. Juan Damasceno es, por tanto, un testigo privilegiado del culto de los iconos, que llegará a ser uno de los aspectos más distintivos de la teología y de la espiritualidad oriental hasta hoy. Y sin embargo es una forma de culto que pertenece simplemente a la fe cristiana, a la fe en ese Dios que se ha hecho carne y que se ha hecho visible. La enseñanza de san Juan Damasceno se inserta así en la tradición de la Iglesia universal, cuya doctrina sacramental prevé que elementos materiales tomados de la naturaleza puedan convertirse a través de la gracia en virtud de la invocación (epiclesis) del Espíritu Santo, acompañada por la confesión de la fe verdadera.

En unión con estas ideas de fondo Juan Damasceno pone también la veneración de las reliquias de los santos, sobre la base de la convicción de que los santos cristianos, habiendo sido hechos partícipes de la resurrección de Cristo, no pueden ser considerados simplemente como 'muertos'. Enumerando, por ejemplo, aquellos cuyas reliquias o imágenes son dignas de veneración, Juan precisa en su tercer discurso en defensa de las imágenes: "Ante todo (veneramos) a aquellos entre quienes Dios ha descansado, él único santo que mora entre los santos (cfrIs 57,15), como la santa Madre de Dios y todos los santos. Estos son aquellos que, en cuanto es posible, se han hecho semejantes a Dios con su voluntad y por la inhabitación y la ayuda de Dios, son llamados realmente dioses (cfr Sal 82,6), no por naturaleza, sino por contingencia, así como el hierro al rojo es llamado fuego, no por naturaleza sino por sontingencia y por participación del fuego. Dice de hecho: Seréis santos porque yo soy santo" (Lv 19,2)" (III, 33, col. 1352 A). Tras una serie de referencias de este tipo, Damasceno podía deducir serenamente, por tanto: "Dios, que es bueno y superior a toda bondad, no se contentó con la contemplación de sí mismo, sino que quiso que hubiera seres beneficiados por él que pudieran llegar a ser partícipes de su bondad: por ello creó de la nada todas las cosas, visibles e invisibles, incluido el hombre, realidad visible e invisible. Y lo creó pensando y realizándolo como un ser capaz de pensamiento (ennoema ergon) enriquecido por la palabra (logo[i] sympleroumenon) y orientado hacia el espíritu (pneumati teleioumenon)" (II, 2, PG 94, col. 865A). Y para aclarar ulteriormente este pensamiento, añade: "Es necesario dejarse llenar de e stupor (thaumazein) por todas las obras de la providencia (tes pronoias erga), alabarlas todas y aceptarlas todas, superando la tentación de señalar en ellas aspectos que a muchos parecen injustos o inicuos (adika), y admitiendo en cambio que el proyecto de Dios (pronoia) va más allá de la capacidad cognoscitiva y comprensiva (agnoston kai akatalepton) del hombre, mientras que al contrario sólo Él conoce nuestros pensamientos, nuestras acciones e incluso nuestro futuro" (II, 29, PG 94, col. 964C). Ya Platón, por otro lado, decía que toda filosofía comienza con el estupor: también nuestra fe comienza con el estupor de la creación, de la belleza de Dios que se hace visible.

El optimismo de la contemplación natural (physikè theoria), de este ver en la creación visible lo bueno, lo bello y lo verdadero, este optimismo cristiano no es un optimismo ingenuo: tiene en cuenta la herida infligida a la naturaleza humana por una libertad de elección querida por Dios y utilizada inapropiadamente por el hombre, con todas las consecuencias de desarmonía difundida que han derivado de ella. De ahí la exigencia, percibida claramente por el teólogo de Damasco, de que la naturaleza en la que se refleja la bondad y la belleza de Dios, herida por nuestra culpa, "fuese reforzada y renovada" por el descendimiento del Hijo de Dios en la carne, después de que de muchas formas y en diversas ocasiones Dios mismo hubiera intentado demostrar que había creado al hombre para que estuviera no solo en el "ser", sino en el "ser bien" (cfr La fede ortodossa, II, 1, PG 94, col. 981°). Con arrebato apasionado Juan explica: "Era necesario que la naturaleza fuese reforzada y renovada y fuese indicada y enseñada concretamente la vía de l a virtud (didachthenai aretes hodòn), que aleja de la corrupción y conduce a la vida eterna... Apareció así en el horizonte de la historia en gran mar del amor de Dios por el hombre (philanthropias pelagos)..." Es una bella expresión. Vemos, por una parte, la belleza de la creación y por otra, la destrucción causada por la culpa humana. Pero vemos en el Hijo de Dios, que desciende para renovar la naturaleza, el mar del amor de Dios por el hombre. Continua Juan Damasceno: "Él mismo, el Creador y el Señor, luchó por su criatura trasmitiéndole con su ejemplo su enseñanza... Y así el Hijo de Dios, aún subsistiendo en la forma de Dios, descendió los cielos y bajó... hacia sus siervos.... realizando la cosa más nueva de todas, la única cosa verdaderamente nueva bajo el sol, a través de la cual se manifestó de hecho la infi nita potencia de Dios" (III, 1. PG 94, col. 981C-984B).

Podemos imaginar el consuelo y la alegría que difundían en el corazón de los fieles estas palabras ricas de imágenes tan fascinantes. Las escuchamos también nosotros, hoy, compartiendo los mismos sentimientos de los cristianos de entonces: Dios quiere descansar en nosotros, quiere renovar la naturaleza también a través de nuestra conversión, quiere hacernos partícipes de su divinidad. Que el Señor nos ayude a hacer estas palabras sustancia de nuestra vida.

[Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]

Queridos hermanos y hermanas:

San Juan Damasceno, figura importante en la teología bizantina, fue, sobre todo, testigo ocular del tránsito de la cultura cristiana griega y siria, característica de la parte oriental del Imperio bizantino, al mundo islámico, que se abría paso a través de conquistas militares en el territorio que hoy se conoce como Medio y Cercano Oriente. San Juan Damasceno nació en una rica familia cristiana y, siendo joven, se ocupó de las finanzas del califato. No satisfecho de ese tipo de vida, en torno al año setecientos, ingresó en el monasterio de San Saba, cerca de Jerusalén. Allí se dedicó con todas sus fuerzas a la ascesis y a la literatura, así como a la actividad pastoral, como se puede ver por las numerosas homilías que conservamos de él. El Papa León Trece lo proclamó doctor de la Iglesia universal en mil ochocientos noventa. San Juan Damasceno es recordado, entre otras cosas, por sus tres discursos contra los que calumnian las santas imágenes, en los que aparecen los primeros intentos de legitimar la veneración de las imágenes sagradas, vinculándolas con el misterio de la encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María. Insistió también en su magisterio en la veneración de las reliquias de los santos.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el vigésimo segundo curso de actualización sacerdotal organizado por el Pontificio Colegio Español de San José de Roma, así como a los demás grupos procedentes de España, México, Ecuador, Argentina y otros países latinoamericanos. Que, animados por la intercesión y la presencia alentadora de los santos, demos testimonio del Evangelio de palabra y con la propia vida. Muchas gracias.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana-Zenit]


Oremos por nuestro Santo Padre

Oh Dios, que para suceder al apóstol san Pedro, elegiste a tu siervo Benedicto XVI como pastor de tu grey, escucha la plegaria de tu pueblo y haz que nuestro Papa, vicario de Cristo en la tierra,confirme en la fe a todos los hermanos, y que toda la Iglesia se mantenga en comunión con él por el vínculo de la unidad, del amor y de la paz para que todos encuentren en ti, Pastor de los hombres, la verdad y la vida eterna